LA GRAN METÁFORA DE LA PACA
Algunas semanas después, no recuerdo cuantas, de la primera cola de tormenta tropical, nos volvió a azotar una segunda, y ésta fue en sentido literal y metafórico.
En este clima tropical es habitual, en época de lluvias, que prácticamente cada día llueva de manera más o menos intensa y sin una hora fija. Cuando lo hace intensamente es una gozada sentir cómo el cielo se cae en forma de agua sobre tus cabezas y todo lo que hay bajo su dominio. Es una lluvia de temperatura templada pero furiosa que hace que las calles se conviertan en ríos en pocos minutos y no te importe en absoluto acabar empapado, al contrario, tiene su lado divertido y liberador. No se hacen interminables y el ambiente se refresca un poco, pero nunca se enfría lo suficiente como para sentirte incómodo después de haberte mojado.
Pero aquello fue diferente, no entrañaba la alegría de esa lluvia casi festiva y purificadora. Fueron muchos días, tampoco recuerdo cuántos, de lluvia continua y mantenida. La Paca ha sido durante todo este viaje nuestra casa, nuestro hogar que creamos con mucha ilusión desde el principio como una proyección de nosotros y que fuimos gozando y manteniendo a lo largo del camino, sintiéndonos algunos momentos casi invencibles. Pero en esos días no soportó tanta agua caída sin descanso y empezó a tener goteras y filtraciones. Como una gran metáfora, comenzó a mostrar debilidades que hasta el momento no había mostrado; como si un agente externo, el agua, símbolo del mundo emocional, pusiera en evidencia que habían más fisuras de las que imaginábamos. De repente, el agua y la humedad se apoderó de nosotros y de nuestro hogar. Estuvimos muchos días prisioneros de eso y prácticamente todo lo que estuviera en contacto con las paredes exteriores acababa empapado. Para colmo, menuda casualidad, una gotera sobre la cama de encima de la cabina, la nuestra, mojaba la parte que ocupaba Antonia impidiendo que se pudiera acostar a mi lado y obligándonos, o a dormir separados, o a dormir en la cama de atrás, que al ser más pequeña y corta no nos daba el descanso ni el arrullo que siempre habíamos tenido.
Además, cuando llegamos al Nogalito, poco antes de que empezara la época de lluvias, no nos dio la sensación de que fuera un lugar tan húmedo, pero al estar a la vera del río, rodeados de vegetación y cayendo agua a diario, sí lo era, con lo cual aquellos días, no había manera de que nada se secara y nos diera un poco de paz.
La situación nos desbordó, sentíamos que poca cosa podíamos hacer ante esta abrumadora realidad que nos acechaba y el Nogalito, ese lugar que nos podía haber dado la armonía para poder seguir soñando nuestro sueño, se fue convirtiendo en un espacio opresivo que nos metía cada vez más en una pesadilla.
Yo, después de valorar el aspecto técnico vi que lo más optimo era arrancar la vieja silicona del techo, castigada por la intemperie y volverlo a sellar, pero eso era muy laborioso y la lluvia no daba tregua, como si corriera a contra reloj y sintiera que el tiempo caía como una losa sin dejarnos pensar con claridad, sin poder parar el mundo unos instantes. Para salir del paso, lo único que pude hacer fue poner un trozo de plástico que cubriera la zona donde se generaba la gotera de nuestra cama. Y la cosa pereció que funcionaba, pero cuando ese agente externo volvía a irrumpir con fuerza, de nuevo teníamos que dormir separados o incómodos.
Y EL HURACÁN CONTINUABA
Aquel huracán al que Antonia hacía alusión en la anterior entrada no paró. Al contrario que la mayoría, que van perdiendo energía conforme pasan los días, éste fue adquiriendo más y más velocidad y fuerza generando un dolor cada vez más profundo y ácido. El río que pasa por Boca de Tomatlán se desbordó anegando el jardín donde hubiéramos vivido, al igual que mis ojos, que ya llevaban días desbordándose.
Pero éste huracán no tenía un sentido anti-horário, es decir, una fuerza centrípeta, sino que su fuerza era centrífuga y Antonia, por mucho que yo la intentara aferrar para que no se me fuera, no pudo mantenerse en el centro de su ojo hasta que al final salió disparada junto con esa tromba de agua que aquella cola de tormenta tropical nos trajo.
Decidió irse a vivir a un apartamento que alquiló en Vallarta porque la situación era insostenible. Yo no soportaba vivir sólo en nuestra Paquita ni el aislamiento del Nogalito y también me busqué algo por el centro. Por aquellos días los ríos se seguían desbordando, esta vez fue el de "El Edén". Al probar un día sus aguas note que su sabor era el mismo que la que caía por mis mejillas sin parar. Al rato parecía que volvían a su cauce, pero en realidad no era más que una puta montaña rusa de dudas y emociones en carne viva. Nada que ver con aquella en la que nos montamos una noche en Las Vegas, de la que no comentamos nada en su día, y que su carricoche nos transportó durante un momento eterno en un vaivén de felicidad sobre las miles de luces de la ciudad del pecado y bajo las estrellas del desierto de Nevada.
Ahora siento que la devastación ha sido extrema, que el sueño se ha roto en pedazos y que la distancia parece definitiva. Que no puedo vivir en el mismo lugar al que llegamos con tanta esperanza e ilusión y que nos acogió con tanta luminosidad, porque cada rincón de la Bahía me recuerda esa luz que ya no podré compartir o ese dolor que se ha aferrado a mis vísceras. Me siento agotado y no tengo fuerzas para seguir el viaje solo, no por ahora. No le veo sentido sin mi compañera de viaje, con la que pintamos con nuestras manos entrelazadas el lienzo de nuestros sueños durante tantos años. Ese lienzo que con nuestra magia lo acabamos convirtiendo en realidad y cada vez parecía más sólido e interminable.
Y el Pacífico, el mismo que varios miles de kilómetros más al Norte nos bautizó y nos catapultó hacia ese sueño hace ahora casi un año, se me antoja basto y duro. Mientras los cálidos brazos de mi Mediterráneo me susurran en la distancia promesas de bálsamos para mi corazón y fuerza para mi voluntad.
Así que en breve, antes de que acabe agosto, estaré pisando el suelo del lugar del que me fui y al que no quería volver por el momento, pero siento que no me queda otra elección para desprenderme de éste presente que me ahoga y me tiene atrapado. Sabiendo, también que cuando esté allí, echaré mucho de menos éste maravilloso continente y a la persona que, en un principio, se queda.
