25.2.08

ASCENSIÓN AL IZTACCIHUALT 5.230 MTS

Iztaccihuatl quiere decir mujer blanca en Náhualt. Es un volcán apagado, aunque sería más preciso decir que es un macizo volcánico que en su apogeo debió tener varios cráteres. Aún queda uno bien visible y yo diría que los dos circos que ahora están cubiertos por pequeños glaciares, condenados inevitablemente a su desaparición en breve, son cráteres erosionados.
Cuenta la leyenda que había una joven princesa pretendida por un apuesto plebeyo. A él, para merecer el amor de ella, le enviaron a la guerra. Pasaron los años y no regresó y la princesa desconsolada se abandonó a un sueño eterno. Cuando por fin regresó, encontró que su amada yacía inerte y más bella que nunca y decidió sentarse a su pies a la espera de que algún día despertara. Ella es el Iztaccihuatl y él, el Popocatépetl y desde la distancia, en efecto, el Izta parece una mujer dormida y el Popo un hombre sentado con aquella postura del que se abraza las rodillas. Dicen también, que cuando estas montañas despierten, este país, maltratado por su propia historia, comenzará a despuntar. Por el momento el Popo ya lleva algunos años escupiendo continuas fumarolas de esperanza, algunas de ellas, de gran espectacularidad.




Pues bien. Cuando llegué a D.F., me enteré que al Popo está prohibido subir debido a su actividad, pero supe de la existencia de La Mujer Dormida. Conocí a algunos que lo habían ascendido y fui recopilando información mediante ellos y por internet. Incluso algunos días, cuando la contaminación lo permitía, al oriente de la ciudad emergían las dos cumbres con ese aire altivo de las grandes montañas. De hecho, la tarde que enterramos a Huayna, el Iztaccihuatl estuvo presente en la distancia tintado con las luces del ocaso.



Después de dos meses de posponer el deseo creciente, por fin llegó el momento. Al final no pude engañar a nadie de los de por aquí y el que se dejó engañar, Luís Arturo, no pudo venir. Bueno sí, hubo alguien a quien sí engañé, mi fiel compañera. A mi me hacía ilusión que Antonia, después de tanto tiempo explicándole las sensaciones que se viven en la altura, pudiera experimentarlas por sí misma y ésta era la montaña idónea porque, al margen del respeto que siempre hay que guardarle a la alta montaña, no presenta grandes dificultades técnicas.


A mí me producía mucha curiosidad experimentar la altura, por todo lo que me había explicado Xavi y por las lecturas de Kurt Diemberger o Messner. Pero también me daba muchísimo respeto y sentía inseguridad hacia las reacciones de mi propio cuerpo, por eso a la primera intentona frustrada por un catarro de Xavi, me alegré por dentro. Me daba curiosidad pero también me daba pereza sufrir, esa ambivalencia que siempre he sentido por la alta montaña.


Elegimos ir entre semana para encontrar una soledad que se materializó por completo. ¡Estábamos totalmente solos! Como esos días estábamos en Amecameca, tan solo tuvimos que ascender los 30 kms de carretera al Paso de Cortés, un puerto entre el Izta y el Popo, más 8 kms de pista hasta La Joya, casi a 4000 mts, lugar de donde sale el camino hacia el refugio de Los Cien. Comenzamos a caminar pasado el medio día, con suficiente margen de tiempo y un cielo caprichoso que se cubría y se despejaba según su antojo, pero nunca amenazante. La primera mitad de la aproximación fue tranquila y a un ritmo pausado. A pesar del peso de la mochila y que la respiración ya empezaba a ser entrecortada me encontré muy bien. Pude comprobar que dos meses viviendo en D.F., a 2500 mts, habían hecho su efecto en la aclimatación. La segunda parte ya se hizo más dura, sobre todo a Antonia. A media hora del refugio y al cambiar de vertiente, el fuerte viento nos arrancó literalmente a grandes mordiscos el calor del cuerpo. Cuando entramos en el refugio estábamos totalmente destemplados y nos costó un buen rato entrar en calor.


