24.4.08

FELIZ DÍA DE SANT JORDI

A pesar que estamos viviendo en el eterno verano, hoy es la fiesta de la primavera y por supuesto, del amor.
El 23 de Abril es una de las celebraciones que más nos gustan del calendario de nuestra tierra, junto con Sant Joan, la fiesta del verano.

Aquí la ciudad no se ha vestido de fiesta ni ha amanecido repleta de rosas por las calles. Ni la gente parecía más feliz y sonriente de lo normal. El Malecón no se ha abarrotado de libros ni se ha convertido en un río de lectores y curiosos. Y el verde de los árboles todavía no muestra su máximo esplendor, ya que aún no es época de lluvias, como lo deben estar haciendo las hojas de los plátanos de Les Rambles.

Aquí la celebración es personal por estar cumpliendo y materializando nuestro tan deseado proyecto. Dando cada día un pequeño paso y aprendiendo un poquito más.

Aunque hayamos estado a varios miles de kilómetros de nuestra ciudad, que en éste día parecía que nos reconciliábamos con ella y la sentíamos la cuidad más bonita del mundo, nos sentimos unos privilegiados por estar donde estamos y por sentir, en días como hoy, un poco de nostalgia.

Desde aquí os queremos desear que haya sido un día de Sant Jordi muy especial.


No ha habido rosas en las calles, pero sí una de papel.

16.4.08

NUEVAS FOTOS

Hemos ampliado el vínculo "De vuelta al Pacífico" con nuevas fotos. Estaba algo incompleto porque faltaban imágenes del Volcán Paricutín, del primer reencuentro con el Pacífico y algunas de las ballenas. Aquellos días seguimos teniendo problemas con la cámara digital y nos falló en algunos momentos. La analógica cubrió esos momentos, pero después de recorrer todo Puerto Vallarta resultó que no había ningún establecimiento donde revelaran carretes de diapositiva.
Así pues, tuvimos que enviar el carrete por paquetería a D.F. y Super Andrea se encargó de llevarlo a revelar y de volvérmelo a enviar, de lo cual le queremos agradecer desde aquí. El proceso ha llevado su tiempo, pero la espera ha valido la pena.
Esperamos que os gusten y podemos jugar al juego de "las siete diferencias" a ver si las distinguís.

5.4.08

UN PUNTO DE INFLEXIÓN

Hace tiempo que vengo planteándome que el blog ha ido adquiriendo, no intencionadamente por nuestra parte, un carácter demasiado narrativo. Quiero decir, que sólo hemos ido explicando los acontecimientos relativos al propio viaje, los lugares en los que hemos estado, las personas que hemos conocido, las experiencias y situaciones que hemos vivido...
No es que no hubiera reflexión, eso por nuestra parte es irremediable, pero siempre han sido reflexiones sobre situaciones activas y no sobre situaciones pasivas. Y situaciones pasivas me refiero a aquellos momentos en que no pasa nada relevante, esos días o semanas que hay entre acontecimiento y acontecimiento. Esa especie de cotidianidad generada dentro de la no cotidianidad del viaje en la que también pasan cosas, pensamientos, emociones, percepciones... Y que forma, tanto como lo otro, parte del viaje.
También han habido muchos tipos de gestiones, burocráticas o no, que quizá no tenían demasiado interés, pero que irremediablemente, han contribuido a amalgamar la experiencia.

Pues bien, en estas últimas semanas ha habido un punto de inflexión y el Castanedasway ha sufrido una metamorfosis que tarde o temprano tenía que sufrir. Llevábamos algún tiempo acercándonos al límite económico que nos habíamos impuesto, un colchón que nos permitiera un billete de vuelta y unas pocas semanas más. Y ya hacía algunos días que habíamos tocado ese límite y necesitábamos trabajar, el viaje sustentado por los ahorros había tocado a su fin.
Nada más cruzar la frontera entre USA y México tuve la sensación que quizá éste sería un buen país para hacerlo. No teníamos ni idea de cuánto tiempo íbamos a estar en México y, aunque aún nos quedaba algo de dinero, sabíamos que no nos iba a cundir hasta la eternidad. A su vez se nos antojaba complicado conseguir ingresos en según que países de Centro-América, y bastante más en los países andinos.