A la Paca la dejaremos guardada en un "storage" (un almacén para éste tipo de trastos) y quizá también adquiera la metáfora de dejarla dormir un tiempo para después despertarla los dos con fuerza renovada y quién sabe si poder curarle las heridas de su pobre estructura maltrecha por el camino. O simplemente como un faro, para mí, en el lejano horizonte americano que recuerde que los viajes son sueños que se hacen realidad. Aunque en estos momentos sienta que el sabor es amargo y ni tan siquiera pueda creer que pueda convertirse en agridulce, para al final acabar siendo sólo dulce.
El dulce más bonito que he tenido hasta ahora.
18.8.08
EL VIAJE CONTINÚA
El castanedasway se ha bifurcado en dos y cada uno de nosotros está transitando su aprendizaje personal, individual. Es un momento de afrontar solos, asomarnos al fondo de nuestra alma, frente al espejo que está siendo la vida en estos momentos.
Sólo se puede hacer en solitario, no puedes agarrarte a nada ni a nadie porque la única cosa que te puede sostener es tu centro. Por esta razón lo hemos tenido que vivir tan lejos de cualquier asidero posible para nosotros.
Desde el inicio de este huracán en nuestras vidas, en nuestro viaje, hace aproximadamente dos meses, hemos estado cada uno sin máscaras, mostrando los miedos e inseguridades que hemos cargado durante tanto tiempo con nosotros. Durante este tiempo hemos visto que algunas cosas se han perdido en este camino juntos, se han roto en pedazos, pedazos que no sabes juntar y pese al gran amor que nos inunda, dudas de si podrán hacerlo.
Quisimos afrontar esta etapa del viaje de forma pura y dejar descansar a la Paca. También descansar nosotros de ella un poco y así decidimos alquilar una casa en Vallarta cada uno por separado.
Así hemos pasado un mes, hasta que Xavi decidió tomar un avión a Barcelona.
Yo he decidido quedarme y esperar a un proyecto que tenía hace meses, desde que estuvimos en Nuevo México. En septiembre me voy a Albuquerque a estudiar durante dos meses Core Synchronism, una técnica que empecé hace un año en Barcelona y que querría pronfundizar y acabar de manejar con el creador de ella. Core synchronism.
Dio, Dani, Óscar e Iván estuvieron en el momento en el que estaba estudiando el primer nivel. Un día me llevaron de carrera a un taller porque la noche anterior fui al Mágic Festival en Olot para ver a Cosmic Grass y al día siguiente tenía clase en San Cugat. Les comenté que era el curso de mi vida.
Pues, aquí estoy, teniendo la oportunidad de estudiarla en la escuela y con el hombre que la creó. Todos estos masajes robotizados en el hotel Dreams han tenido su sentido pues me han ayudado a ahorrar para el curso y la manuntención.
En noviembre vuelvo a Vallarta y a partir de ahí todo es incertidumbre. No sé qué pasará. En el hotel Dreams me han dejado al puerta abierta para volver. Seguro que tendré que pasar un rato para volver a ahorrar y poder ser solvente. También existe la posibilidad de ir a Cancún, porque un gerente con el que trabajé aquí me ha invitado a trabajar con él. Además, en Los Cabos (Baja California), está Sara, una buena amiga que hice en el Spa y que me invita a ir también. Todo se abre en posibilidades con el único requisito de estar abierta y dispuesta a seguir aprendiendo a dejar fluir este mi castanedasway. Un castanedasway diferente al anterior, con otro nombre.
Es muy difícil describir todos los sentimientos que inundan mi corazón. Camino por estas calles y me siento plena por estar viviendo lo que estoy viviendo. En muchos momentos me siento muy triste por haber tenido que tomar la decisión de dejar este proyecto de vida con un hombre hermoso como es Xavi. Nuestra andadura juntos fue a veces muy difícil pero siempre hubo belleza y magia.
Algún asomo de duda me viene a la cabeza pero si miro de frente a mi alma, siento que todo mi ser me empuja a tomar esta decisión. No conozco una forma más honesta para seguir viviendo lo que estoy viviendo en estos momentos aquí, en Vallarta. Para poder seguir aprendiendo tengo que despojarme de todo. Sabía que este viaje era el viaje del desapego. Dejé Barcelona en el mejor momento de mi vida, con un trabajo que me gustaba y que se ajustaba a mis sueños, con amigos de muchos y pocos años maravillosos, con una relación fantástica con mi familia... Después, la Huayna se fue. Y ahora tengo que dejar mi relación con Xavi y nuestro Castanedasway. ¿Hay algo más a lo que tengo que desapegarme? Seguro que sí. Allí vamos. Hacia la pureza de esa libertad que el encabezamiento de nuestro blog aboga. Siento que he arriesgado y arriesgo mucho por esa libertad del alma, pero tengo que encontrar mi luz propia y brillar en su máximo esplendor hasta que llegue el momento de que se extinga y mi viaje en esta tierra acabe.
Esto es una despedida. Aquí se acaba este relato. Pero los sucesos no cesarán y la vida seguirá transcurriendo, tan pura, tan libre como sea capaz de afrontar.
Desde aquí os abrazo infinitamente a todo aquél/aquella que ha estado dando apoyo a este proyecto de una forma u otra. Siempre llegó esa fuerza hasta aquí. No existen palabras para describir la inmensa gratitud que siento.
Gracias.
Sólo se puede hacer en solitario, no puedes agarrarte a nada ni a nadie porque la única cosa que te puede sostener es tu centro. Por esta razón lo hemos tenido que vivir tan lejos de cualquier asidero posible para nosotros.
Desde el inicio de este huracán en nuestras vidas, en nuestro viaje, hace aproximadamente dos meses, hemos estado cada uno sin máscaras, mostrando los miedos e inseguridades que hemos cargado durante tanto tiempo con nosotros. Durante este tiempo hemos visto que algunas cosas se han perdido en este camino juntos, se han roto en pedazos, pedazos que no sabes juntar y pese al gran amor que nos inunda, dudas de si podrán hacerlo.
Quisimos afrontar esta etapa del viaje de forma pura y dejar descansar a la Paca. También descansar nosotros de ella un poco y así decidimos alquilar una casa en Vallarta cada uno por separado.
Así hemos pasado un mes, hasta que Xavi decidió tomar un avión a Barcelona.
Yo he decidido quedarme y esperar a un proyecto que tenía hace meses, desde que estuvimos en Nuevo México. En septiembre me voy a Albuquerque a estudiar durante dos meses Core Synchronism, una técnica que empecé hace un año en Barcelona y que querría pronfundizar y acabar de manejar con el creador de ella. Core synchronism.