Empecé bien y aunque sentía que mi cuerpo no estaba como siempre podía caminar y tener un ritmo lento pero estable. Fue casi llegando al tercer portillo y de éste al cuarto, cuando faltaba como unos 300 mts de desnivel para llegar al refugio cuando se hizo muy penoso para mí. La mochila cada vez pesaba más y sentía que era la más pesada de mi vida. El pecho estaba encogido y no podía agrandarlo en las inhalaciones, a la vez que sentía una punzada en el final del esternón cada vez que lo hacía. No tenía migrañas pero sentía como si tuviera un casco que me comprimiera la cabeza.
Ya casi llegando al refugio me decía a mí misma que no iba a subir al día siguiente, porque serían peores las sensaciones. No pensaba "Estos alpinistas están locos" pero sí que encontraba malsano subir en estas condiciones y no estoy hecha para este tipo de sacrificio.



Un café bien caliente y unos sorbos de tequila que alguien había dejado allí, ayudó a templarnos mientras veíamos el atardecer a través de los cristales. Ya cenando y con la oscuridad total, la gran masa de luces urbanas de los veinte millones de habitantes del Distrito Federal se perdía en el horizonte 2000 mts por debajo de nuestras cabezas.
El viento siguió rugiendo toda la noche pareciendo que fuera a arrancar alguna chapa metálica de la estructura del refugio en cualquier momento. Cuando salimos a hacer la última evacuación, la niebla nos envolvía creándome muchas dudas. Todo eso, la altitud con una pequeña migraña, el frío y los nervios que siempre se adhieren al saco la noche antes del ataque a la cumbre, hizo que no pudiéramos dormir profundamente en toda la noche. El despertador sonó a las seis, me asomé a la ventana y no brillaba ninguna estrella. El viento, aunque con menor intensidad, seguía soplando. Ya a las siete, con claridad, pude ver que esas nubes que tapaban las estrellas eran altas, que la montaña estaba despejada y el viento parecía que aminoraba. El ánimo se apoderó de mi y tras un café y una barrita energética me puse en marcha. A las siete y media, en mi línea.

Al oír el despertador y a Xavi poniéndose en marcha, sentía el dolor de cabeza que no me había abandonado en toda la noche. No pude dormir, ninguna posición me ayudaba a obviar la opresión que sentía en el pecho y pensé "aquí me quedo". Seguí en el refugio en compañía de nuestros amigos ratoncitos que nos habían acompañado toda la noche.


Al llegar al filo de la arista, el amanecer me hizo un regalo en forma de un denso mar de nubes en la vertiente de Puebla, la Este. A partir de ahí un terreno vertical entre fantasmagóricas formaciones volcánicas me depositó en la denominada Primera Rodilla, ya a 5000 mts. En ese punto pude ver parte de la larga travesía que va recorriendo la anatomía de La Mujer Blanca. El paisaje era un tanto desolado y la absoluta soledad multiplicaba la sensación de pequeñez. Pero a la vez, era un acicate que me empujaba a adentrarme en ese territorio. Encontrarte solo en un entorno de alta montaña es una sensación de plenitud que te ensancha el pecho ya empequeñecido por la falta de oxígeno.
El día fue calentándose, no había ninguna nube amenazadora y el Popo, siempre a mis espaldas, estaba espléndido. Con el ritmo lento que te marca la altitud y la respiración acelerada, llegué al borde del glaciar, que sería el vientre. En el lado opuesto vi por primera vez la cumbre. No estaba lejos, quedaba cruzarlo para acceder a una arista, que restos de azufre la teñían de amarillo, para situarme al pie de la pirámide somital. Los últimos metros fueron lentos, pero cargados de la emoción que te otorga el saber que ya nada te va a privar de encaramarte a ese punto deseado. Pero cuál fue mi sorpresa cuando al llegar a la supuesta cumbre vi que más hacia el norte, al otro lado de otro pequeño glaciar, había otro punto elevado con una cruz. Desde la distancia parecía más bajo, pero donde yo estaba no había nada, ni siquiera una fita que me sacara de dudas. Así pues, aunque me costó reconocerlo, llegué a la conclusión que la cumbre principal era la otra y que donde estaba era una antecima y a pesar de que ya me sentía algo desgastado hice el último esfuerzo, por aquello de la honestidad.