Aquellos días de mediados de febrero en Amecameca, Ricardo nos encendió una luz. Él, hace nueve años, trabajó en un crucero y nos contó su experiencia. Es un trabajo duro, no tienes ningún día de fiesta, vives en el barco, pero también convives con mucha gente dispar de un montón de nacionalidades, en tus ratos libres puedes desembarcar y cada día estás en una ciudad diferente. Además, se gana muy bien y no tienes ningún gasto. A nosotros, que ya andábamos con la antena puesta, nos pareció la oportunidad idónea para nuestra situación y la idea nos fue calando. Un trabajo intensivo que nos proporcionara una, más que probable, bonita experiencia y capacidad de ahorro considerable con la manutención cubierta. Y sobre todo, después de la pérdida de Huayna, que en ese sentido nos condicionaba un poco.

Decidimos quemar el último cartucho antes de dedicarnos plenamente a la búsqueda de trabajo viniendo a la costa del Pacífico, dando los últimos coletazos como los que daban las ballenas por las que vinimos.
Así pues, nos pusimos manos a la obra. Localizamos un lugar donde poder usurpar ondas de internet y estuvimos encerrados dos semanas en la Paca enviando solicitudes y curriculum on-line. Entre empresas de cruceros, de marina mercante y empresas de selección para cruceros y mercantes, llegamos a enviar más de cien. Y cuando digo encerrados es literal. No era cuestión que nos vieran aparcados justo delante del restaurante al que le tomábamos prestada la conexión con el ordenador encendido, y cerrábamos todas las persianas. Las horas centrales del día, con este sol tropical, no sabíamos qué hacer para respirar un poco de aire fresco. Como hacer un temazcal pero con mucho menos encanto. El reloj corría rápido y las ondas andaban lentas, poniendo a prueba nuestra paciencia y retrasando susceptiblemente el trabajo.


Los días pasaban y no recogíamos los frutos. Tan solo obtuvimos respuesta de algunas diciéndonos que no encajábamos en el perfil y de otras que estudiarían nuestra situación y hasta el momento, eso es todo. Parece ser que no es tan fácil como nos dijo Ricardo, o como hace nueve años.
Nos desinflamos un poco, mirando cada día el correo a ver si había alguna novedad. Habíamos invertido mucho tiempo y mucha ilusión y ya nos imaginábamos trabajando y viajando en uno de esos flamantes buques que para colmo, atracaban justo enfrente de donde estábamos aparcados. Y todos pertenecían a empresas a las que nos habíamos dirigido.Incluso, durante algunos días, ya al anochecer y para despejarnos un poco, nos aficionamos a ir al extremo del muelle para verlos partir, vertiendo sobre las olas toda su luminosidad y perdiéndose en el horizonte estrellado.
Nos entraron las dudas y las inseguridades, ofuscados al ver que esa posibilidad se desvanecía. Como la gran metáfora de ver aquellos cruceros perderse en la oscuridad de la noche sin nosotros a bordo. Además no veíamos claro qué tal sería la alternativa de encontrar algún ingreso por aquí, aún conocedores que, al ser un lugar muy turístico, ofrece muchas posibilidades. Dudábamos de las condiciones y, sobre todo, que los sueldos fueran mínimamente aceptables. No teníamos claro si nos apetecía estar puteados en cualquier trabajo costero, sólo para subsistir y sin poder ahorrar, mientras la futura línea por trazar en el mapa nos reclama a gritos.
Con todo, decidimos redireccionar nuestra energía y probar suerte. En eso que conocimos a Jorge, un chaval de Alicante. Un "güey" muy majete, con mucho desparpajo, y que ya habla medio en mexicano. No en vano lleva viajando un año por México y seis meses en Puerto Vallarta. Él nos ayudó a acabar de despejar las nubes que se habían posado sobre nuestras cabezas diciéndonos que hay trabajo y que, si te lo montas, puedes ganar bastante dinero.
Quiero ser agradecido con la vida y me gusta pensar que estamos tocados por los duendes o por los "elementales" y como la suerte te va sonriendo más conforme te vas aproximando a ella, lo hemos conseguido. ¡Tenemos "chamba"! como dicen aquí.