Dio, Dani, Óscar e Iván estuvieron en el momento en el que estaba estudiando el primer nivel. Un día me llevaron de carrera a un taller porque la noche anterior fui al Mágic Festival en Olot para ver a Cosmic Grass y al día siguiente tenía clase en San Cugat. Les comenté que era el curso de mi vida.
Pues, aquí estoy, teniendo la oportunidad de estudiarla en la escuela y con el hombre que la creó. Todos estos masajes robotizados en el hotel Dreams han tenido su sentido pues me han ayudado a ahorrar para el curso y la manuntención.
En noviembre vuelvo a Vallarta y a partir de ahí todo es incertidumbre. No sé qué pasará. En el hotel Dreams me han dejado al puerta abierta para volver. Seguro que tendré que pasar un rato para volver a ahorrar y poder ser solvente. También existe la posibilidad de ir a Cancún, porque un gerente con el que trabajé aquí me ha invitado a trabajar con él. Además, en Los Cabos (Baja California), está Sara, una buena amiga que hice en el Spa y que me invita a ir también. Todo se abre en posibilidades con el único requisito de estar abierta y dispuesta a seguir aprendiendo a dejar fluir este mi castanedasway. Un castanedasway diferente al anterior, con otro nombre.
Es muy difícil describir todos los sentimientos que inundan mi corazón. Camino por estas calles y me siento plena por estar viviendo lo que estoy viviendo. En muchos momentos me siento muy triste por haber tenido que tomar la decisión de dejar este proyecto de vida con un hombre hermoso como es Xavi. Nuestra andadura juntos fue a veces muy difícil pero siempre hubo belleza y magia.
Algún asomo de duda me viene a la cabeza pero si miro de frente a mi alma, siento que todo mi ser me empuja a tomar esta decisión. No conozco una forma más honesta para seguir viviendo lo que estoy viviendo en estos momentos aquí, en Vallarta. Para poder seguir aprendiendo tengo que despojarme de todo. Sabía que este viaje era el viaje del desapego. Dejé Barcelona en el mejor momento de mi vida, con un trabajo que me gustaba y que se ajustaba a mis sueños, con amigos de muchos y pocos años maravillosos, con una relación fantástica con mi familia... Después, la Huayna se fue. Y ahora tengo que dejar mi relación con Xavi y nuestro Castanedasway. ¿Hay algo más a lo que tengo que desapegarme? Seguro que sí. Allí vamos. Hacia la pureza de esa libertad que el encabezamiento de nuestro blog aboga. Siento que he arriesgado y arriesgo mucho por esa libertad del alma, pero tengo que encontrar mi luz propia y brillar en su máximo esplendor hasta que llegue el momento de que se extinga y mi viaje en esta tierra acabe.
Esto es una despedida. Aquí se acaba este relato. Pero los sucesos no cesarán y la vida seguirá transcurriendo, tan pura, tan libre como sea capaz de afrontar.
Desde aquí os abrazo infinitamente a todo aquél/aquella que ha estado dando apoyo a este proyecto de una forma u otra. Siempre llegó esa fuerza hasta aquí. No existen palabras para describir la inmensa gratitud que siento.
Gracias.
9.7.08
ESTOS ÚLTIMOS MESES
Sabemos que hemos estado mucho tiempo en silencio, pero las semanas van cayendo casi sin darnos cuenta. El día a día va adueñándose de nosotros y apenas nos da tiempo para reflexionar por donde estamos transitando.
Todo va con un ritmo lento y frenético con una cotidianidad de cambios profundos que se suceden de una semana a otra en nuestras almas. No sé qué tiene esta bendita tierra, pero no te deja indemne.
Voy a empezar explicando cambios importantes y cotidianos. Como ya sabeis estamos los dos trabajando con un ritmo bastante fuerte, por suerte, volvemos más o menos a la misma hora y nos da tiempo a comentar un poco el día antes de prepararnos para el día siguiente. La lástima es que no coincidimos nunca en nuestros días de descanso, así que no podemos salir mucho a conocer la zona. Nos escapamos alguna tarde a descubrir alguna playa o a ver alguna película en el centro. La verdad es que la zona histórica del centro nos gusta mucho, es muy tranquila y agradable. Da gusto pasear por allá, asomarse a la playa, sentir al mar de cerca que siempre está omnipresente. Es un alivio porque siempre sentimos que nos libera y nos limpia cuando lo necesitamos. Es muy diferente a nuestro Mediterráneo, es más misterioso e inquietante, más oscuro. Pero ofrece unas puestas de sol bellísimas y diferentes. Nos pacifica el alma y nos da horizontes para saber que podemos ir más allá.
Nos costó dos meses poder encontrar un lugar para poder vivir, el ritmo es más lento por aquí y todo tienes que hacerlo con esa cadencia mientras Xavi buscaba trabajo y necesitaba la Paca para poder recorrer Vallarta y sus colonias en cada entrevista. Así, que el día a día durante estos casi tres meses fue duro, porque al final de la jornada laboral lo que querías era descansar y teníamos que llamarnos para saber dónde estaba la Paca y volver a "casa", o yo tenía que esperarlo en un OXXO (especie de tienda multiservicios) que estaba cerca del hotel hasta que acabara con sus gestiones. Fue agotador y a veces nos crispaba porque las noches eran sagradas para descansar y el único sitio que encontrábamos era un mirador hacia el mar que elegían las gentes del lugar para aparcar sus coches, poner la música a tope y hacer su botellón. Esas semanas fueron estresantes porque el lugar era precioso y cuando ya era la hora de acostarse es cuando venían. Quizá el tipo de música era lo de menos, pero siempre ponían la misma, todos, o regatón o banda, música típica de aquí, que al final nos ponía nerviosos ya sólo de sentir la línea de bajo hecha con un trombón. El volumen era impresionante, porque no es que se escuchara la música es que vibraba la Paca con los graves! Así que intentar dialogar o sufrirlo o escaparnos era nuestra rutina nocturna. A veces probábamos a dormir en una calle solitaria del centro, pero el calor era sofocante. Aquí la humedad es brutal y no corría una brizna de aire.
