Tuvimos una entrada de lujo en D.F. Si no tenemos en cuenta las tres horas de caos circulatorio que nos supuso cruzar la ciudad de norte a sur más una hora perdidos para encontrar la casa de los padres de Ceci, Leonor y Andrés. Todo eso se olvidó tras el cálido recibimiento y la reconfortante cena y charla que nos ofrecieron. Además nos permitieron aparcar la Paca en su estacionamiento dentro del recinto compuesto por varios bloques de viviendas que ellos llaman Unidad Habitacional, cercado y vigilado por guardias de seguridad las 24h. Al principio nos impresionó mucho, porque parecía que entrabas en una fortaleza. Nos pidieron la identificación al entrar e incluso quedarse con ella, cosa que no permitimos y al mostrar tanta firmeza nos dejaron pasar, acompañados de uno de ellos.
Después de más de un mes ya es como nuestra casa y hemos visto que todas las unidades son así, no era nada fuera de lo común.
Ceci y Rodri no estaban en casa porque pasaron la noche con sus tíos Miguel y Gabi. Al día siguiente quedamos con ellos en el centro. Fue una explosión de alegría y abrazos por reencontrarnos con gente querida después de tres meses de viaje. Fue una excelente entrada a D.F. con Miguel como cicerone de excepción.
A partir de aquí empezó la vorágine de encuentros, citas, tequilas, petas, lugares y gentes especiales, risas, charlas, planes que se hacen, se deshacen y se vuelven a rehacer en la más pura improvisación mexicana.
Luego llegaron las Fiestas. Nochebuena la pasamos en casa de los padres de Ceci con algunos de sus primos y tíos en un encuentro tranquilo e íntimo que nos hizo sentir muy acogidos. Con una cena típicamente mexicana a base de frijoles, romeritos con camarón, nopales y ponche navideño entre otras cosas.
Ese mismo día por la mañana alquien nos picó a la puerta de la Paca. Resultó ser un tío rubio, con ojos azules, al más puro estilo alemán. Era alemán. Se llamaba Phillip y era un amigo de Ceci que había vivido siete años en Barcelona. Como nosotros aprovechó la ocasión de que Ceci venía a México para reunirse con ella y pasar aquí las fiestas. Entre peta y cafetito nos pusimos al día y descubrimos a un tipo con carcasa alemana y alma latina que despotricaba de la falta de espontaneidad de sus compatriotas. Un tío majísimo con el que sufrimos y disfrutamos el caos de moverse en D.F. y sus gentes. Se convirtió en un delicioso hábito el que nos picara a la Paca, para un café, un peta, o un desayuno, con un desparpajo encantandor.
La Navidad decidimos pasarla en la intimidad de nuestra familia, o sea, nosotros dos, la Huayna y la Paca.
Por fin, llegó la esperada boda entre Emma Sofía, hermana pequeña de Ceci, y Alejandro. Se hizo en un jardín precioso, montada con mucho cariño y sencillez. La comida estuvo riquísima, hubo de todo: frijoles, arroz, diferentes platos de nopales, con chile, cilantro... y sobre todo cerdo guisado, que al pobre habíamos visto días antes en una granja de Xochimilco, vivo claro.
Hubieron algunas cosas que nos decepcionaron, como su duración. En nuestro imaginario soñábamos con dos días seguidos de baile, juerga y alcohol y resultó que a la una de la mañana, cuando los mariachis y el mezcal ya habían calentado motores, la mayoría de la gente se había ido. Teniendo en cuenta que empezó a la una del mediodía, tampoco estuvo mal, pero en estos casos siempre quieres más.
Pero bueno, "disfrutemos, bailemos y lo pasemos ehtupendamente...!
La novia estaba guapísima y el discurso de los novios fue lúcido y emotivo a causa de la situación política delicada de parte de la familia de Alejandro. Antes del pastel, Guadalupe, hermana de Ceci que está en Nueva York con una beca de canto, nos deleitó con una pieza bellísima. Más tarde tuvimos el placer de conocer al pianista que la acompañó, Alex, y por unos momentos sentimos que estábamos conversando con cualquiera de los miembros de Cosmic Grass después de un bolo. Los músicos son una raza aparte, no existen nacionalidades. Nos iluminó el espíritu porque gracias a él tuvimos conocimiento de varios locales de música en directo en D.F., que tanto echamos de menos, donde él a veces toca jazz.
Ya al final, entre baile y copita fuimos recogiendo hasta dejar el jardín tal cual estaba y de forma muy agradable el día fue muriendo.
Xavi y Antonia
FOTOS EN EL VÍNCULO DE LA IZQUIERDA
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