Me desperté a las nueve y media. El dolor de cabeza persistía pero al comer algo y beber un poco se fue calmando. El café ya fue totalmente reparador.
Justo en ese momento aparecieron en el refugio unos chavales de quince años aproximadamente, eran siete u ocho. No tenían pinta de montañistas, para nada. Iban vestidos con tejanos y bambas, parecían que estaban de paseo. No llegaron a la vez y hasta que no se reunieron todos no entraron en el refugio. Aunque no me daba buena vibra, opté por buen humor y simpatía, hablándoles y pregúntandoles mucho. En verdad que funcionó porque incluso pensaron que yo era la que guardaba ese refugio, ¡Si eran cuatro paredes de lata!
Algo hablaban pero sobre todo a lo que se dedicaron es a arrasar con la comida y el agua que los diferentes montañeros habían dejado en un estante del refugio e internamente pensé "Menos mal que estoy aquí porque hubieran arrasado con lo nuestro, dejándonos en calzones"
Después de un buen rato, se fueron y por fin pude relajarme y abandonar el refugio. El día no era cálido, el sol apenas calentaba y era una lucha contra el frío el disfrutar de las vistas y del paisaje.
Las vistas eran sobre todo de la ciudad de México y Amecameca, a lo lejos se vislumbraban las cumbres del Toluca y el Popo siempre omnipresente.
Al cabo de un ratito apareció un hombre vestido con pantalón corto, camiseta y una botella de agua. Era Ernesto. Se estaba preparando para la maratón y !había subido corriendo desde la Joya! Decía que aún no estaba en forma pero que estaba trabajando para ello y mantuve una agradable conversación con él. Durante la charla nos sorprendió un hongo de humo gris que salió del Popo. ¡Impresionante!



Disfruté del paisaje, me hice la foto de cumbre, comí algo, me fumé el cigarrito de rigor y emprendí el descenso dejándome deslizar por aquellas laderas que algunas eran de tierra descompuesta. A mitad de descenso, el Popo escupió una densa nube de ceniza gris que se elevó más de mil metros sobre él, un momento de gran espectacularidad. En el refugio me esperaba Antonia con los brazos abiertos y compartí con ella la alegría de la cima. Uno de los síntomas de la altura, entre muchos otros, es la falta de apetito y en toda la ascensión no comí prácticamente nada, con lo cual en ese momento me sentía bastante desfallecido. Descansé un poco, me preparé un precocinado de pasta calentito que me sentó divinamente y me recuperé.
La bajada a La Joya nos la tomamos con mucha calma, disfrutando del camino que el día anterior había costado tanto subir y gozando de una tarde que al final acabó siendo espléndida, con un cielo limpio e intenso. Ya casi abajo nos cruzamos con un guía que subía con su cliente a pasar la noche en el refugio para intentar al día siguiente la cumbre. Le pregunté cuál de las dos es la cumbre principal y me dijo que la primera, que entre las dos hay una diferencia de diez metros. Así pues, fui a la de la cruz en vano, pero si en el Pirineo se consideraría como dos tresmiles, puedo decir con total autoridad que he hecho dos cincomiles,¿no?


Para mí casi el mejor momento, cuando llegas al coche y ya no tienes que andar y cargar nada más. Había disfrutado-sufrido la experiencia y ya sabía en mis propias carnes de qué se trataba. No pienso repetirla.
En mi interior añoré los paisajes salvajes del Pirineo y las ascensiones o aproximaciones que siempre te sobrecogen la mirada en esas tierras. ¡Y sin dolores de cabeza! ¡Y respirando con normalidad!


El día acabó de vuelta en Amecameca, cenando con la compañía de Rosa María y Yaotecatl en ese acogedor comedor. Me encontré muy cómodo durante toda la ascensión, pese a que no estoy en mi mejor momento físicamente. Y, además, con la buena sensación de haberme reencontrado, después de tanto tiempo, desde el Himalaya, con esas sensaciones tan especiales que sólo te ofrece la gran altura.