Nos resistíamos porque dormir con el arrullo del mar era un regalo y las mañanas con esa imagen en la ventana era empezar el día de una forma única.
enlace con fotos de mientras tanto
En estas idas y venidas descubrimos un lugar que se llama el Nogalito. Es como un rancho con cuatro casas, por donde pasa un arroyo. Lo descubrimos buscando silencio y entrábamos en la pista de tierra. Allí aparcábamos en una pequeña explanada al lado de una bomba de agua. Hacía más fresco y un silencio total. Era nuestro refugio
Entre todos los trámites, buscábamos lugar en Boca de Tomatlán, aquel pueblo al lado de la playa donde conocemos a Karla y Michel. Está lejos del centro y del Hotel pero nos gustaba mucho ese lugar y estar tan cerca del mar.
enlace con fotos de boca
Al poco de encontrar trabajo Xavi, ya nos centramos en buscar ese terreno que necesitábamos para nuestra salud mental y física. Un hogar estable. Vivir en la Paca es maravilloso pero cuando estás trabajando con una rutina no es lo mismo que estar viajando de un lugar a otro con ella. Necesitábamos estar fijos en algún lugar.
Hicimos nuestras pesquisas, hablando día tras día con las gentes de la zona donde veíamos algún terreno adecuado para la Paca, charlando al ritmo mexicano, platicando una y otra vez. Hasta que encontramos una oportunidad en Boca, un sitio precioso, un jardin cerca del río. Nos gustó mucho y el dueño estaba muy interesado. Nos dijo que tenía que abrir una puerta en el muro, que ya lo había pensado y que lo haría en dos días para que fuéramos a vivir allá. Estábamos emocionados, los dos con trabajo, viviendo en Boca cerca de esta pareja de amigos y otras personas muy agradables que conocimos hace unos días. Genial. La vida provee.
¿Qué pasó? Pues aún la puerta está por hacer, el tipo éste, Efrén, no da señales de vida y todo se esfumó.
¿Nos importó? No, porque teníamos un plan alternativo, pero si hubiera sido por ese capullo aún estaríamos dando vueltas por las calles de Vallarta o la costa.
Nuestro plan alternativo era también muy atractivo y es donde estamos ahora.
EL NOGALITO
Nos incursionamos durante tres semanas en este pequeño rancho, rodeado de jungla y arroyos, platicando con unos y con otros, tranquilamente, sopesando, hasta que una noche, cenando en un puesto de quesadillas, nos vimos rodeados con todos los del pueblo dando ideas y buscando entre todos un lugar para esa pareja de la autocaravana que estacionaban al lado de la bomba. ¡Todos nos conocían! Fue un verdadero viaje, conocer a estos personajes que están todos ligados por parentesco, con todo lo que eso conlleva. Nos fascinaba el entorno y sus gentes y pensamos con determinación que éste era el lugar, incluso antes de que nos dejara tirados Efrén. Pensamos que era más seguro, la época de lluvias es muy fuerte y desborda los ríos y arroyos. El jardín de Efrén está ganado al lecho del río y algo dentro de nosotros nos asustaba que así fuera. La naturaleza vuelve a su cauce o esa es su tendencia. Además, aquí estamos muy cerca de las cosas que ofrece Vallarta.
Así que después de mucho buscar encontramos un terrenito vallado a la orilla del arroyo pero no en su cauce, en medio del pueblito, con una toma de agua y la posibilidad de tener electricidad que aún no hemos podido gestionar. Allí hemos colocado la Paca, hemos puesto el toldo y nuestras sillitas, bajo un mango y un aguacate que de vez en cuando van bombardeándonos con sus frutos. Xavi que es un manitas para todo, ya ha hecho sus chapuzas y tenemos el agua conectada a la Paca siempre, con una segunda salida para tener agua fuera, al lado del toldo y poder ducharnos allí, que es una gozada. Después de haber sufrido con la escasez de agua estos tres meses era un alivio. Yo, por suerte, me podía duchar en los vestuarios del Hotel, pero Xavi se bañaba literalmente en el mar, con jabón y todo. El depósito de la Paca es pequeño y si te duchas con la cotidianidad humana acostumbrada nos duraba tres días escasos y sí podíámos llenar gratis en las gasolineras, pero en Vallarta no hay tantas y ya empezaban a mirarnos mal.
El otro día preparó el suelo de nuestro "porche" para que estuviera plano y poder colocar con el tiempo un hule y poder hacernos masajes allá, nuestros estiramientos y todo lo que nos apetezca.
Nos falta una mesita que en breve conseguiremos y ya será el acabose.
La única pega, la única, ¿Sabéis cuál es? Los bichos.
Somos muy aprensivos con los bichos, pero es que aquí son muchos, muy raros y grandes!!! Las polillas son del tamaño de un puño. Y las arañas y los escarabajos voladores... Y la cantidad de bichos susceptibles de picarte.... ¡Estamos cosidos a picadas con repelente y todo!
Como nos dijo el Sr. Olimpio, nuestro vecino, con el tiempo te dejan de picar porque ya te conocen... Otro vecino, Don Justo, nos recomendó quemar las hueveras de cartón porque el humo los aleja...
¡Paciencia! Mientras, intentamos que no entren en el recinto sagrado de la Paca, aunque una vez se nos coló un insecto que casi me mata del susto mientras dormía. Me despertó un zumbido del tamaño de un elefante, abro los ojos y veo un bicho que hace destellos de luz. Son unos bichos que están por todo el Nogalito, luciérnagas voladoras que desprenden luz parpadeante y son bonitas... de lejos.
O otra noche que de repente vimos una araña andando por la encimera de la cocina. Era una araña de esas de las de verdad, enorme y de patas gordas, que son capaces de hacerte soñar con ella la noche de haberla visto. El miedo nos venció y no pudimos evitar matarla aunque nos pesó.
Durante el día es más tranquilo en este tema, aunque el terreno es campo libre para gallinas y gallos de no sé quien, también hay una colonia de gatos que por desgracia nos evitan, nos miran de lejos y no se acercan. Ah! Y hace unos días descubrimos una ardilla que hace sus paseos por el aguacate encima de nosotros y una iguana gigante que se pasea y al escuchar nuestros pasos se escapa corriendo al río.
De todas formas, al principio no fue llegar y besar el santo. Al día de estacionar la Paca, empezó a llover una semana entera sin parar. Era la cola de una tormenta tropical que estaba más al sur y vimos que había una gran gotera en el aire acondicionado. A causa de tantos baches, topes y carreteras mexicanas, el aire acondicionado se desplazó de su lugar y el agua se escurría por allá. Lo sabíamos, pero Xavi necesitaba un lugar tranquilo para poder desmontarlo y colocarlo en su lugar. La lluvia nos ganó y pasamos una semana húmeda y con barreños en medio del escaso espacio que deja la Paca. Al finalizar esta tormenta se pudo poner en marcha y lo arregló el campeón.
Ahora sí, estamos en plena temporada de lluvias y todo va como la seda, sin goteras, ni humedades y dejándonos purificar por esta lluvia repentina y refrescante.