Ya desde Barcelona proyectábamos este viaje como un camino de aprendizaje. Como un reto, que a pesar de que nos impresionaba, a la vez nos seducía imaginar qué tipo de situaciones nos planteaba, y qué tipo de recursos disponíamos para enfrentarlas o para disfrutarlas. También, qué conclusiones iríamos sacando después, que a la postre, es lo que nos va enseñando. La premisa del "sin billete de vuelta y a donde el viento nos lleve" no era más que una manera de forzar y buscar las situaciones y experiencias para intentar ser personas con más mundo, con más autoconfianza, para dar rienda suelta a la improvisación, para ser más adaptables, más sabios y cómo no, más libres.
Estos días han sido de esos en que antiguos fantasmas han salido de sus profundidades y nos han querido encadenar a sus miedos. Haciéndonos caer en la trampa de olvidarnos de la fe y la esperanza.
Beto un día nos dijo algo, que aunque no era nuevo para nosotros, estuvo bien que nos lo refrescara. "El problema no es desprenderse de las cosas materiales, lo verdaderamente doloroso es desprenderse de los propios esquemas personales". Y esto lo añado yo, "que a veces nos aprisionan, nos condicionan, nos hacen estar por debajo de nuestras posibilidades y no nos dejan ser totalmente libres".
Sigo siendo el de siempre, con mis dudas e inseguridades, pero algo me dice, quizá ya la experiencia, que las cosas importantes se van interiorizando poco a poco, casi sin darte cuenta. Y en eso estamos, en un camino de conocimiento, al menos de las cosas de aquí y quién sabe si esto nos llevará al camino de las cosas de allá. Ambos, el físico y el metafísico son largos y aún sentimos que no hemos hecho más que empezar.



Hoy siento que el suelo que pisamos es firme y que el horizonte ante nosotros es dilatado. Que no hay que perder nunca de vista la fe y confiar en las propias fuerzas. Que el Castanedasway se va consolidando y que el sol del Pacifico nos sonríe brillante.
Lo que pase mañana o pasado, ya se verá.



WELCOME TO THE HOTEL DREAMS




Fue así de simple. Mientras esperábamos la gran llamada o algún email esperanzador de alguna compañía de cruceros, recibí otra de un tipo que se hacía llamar Licenciado Márquez. Me reclamaba para una entrevista en el Hotel Dreams. ¿Para qué? Con la zozobra y la sorpresa no recordé preguntar para qué puesto era reclamada.
Así que ahí me presento con mis mejores galas y me encuentro a un señor simpático que me llama Antoñita con toda la familiaridad del mundo y me propone el puesto de terapeuta o de gerente de spa.
Me quedo atónita y por suerte me redirecciona a otra persona, Licenciada Alma Gómez, (qué les pasa a esta gente, que yo también soy licenciada eh! y no lo voy pregonando a los cuatro vientos) que sí me aclara que están buscando gerente pero que en seis días se incorpora al puesto y que necesitan terapeutas y quizá supervisoras.
La charla con esta mujer fue muy agradable, casi informal y en medio confesión me comenta que necesita hacer un cambio de aires en el spa y necesitan gente como yo! Siente que mi energía es muy especial y servirá para regenerar el funcionamiento del spa.
Os juro que hablé poco, sólo comenté qué terapias sabía hacer, en qué consistían, lo que opino de un masaje, etc... Ni tuve que enseñarle mis títulos.
Parecía cosa de magia.

Al día siguiente me cita para hacer un recorrido por el hotel, enseñarme el spa e invitarme a comer. Ese mismo día empezaron las gestiones para contratarme, tramitar el permiso de trabajo y todo el papeleo.

Así empezó todo y ya llevo nueve días trabajando en el spa del Hotel Dreams. Un hotel propiedad de un estadounidense donde sólo van estadounidenses.
El trabajo es duro porque hay días que no tienes ni un minuto para descansar y tienes que rascarlo para poder escaparte al lavabo o dar un trago de agua. Ocho horas al día, con un día de descanso a la semana. Suelo tener una media de cuatro o cinco masajes al día.
También es duro porque en un spa los masajes son muy comerciales y hay unos estándares que tienes que respetar aunque yo voy metiendo lo que puedo en esas normas. La gente va allá para olvidarse de sí mismos y el mundo, no van a escucharse o a curarse. Ésa es la gran diferencia.

Lo positivo de todo ello, es que estoy aprendiendo muchísimo con las compañeras, los clientes y las situaciones, además que encuentras personas con las que tienes un diálogo muy especial y sales fortalecida. También está la posibilidad de que te toquen masajes en la terraza del spa o en la playa y eso sí que es una gozada. Dar masajes viendo el mar o la puesta de sol, sintiendo la brisa y el sonido de las olas...
Los sueldos pese a que nos rodea yankeelandia no son precisamente estadounidenses, son mexicanos y el sueldo base no llega a 350 euros al mes. Pero lo bueno es que tienes comisión por cada masaje y los clientes dan unas propinas extraordinarias. Así que con todo eso puedo sacar un sueldo más o menos decente que nos permita ahorrar un poquito.
Hay otra pega. Para entrar a trabajar tengo que transformarme en una señorita con un uniforme muy "bonito" y peinarme al estilo de aquí, es decir, con el pelo peinado hacia atrás llena de gomina, al más puro estilo mojigata. Cuando paso cerca de un espejo aún me asusto, no me acabo de acostumbrar.