XAVI Y ANTONIA


INFORMACIÓN TÉCNICA

El Iztaccihuatl tiene varias rutas de ascenso. Había una que me atraía mucho que discurre por su vertiente Oeste y traza una línea bastante directa hacia El Pecho, que es la cima principal, pero su desnivel es considerable (2500 mts), ya que parte del pueblo de San Rafael, a 2700 mts. Como no estoy en un estado de forma increíble, decidí hacer la ruta normal o Arista de la Luz, de mucho menos desnivel al empezar a 3990 mts. La Arista de la Luz recibe su nombre porque recorre la arista sur del macizo y comienza la ascensión por la parte de Los Pies. En total son 1240 mts de desnivel. Hay gente que lo hace en el día, pero yo preferí hacer noche en el refugio de Los Cien (o del Diecinueve) para aclimatar mejor y porque me apetecía pasar una noche en la montaña.
Este invierno está siendo muy seco y la montaña no tiene prácticamente nieve, tan sólo queda algo en las vertientes nortes un poco por debajo de los 5000 mts. En condiciones normales la nieve empezaría un poco antes del refugio, a excepción de nevadas excepcionales, que también las hay. A parte del Glaciar de Ayoloco, el más grande y situado en el vientre y otro más pequeño en el circo del Pecho.

Aproximación al refugio de Los Cien (4720 mts)

Desnivel: 730 mts
Tiempo: de 3 a 5 horas (nosotros tardamos 5)
El camino empieza en La Joya y discurre primero por la arista Sur-Oeste que baja de la cumbre de Los Pies y después por la larga e irregular arista principal Sur. No va por el filo, sino que va cambiando de vertiente hasta cuatro veces mediante unos collados llamados "portillos". Comienza en la vertiente Oeste para acabar finalmente en la misma vertiente, lugar donde se asienta el refugio. Hasta el primer Portillo el camino discurre por una zona de matojo bajo. Entre el primero y el segundo (vertiente Este) empieza un terreno más o menos descompuesto de tierra suelta entre bloques de roca volcánica que se irá alternando con zonas mas sólidas hasta prácticamente la misma cumbre. Pasado el segundo Portillo una larga travesía ascendente flanquea por debajo del contrafuerte Oeste de Los Pies para ya en el tercer Portillo situarse en la arista principal. Aquí vuelve un tramo de tierra hasta que se encarama en la sólida arista para cruzar ya el cuarto, donde sólo queda ascender una pequeña colina tras la cual está el refugio. El refugio es sencillo pero acogedor, de unas 20-25 plazas y no demasiado sucio.



Ascensión al Iztaccihuatl (5230 mts)

Desnivel: 510 mts
Tiempo: de 3 a 4 horas (yo tardé 2:45 hasta la cumbre
principal, más 20 min hasta la falsa cumbre)

Saliendo del refugio se remonta una pendiente de tierra hasta volver a empalmar con la arista, unos 100 mts más arriba. La arista no es afilada, más bien es un ancho pilar de formaciones volcánicas entre las que vas buscando los pasos lógicos apoyando de vez en cuando las manos. Esta zona sería bastante perdedora si en el descenso ya se ha enganchado la niebla. Se llega así a la Primera Rodilla (5020 mts), que es el filo sur de un cráter abierto hacia el Este. Se atraviesa este cráter para situarse en la Segunda Rodilla y después superar otra cota que, digo yo, sería la cresta iliaca. Desde este punto ya tienes ante ti el Glaciar de Ayoloco y al fondo la cumbre. Para mí éste fue el tramo más bonito de toda la ascensión, como una especie de altiplano a unos 5100 mts flanqueado por varias cumbres, dándote la sensación de transitar por una plataforma bastante aérea. Se cruza el glaciar, que al final tenía unos pequeños penitentes (caprichosas formas que la fusión le da al hielo) para encaramarte a un lomo ondulante de colores naranjas y amarillos y que aún huele a azufre hasta situarte en la base de la pirámide somital. Ya sólo resta subir la corta arista Sur-Este de algo más de 100 mts. La cumbre es el filo Sur del Pecho. El Pecho es un pequeño circo con un glaciar abierto también hacia el Este en cuyo lado Norte se haya la cumbre secundaria, la de la cruz. En ninguno de los dos glaciares vi grandes grietas, sí vi pequeñas grietas de algunos centímetros de ancho producidas, diría yo, más por la dilatación del hielo que por el desplazamiento.