En definitiva, estamos muy contentos de estar aquí, tener este espacio tan precioso al volver de la jornada laboral, poder tener agua y ducharte cuando te dé la gana, poder lavar ropa y tenderla al sol. Cosas sencillas y básicas.
Así ruge la jungla una noche cualquiera
enlace con fotos de El Nogalito
Nos sentimos agradecidos de estar aquí y de estar trabajando en cosas que nos gustan aunque las condiciones no sean las mejores. Nos permite ahorrar para nuestros proyectos y vivir que no es poco. Además ahora como la temporada está más floja, me suelen dar "días sin goce" (aunque los goce muchísimo yo) que quiere decir sin cobrar ya que el trabajo escasea y van dando descansos a las terapeutas. Esta semana me han dado dos además de mi día de descanso normal. O sea, que aunque sea menos dinero también descanso, cosa que no está nada mal....
El nogalito nos da la tranquilidad y estabilidad que necesitamos ya que en este momento estamos pasando por un momento de transición muy movido. Gracias a la providencia, al gran espiritu, a dios, al encontrar este remanso de paz, el movimiento interno se ha abierto paso en nosotros y estamos viviendo un verdadero terremoto emocional y espiritual en nuestras vidas. Hay mucho dolor e incertidumbre pero a la vez el amor nos envuelve a los dos y nos hace estar en nuestro centro intentando sobrellevar estos momentos de cambio en nuestro sistema de creencias, en nuestra actitud vital, en nuestro presente.
Estamos juntos en este especie de huracán, intentando no movernos de su ojo aunque sabemos que el alrededor está agitándose y cuando acabe quién sabe lo que encontraremos, qué devastación habrá y qué base habrá para caminar de nuevo sobre suelo firme.
Soy ambigua y no doy detalles pero no son necesarios en este momento porque estamos en pleno proceso. Como en la introducción de nuestro blog, sólo intentamos brillar con nuestra luz, la de cada uno para no confundirnos en este mar de estrellas que nos rodea.
Somos fuertes y esta bendita tierra nos protege. Vuestro amor y fuerza la sentimos cerca y no nos da miedo. El amor nos rodea y es nuestro timón, sabemos que así no nos equivocaremos.
Estamos donde queremos estar y eso ya es un regalo.
Todo va con un ritmo lento y frenético con una cotidianidad de cambios profundos que se suceden de una semana a otra en nuestras almas. No sé qué tiene esta bendita tierra, pero no te deja indemne.
Voy a empezar explicando cambios importantes y cotidianos. Como ya sabeis estamos los dos trabajando con un ritmo bastante fuerte, por suerte, volvemos más o menos a la misma hora y nos da tiempo a comentar un poco el día antes de prepararnos para el día siguiente. La lástima es que no coincidimos nunca en nuestros días de descanso, así que no podemos salir mucho a conocer la zona. Nos escapamos alguna tarde a descubrir alguna playa o a ver alguna película en el centro. La verdad es que la zona histórica del centro nos gusta mucho, es muy tranquila y agradable. Da gusto pasear por allá, asomarse a la playa, sentir al mar de cerca que siempre está omnipresente. Es un alivio porque siempre sentimos que nos libera y nos limpia cuando lo necesitamos. Es muy diferente a nuestro Mediterráneo, es más misterioso e inquietante, más oscuro. Pero ofrece unas puestas de sol bellísimas y diferentes. Nos pacifica el alma y nos da horizontes para saber que podemos ir más allá.
Nos costó dos meses poder encontrar un lugar para poder vivir, el ritmo es más lento por aquí y todo tienes que hacerlo con esa cadencia mientras Xavi buscaba trabajo y necesitaba la Paca para poder recorrer Vallarta y sus colonias en cada entrevista. Así, que el día a día durante estos casi tres meses fue duro, porque al final de la jornada laboral lo que querías era descansar y teníamos que llamarnos para saber dónde estaba la Paca y volver a "casa", o yo tenía que esperarlo en un OXXO (especie de tienda multiservicios) que estaba cerca del hotel hasta que acabara con sus gestiones. Fue agotador y a veces nos crispaba porque las noches eran sagradas para descansar y el único sitio que encontrábamos era un mirador hacia el mar que elegían las gentes del lugar para aparcar sus coches, poner la música a tope y hacer su botellón. Esas semanas fueron estresantes porque el lugar era precioso y cuando ya era la hora de acostarse es cuando venían. Quizá el tipo de música era lo de menos, pero siempre ponían la misma, todos, o regatón o banda, música típica de aquí, que al final nos ponía nerviosos ya sólo de sentir la línea de bajo hecha con un trombón. El volumen era impresionante, porque no es que se escuchara la música es que vibraba la Paca con los graves! Así que intentar dialogar o sufrirlo o escaparnos era nuestra rutina nocturna. A veces probábamos a dormir en una calle solitaria del centro, pero el calor era sofocante. Aquí la humedad es brutal y no corría una brizna de aire.
Nos resistíamos porque dormir con el arrullo del mar era un regalo y las mañanas con esa imagen en la ventana era empezar el día de una forma única.
enlace con fotos de mientras tanto
En estas idas y venidas descubrimos un lugar que se llama el Nogalito. Es como un rancho con cuatro casas, por donde pasa un arroyo. Lo descubrimos buscando silencio y entrábamos en la pista de tierra. Allí aparcábamos en una pequeña explanada al lado de una bomba de agua. Hacía más fresco y un silencio total. Era nuestro refugio
Entre todos los trámites, buscábamos lugar en Boca de Tomatlán, aquel pueblo al lado de la playa donde conocemos a Karla y Michel. Está lejos del centro y del Hotel pero nos gustaba mucho ese lugar y estar tan cerca del mar.
enlace con fotos de boca
Al poco de encontrar trabajo Xavi, ya nos centramos en buscar ese terreno que necesitábamos para nuestra salud mental y física. Un hogar estable. Vivir en la Paca es maravilloso pero cuando estás trabajando con una rutina no es lo mismo que estar viajando de un lugar a otro con ella. Necesitábamos estar fijos en algún lugar.
Hicimos nuestras pesquisas, hablando día tras día con las gentes de la zona donde veíamos algún terreno adecuado para la Paca, charlando al ritmo mexicano, platicando una y otra vez. Hasta que encontramos una oportunidad en Boca, un sitio precioso, un jardin cerca del río. Nos gustó mucho y el dueño estaba muy interesado. Nos dijo que tenía que abrir una puerta en el muro, que ya lo había pensado y que lo haría en dos días para que fuéramos a vivir allá. Estábamos emocionados, los dos con trabajo, viviendo en Boca cerca de esta pareja de amigos y otras personas muy agradables que conocimos hace unos días. Genial. La vida provee.