No sé cómo evolucionará todo pero de momento, aunque cansada, me siento muy feliz porque estoy haciendo lo que me gusta y pese a raras excepciones tienes recompensa en todos los sentidos.
El entorno es precioso y cada vez que salgo de trabajar aprovechamos para acercarnos al mar que siempre está presente.
La idea del crucero me parece ya lejana y no sé si me apetece trabajar de lo que sea en un sitio así. Ya no lo veo tan fantástico. Me gusta la idea de estar aquí y vivir en este sitio tan tranquilo y hermoso.
Aún estamos buscando un lugar definitivo para vivir, con la Paca por supuesto, no habría una casa mejor para nosotros. Tenemos ganas de aparcarla y estar más establecidos en un lugar fijo. Por comodidad y por ahorrar gasolina también.

Por ahora vivimos el momento y nuestros rincones favoritos de esta fabulosa costa.

SIGA INTENTÁNDOLO

Ahora me tocaba a mí hablar sobre mi trabajo pero, por un contratiempo de ultimísima hora, tendré que cambiar el guión.
El jueves de la semana pasada fui a una empresa de selección a entregar mi curriculum y me topé con un hombre con el que tuve una conversación bastante informal, nada que ver con la clásica entrevista de trabajo. Me preguntó de qué quería trabajar y yo ni corto ni perezoso le dije que de camionero local, nada de largas distancias, o en un canopy, aprovechando mi experiencia de escalador y mis conocimientos de fotografía. Los canopies son esos circuitos de aventuras en los que vas alternando tirolinas, rápeles, puentes colgantes y demás instalaciones acrobáticas. Hay muchos por la zona, están ubicados entre exuberante vegetación y son muy visitados por los turistas. A la vez, hay toda una infraestructura para hacer fotos a la gente mientras recorre el circuito para vendérselas después.
Total, que el tipo hizo una llamada delante mío y al colgar me aseguró que tenía trabajo de fotógrafo en el Canopy El Edén, solo tenía que hablar con un tal Sr. Crispín. La cita era el martes siguiente. A mi me apetecía mucho volver a colocarme un arnés, colgarme de una cuerda cámara en mano y estar al aire libre.
Cuando fui a hablar con el Sr. Crispín me comunicó que esas vacantes ya las tiene cubiertas, que lo que me ofrece es hacer fotos pero en otro ámbito. Resulta que donde ahora está ubicado El Edén, fue en su tiempo el lugar donde se rodó "Depredador", la peli de Schwazenegger. Tienen allí la maqueta original del personaje (del monstruo, no del gobernador) sobre un helicóptero de guerra y parece ser que los gringos andan loquitos por hacerse la foto en ese decorado. Eso era lo que el Sr. Crispín tenía reservado para mi y ni si quiera me ofrecía un sueldo, sólo un porcentaje por foto vendida. Hombre, me decepcionó un poco. No era la idea original de deambular por el vacío con los bártulos de escalada intentando hacer fotos un poco más espectaculares que la del bicho ese, pero accedí pensando que, según como me lo tomara, hasta podría ser divertido.
Quedamos en que empezaría al sábado siguiente. Nos intercambiamos los teléfonos y le pedí que si había algún cambio, me lo comunicara.
Bueno, pues como uno es precavido, el viernes por la tarde le llamé. No sé que historia me contó, pero resulta que ya no cuenta conmigo, que ha metido a no sé quién por no sé qué razón. La cara de tonto que se me hubiera quedado el sábado por la mañana, sí que hubiera sido digna de una foto, no como su fantástico decorado hollywodiense. Menos mal que le llamé. ¡Maldito impresentable!
Así pues, aquí acaba, de momento, mi experiencia laboral con los deportes de aventura y la fotografía en México, justo antes de empezar.
Lo que toca ahora es ir en busca otra vez de la suerte para que me vuelva a sonreír y me otorgue algo que sea mínimamente de mi agrado, si no, siempre queda la opción de que Antonia me enchufe en su hotel, y no como masajista, precisamente.