NOTA: Aquellos días tuvimos bastantes problemas con nuestros aparatos visuales. La cámara digital se pasó dos semanas en huelga, después, milagrosamente volvió a funcionar. Y el objetivo normal de mi analógica estaba en un taller del D.F. arreglándose. Así pues solo pude hacer fotos con el gran angular, dándole a todas ellas un efecto un poco irreal. Para colmo, cuando revelé la película resultó estar en mal estado, así que, Photoshop está bien pero no hace milagros. Os pedimos disculpas por el efecto pasteloso de algunas de ellas, pero al menos, os podemos ofrecer imágenes.

FOTOS EN EL VÍNCULO DE LA IZQUIERDA

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué comentario podría hacerse que no resultara banal? Solamente lo que siento al leer la fuerza. De ambos, claro! Pero de Xavi he aprendido el placer de llegar a la cima... en mi volcán!! Qué maravilla, Xavi!! Cómo me habría gustado intentarlo con ustedes...
Me alegro muchísimo por ti y por el Izta...

Xavi dijo...

Isma ¡Chúpate ésa, guapo! Con todo el cariño de tito Xavi

Anónimo dijo...

Chicos, sois unos campeones al cubo!
Menudo ascenso!
Julián

Anónimo dijo...

ke pasa gays..im tito angel.la verdad es k os odio x tener k comunicarme con vstros x esto d internet, me faig la pixa un lio.pero me mola,se k xavi lo faria peor sino fuese x necesidad...os leo y os kiero y alavo ...y alimpio.x aki tot guay.cambios y de jardinero,y fent ioga,etc.seguid asi abrazote y tmbe al cielo dls gats.thanks x ser .bsito antonia me acuerdo mlt lo k menseñaaste.abrazo culero.viva yo

Anónimo dijo...

ke pasa gays..im tito angel.la verdad es k os odio x tener k comunicarme con vstros x esto d internet, me faig la pixa un lio.pero me mola,se k xavi lo faria peor sino fuese x necesidad...os leo y os kiero y alavo ...y alimpio.x aki tot guay.cambios y de jardinero,y fent ioga,etc.seguid asi abrazote y tmbe al cielo dls gats.thanks x ser .bsito antonia me acuerdo mlt lo k menseñaaste.abrazo culero.viva yo

Xavi dijo...

Pues el caso es que, por lo que sea, ya me aclaro mucho mejor que tu con este trasto. Te jode,eh?¿Has visto qué croquis y qué mapas? Ábrete una cuenta, coño. Aunque pa lo mal que escribes...
De jardinero, no. a ver si te curras unas ricas plantitas.
Pensamos mucho en ti, tío. Y te añoramos mucho.
Cuídate mamón.
Cuando te vea te voy a dejar las nalgas rojas.
Xavi
Estoy a un paso de Cancún, si te animaras, le daría la patada al enrollator y me iría contigo. Deja las plantitas y vente. Viva Cancún!
Te queremos un chingo!
Antonia

maixe dijo...

Gracias por la descripcion detalle de su ascencion !
Impresionante!
Voy a intentarlo la semana proxima.
A ver si pueden contestar a unas preguntas:
- en el refugio de Los Cien hay literas o unas cobijas, algo para cocinar ? Me lo podrian describir un poco para saber que llevar ?
- El gaz sirve alla arriba o hay que usar algo con gazolina ?
- Se encuentra agua en el camino o hay que llevar el agua necesario ?
- como de cuantos degrados hablamos por la noche en el refugio ?

Les agradezco de antemano por su ayuda.
Max