¿Qué pasó? Pues aún la puerta está por hacer, el tipo éste, Efrén, no da señales de vida y todo se esfumó.
¿Nos importó? No, porque teníamos un plan alternativo, pero si hubiera sido por ese capullo aún estaríamos dando vueltas por las calles de Vallarta o la costa.
Nuestro plan alternativo era también muy atractivo y es donde estamos ahora.
EL NOGALITO
Nos incursionamos durante tres semanas en este pequeño rancho, rodeado de jungla y arroyos, platicando con unos y con otros, tranquilamente, sopesando, hasta que una noche, cenando en un puesto de quesadillas, nos vimos rodeados con todos los del pueblo dando ideas y buscando entre todos un lugar para esa pareja de la autocaravana que estacionaban al lado de la bomba. ¡Todos nos conocían! Fue un verdadero viaje, conocer a estos personajes que están todos ligados por parentesco, con todo lo que eso conlleva. Nos fascinaba el entorno y sus gentes y pensamos con determinación que éste era el lugar, incluso antes de que nos dejara tirados Efrén. Pensamos que era más seguro, la época de lluvias es muy fuerte y desborda los ríos y arroyos. El jardín de Efrén está ganado al lecho del río y algo dentro de nosotros nos asustaba que así fuera. La naturaleza vuelve a su cauce o esa es su tendencia. Además, aquí estamos muy cerca de las cosas que ofrece Vallarta.
Así que después de mucho buscar encontramos un terrenito vallado a la orilla del arroyo pero no en su cauce, en medio del pueblito, con una toma de agua y la posibilidad de tener electricidad que aún no hemos podido gestionar. Allí hemos colocado la Paca, hemos puesto el toldo y nuestras sillitas, bajo un mango y un aguacate que de vez en cuando van bombardeándonos con sus frutos. Xavi que es un manitas para todo, ya ha hecho sus chapuzas y tenemos el agua conectada a la Paca siempre, con una segunda salida para tener agua fuera, al lado del toldo y poder ducharnos allí, que es una gozada. Después de haber sufrido con la escasez de agua estos tres meses era un alivio. Yo, por suerte, me podía duchar en los vestuarios del Hotel, pero Xavi se bañaba literalmente en el mar, con jabón y todo. El depósito de la Paca es pequeño y si te duchas con la cotidianidad humana acostumbrada nos duraba tres días escasos y sí podíámos llenar gratis en las gasolineras, pero en Vallarta no hay tantas y ya empezaban a mirarnos mal.
El otro día preparó el suelo de nuestro "porche" para que estuviera plano y poder colocar con el tiempo un hule y poder hacernos masajes allá, nuestros estiramientos y todo lo que nos apetezca.
Nos falta una mesita que en breve conseguiremos y ya será el acabose.
La única pega, la única, ¿Sabéis cuál es? Los bichos.
Somos muy aprensivos con los bichos, pero es que aquí son muchos, muy raros y grandes!!! Las polillas son del tamaño de un puño. Y las arañas y los escarabajos voladores... Y la cantidad de bichos susceptibles de picarte.... ¡Estamos cosidos a picadas con repelente y todo!
Como nos dijo el Sr. Olimpio, nuestro vecino, con el tiempo te dejan de picar porque ya te conocen... Otro vecino, Don Justo, nos recomendó quemar las hueveras de cartón porque el humo los aleja...
¡Paciencia! Mientras, intentamos que no entren en el recinto sagrado de la Paca, aunque una vez se nos coló un insecto que casi me mata del susto mientras dormía. Me despertó un zumbido del tamaño de un elefante, abro los ojos y veo un bicho que hace destellos de luz. Son unos bichos que están por todo el Nogalito, luciérnagas voladoras que desprenden luz parpadeante y son bonitas... de lejos.
O otra noche que de repente vimos una araña andando por la encimera de la cocina. Era una araña de esas de las de verdad, enorme y de patas gordas, que son capaces de hacerte soñar con ella la noche de haberla visto. El miedo nos venció y no pudimos evitar matarla aunque nos pesó.
Durante el día es más tranquilo en este tema, aunque el terreno es campo libre para gallinas y gallos de no sé quien, también hay una colonia de gatos que por desgracia nos evitan, nos miran de lejos y no se acercan. Ah! Y hace unos días descubrimos una ardilla que hace sus paseos por el aguacate encima de nosotros y una iguana gigante que se pasea y al escuchar nuestros pasos se escapa corriendo al río.
De todas formas, al principio no fue llegar y besar el santo. Al día de estacionar la Paca, empezó a llover una semana entera sin parar. Era la cola de una tormenta tropical que estaba más al sur y vimos que había una gran gotera en el aire acondicionado. A causa de tantos baches, topes y carreteras mexicanas, el aire acondicionado se desplazó de su lugar y el agua se escurría por allá. Lo sabíamos, pero Xavi necesitaba un lugar tranquilo para poder desmontarlo y colocarlo en su lugar. La lluvia nos ganó y pasamos una semana húmeda y con barreños en medio del escaso espacio que deja la Paca. Al finalizar esta tormenta se pudo poner en marcha y lo arregló el campeón.
Ahora sí, estamos en plena temporada de lluvias y todo va como la seda, sin goteras, ni humedades y dejándonos purificar por esta lluvia repentina y refrescante.
En definitiva, estamos muy contentos de estar aquí, tener este espacio tan precioso al volver de la jornada laboral, poder tener agua y ducharte cuando te dé la gana, poder lavar ropa y tenderla al sol. Cosas sencillas y básicas.
Así ruge la jungla una noche cualquiera
enlace con fotos de El Nogalito
Nos sentimos agradecidos de estar aquí y de estar trabajando en cosas que nos gustan aunque las condiciones no sean las mejores. Nos permite ahorrar para nuestros proyectos y vivir que no es poco. Además ahora como la temporada está más floja, me suelen dar "días sin goce" (aunque los goce muchísimo yo) que quiere decir sin cobrar ya que el trabajo escasea y van dando descansos a las terapeutas. Esta semana me han dado dos además de mi día de descanso normal. O sea, que aunque sea menos dinero también descanso, cosa que no está nada mal....
El nogalito nos da la tranquilidad y estabilidad que necesitamos ya que en este momento estamos pasando por un momento de transición muy movido. Gracias a la providencia, al gran espiritu, a dios, al encontrar este remanso de paz, el movimiento interno se ha abierto paso en nosotros y estamos viviendo un verdadero terremoto emocional y espiritual en nuestras vidas. Hay mucho dolor e incertidumbre pero a la vez el amor nos envuelve a los dos y nos hace estar en nuestro centro intentando sobrellevar estos momentos de cambio en nuestro sistema de creencias, en nuestra actitud vital, en nuestro presente.
Estamos juntos en este especie de huracán, intentando no movernos de su ojo aunque sabemos que el alrededor está agitándose y cuando acabe quién sabe lo que encontraremos, qué devastación habrá y qué base habrá para caminar de nuevo sobre suelo firme.
Soy ambigua y no doy detalles pero no son necesarios en este momento porque estamos en pleno proceso. Como en la introducción de nuestro blog, sólo intentamos brillar con nuestra luz, la de cada uno para no confundirnos en este mar de estrellas que nos rodea.
Somos fuertes y esta bendita tierra nos protege. Vuestro amor y fuerza la sentimos cerca y no nos da miedo. El amor nos rodea y es nuestro timón, sabemos que así no nos equivocaremos.
Estamos donde queremos estar y eso ya es un regalo.
5.7.08
EL TRABAJO
LA BÚSQUEDA
No voy a decir que la suerte dejó de mirarme durante unas cuantas semanas, porque eso sería deshonesto por mi parte, aunque cuando me ponía egoísta, así lo creía. Al rato volvía la lógica y pensaba que la pobre, la suerte, debe estar más que solicitada y no debe dar abasto.
Nunca, a pesar de semanas de dudas, obsesiones, espirales y fantasmas, he dejado de valorar la situación vital en la que estamos y sentirme por ello agradecido. Aunque hayan habido momentos en que no me apeteciera decírselo. A ella, a la vida.
De todos es sabido que el agua limpia y dicen que la sal purifica, y muchos días, después de calurosas y agotadoras jornadas de búsqueda, aprovechaba la fortuna de vivir enganchados al mar y me sumergía en él. Con el Sol a punto de perderse en el horizonte y dejándome llevar por el vaivén de las olas, sentía que las fuerzas se renovaban y la fe de encontrar algo digno, regresaba a mi lado. Aunque hubieron amaneceres que no daba con la piedra que la escondía, a ella, a la fe.
No negaré que al final la cosa se complicó un poco. Mejor dicho, más que complicarse, se alargó, o así lo he sentido yo. El caso es que he estado algo más de dos meses buscando trabajo y los frutos se resistían a madurar. Lidiando con decenas de entrevistas y entrevistadores de todos los colores, con la incompetencia de muchos (hasta el punto de llegar una hora tarde a la entrevista o ni siquiera presentarse), la ambigüedad y falta de claridad de la mayoría y el enquilosamiento de bastantes. Con el final de la temporada alta, con el inicio de la temporada baja (aquí es al revés). Con mi condición de extranjero, con temperaturas abrasadoras que nuestra querida Paquita se obstinaba en aumentar cuando se encontraba parada bajo el Sol. Con el paso de los días y la quietud de los acontecimientos, con la duda de si estaba trillando el terreno con la herramienta adecuada. Con la adaptación a un mundo laboral de un país diferente y su manera de hacer. Con la necesidad de reponerse tras haber visto en más de una ocasión la meta y resultar ser un espejismo. Con la sensación de que el teléfono cobraba vida y con su silencio me devolvía mi incesante mirada, pareciendo que su gran ojo cuadrado se convertía en una sonrisa burlona.
También he de decir que he sido algo selectivo y me enfoqué, básicamente, en dos campos antes de decidirme por el "lo que sea": el mundo de los canopies (esos circuitos de altas e interminables tirolinas), y chófer.
En el de chófer, al principio, busqué en el entorno de repartidor local con vehículo ligero, pero me topé con que no había ninguna criba importante y cualquier ciudadano local era un aspirante, con lo cual, ninguna empresa se quiso complicar para tramitarme los papeles. A pesar que sé que a algunas les gusté .
Después me centré más en vehículos pesados, la experiencia en este sector ya podía ser un filtro. Siempre en trayectos cortos, porque las condiciones con las que trabajan aquí en largas distancias, nada tienen que ver con las europeas, y no me motivaba demasiado la idea de acabar volcado en cualquier cuneta. No fue fácil porque las ofertas de este sector no salen publicadas y funciona mucho lo del contacto, en esto sí que es como en España. Aún y así fui tirando del hilo y hasta conseguí hacer varias "pruebas de manejo" (hay que decir, también, que aquí no hay exámenes de conducir, y si los hay, se los saltan fácilmente pagando unos cuantos pesos para tramitarlo, por lo tanto, alguien puede tener el carnet de camión sin saber llevarlo). Otra prueba que tuve que pasar fue la de la paciencia ante la contradicción de si mi permiso de conducir era válido o no para llevar un vehículo pesado en México. Las propias oficinas de tránsito se contradecían, hasta que por fin di con una que ratificó la lógica aplastante que yo intuía: si mi carnet internacional es una simple traducción de mis licencias para conducir y él me permite conducir en México, también incluye, obviamente, la posibilidad de llevar un vehículo pesado articulado. El tío con el que me topé, muy majete, me permitió fotocopiar las hojas del libraco donde ello constaba. Aún con eso, algunas empresas me rechazaban y acabé encarándome con unas pocas.
Pero algunas de las opciones que conseguí, me quedaban extremadamente lejos, tanto que me hubiera sido imposible haber encontrado una combinación de transporte público que me hubiera permitido llegar puntual al trabajo. Y las otras... se perdieron en la inmensidad cósmica de las ondas celulares telefónicas.
Eso sí, todo este trajín de cirriculum, entrevistas y direcciones mal explicadas, me permitió conocer e indagar en el "Vallarta profundo", de hombres y mujeres secos y rudos con pocas perspectivas más que la de sus trabajos y cotidianidades, de calles polvorientas sin asfaltar y casas de ladrillos prefabricados de cemento amontonadas y desordenadas. Una realidad bien diferente de los flamantes hoteles y condominios de maravillosas vistas al mar y prósperas oportunidades personales.
En cuanto a los canopies, la cosa estaba un poco más limitada. Que yo sepa, en toda la zona hay seis, y excepto en uno, en todos piqué a sus puertas y claro, en general tienen las plantillas más o menos estables e incluso las estaban recortando porque la temporada alta se estaba acabando.
Pero aún y así, a mediados de abril, gracias a un contactillo que conocí en la calle, conseguí infiltrarme en uno de ellos, el "Cánopy Los Veranos". Estuve dos días practicando-entrenando para ser cámara y grabar a los turistas su adrenalítica aventura para venderles el dvd al final del tour. Ambos, el trabajo y yo, encajábamos como un guante, pero yo creo que al jefe, aquellos días le debió dar un repentino ataque de amnesia y se le olvidó todo lo que había acontecido, hasta llamarme para decirme que había decidido no contar conmigo. Atando cabos, yo creo que el tío me utilizó para motivar a uno de sus camarógrafos (así les llaman aquí) que se estaba planteando echar y después se arrepintió.
El lugar es un pequeño paraíso, el trabajo combina la acción de estar colgado de los cables con la creatividad de ir grabando, y el ritmo frenético en algunos momentos te exige un buen estado de forma. Y para colmo, hubiera sido una excelente escuela de inglés.
Pero esto es otra historia que ya veremos más adelante.
Al final, decidí sacar la última carta que, creía, tenía escondida bajo la manga: el supuesto buen rollo que tenía Antonia con su jefe de personal para acabar de "lo que sea" en su hotel. Pero esa partida la acabé perdiendo por culpa de ese pequeño paso, se puede llamar hipocresía, que hay entre las buenas intenciones y la voluntad real de llevarlas a cabo. Algo en lo que muchas personas, sobre todo jefes, jefecillos, superiores y superiorcillos en general se obstinan en mostrar cuando en realidad no les es necesario. Os juro que, aparentemente, el interés era recíproco y todavía, más de un mes después, estoy esperando una llamadita suya.
Sin rendirme a la posibilidad de acabar delante de un volante, empecé a sembrar en el nuevo terreno de camarero, preferiblemente de bar nocturno. Es obvio que prefiero servir chelas (cervezas) y cubatas bajo el ritmo de la música, que no pizzas o carnes al carbón, aunque eso me hubiera supuesto un trastoque importante en cuanto al regreso a casa a altas horas de la madrugada cuando los transportes públicos también están durmiendo.
Algo muy positivo del tránsito de aquellos días fue que poco a poco fui conociendo a personas que me abrieron los brazos y que ha ido derivando en citas, charlas y salidas nocturnas. Muchas veces fue de manera inesperada, los días de la prueba en el cánopy con Gerson y Miguel; en un ciber con Enrique, que por cierto, estuvo viviendo cuatro años en St Sadurní d'Anoia, y que gracias a el conocimos a Daniela, Adriana, Cristian... En un bar cualquiera viendo cualquier partido de la Champions con Konrad y Hernán, éste último, argentino que vivió unos años en Barcelona. A Pico Fernando, un cincuentón colgadete que tiene una casa en la playa de Quimixto y muchas más personas con las que nos hemos intercambiado el teléfono.
...Y POR FIN, LA CHAMBA
Quizá, muchos habréis pensado que mi corte de pelo vino motivado por la incorporación a algún trabajo que así lo requería, pero no. Lo hice porque la cosa se estaba poniendo gris y decidí suprimir impedimentos.
Y como dice la canción: "La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, Ay, Dios!", en el enésimo "Mano a mano" (tipo "Primera mà") que me compré, me sorprendió un anuncio que rezaba así: "Se requiere camarógrafo para cánopy. Experiencia en imagen, deportista, inglés 80%". Lo del inglés, es obvio que no daba la talla, pero me dije a mi mismo que no lo había leído. Inmediatamente comprobé que el teléfono no fuera el mismo que el de Jorge, el responsable de los vídeos en el "Canopy Los Veranos", y tras verificar que no, llamé.
¿Os acordáis del "Canopy El Edén"? Sí, aquel donde tienen al Depredador y en el que al principio estuve a punto de trabajar. Pues resulta que con quien me cité es quien tiene la concesión de los vídeos en "El Edén", que por suerte, no lo lleva directamente el tal señor Crispín, aquel que me dejó tirado. Se llama Jonathan, pero todo el mundo le llama J.J. (pronúnciese "gey-gey", en inglés) y es un chaval de tan sólo 23 años, pero que tiene ya varios años de experiencia en el tema de los vídeos para turistas y demuestra una profesionalidad y responsabilidad bastante aceptable. Hubo buena honda, pero claro, no era el único aspirante. Habían dos puestos para tres finalistas y en los siguientes tres días fuimos cada día uno de nosotros para que J.J. nos viera cómo nos desenvolvíamos en el medio. Qué tal nos movíamos por los cables, cómo interaccionábamos con los turistas, como nos ubicábamos en el lugar... Lo mejor de todo fue que uno de los aspirantes se autodescartó. Por fin parecía que el camino se allanaba, y para colmo en una de las cosas que más me motivaba.
Lo siguiente fueron varios días de entrenamiento y aprendizaje. No es que sea extremadamente complicado, pero sí tienes que adquirir una serie de prácticas. Cuando te tiras por los cables tienes que hacerlo con la solvencia suficiente para poder grabar con libertad de movimientos e incluso, como parte del show, ir boca abajo, dando vueltas, etc. La totalidad del circuito abarca un área considerable y es imprescindible conocer bien la zona, la ubicación de los cables, los caminos y atajos que los enlazan. Así como los ritmos de los tours, marcados por los guías con los que estás trabajando codo a codo, para adaptarte a las posibles situaciones cambiantes que se pueden dar. A todo esto hay que añadirle el aspecto de intentar hacer buenas tomas y depurar errores, ya que la edición posterior tampoco te permite muchos márgenes. ¡Hombre! En realidad estás bastante limitado a la hora de explotar tu creatividad, ya que el ritmo es frenético y se reduce mucho el campo para la improvisación, pero ya es un aliciente el intentar que todos los planos sean lo más impecable posible.
Ya llevo cuatro semanas trabajando y me siento afortunado. No deja de ser curro, con todo lo que ello implica, pera cada mañana el tránsito hacia el lugar ya es un momento muy agradable. Está enclavado en plena jungla y a la vera de un río con pequeñas cascadas y pozas naturales y se accede por una saltona pista forestal de unos 25 minutos y la única manera de llegar es mediante el camión que lleva a los turistas a hacer el tour o en coche particular.
El día a día es el siguiente. Diría que cuando llegas por la mañana el lugar, que es muy bonito, muestra su aspecto más encantador. Aún no a empezado el trajín de gente y turistas y los brillos del sol matinal lo armoniza todo. Pero inmediatamente ya me tengo que poner el arnés, preparar las cámaras y coger ese ritmo frenético que ya, prácticamente, no suelto hasta el final del día, que por suerte es hacia las cinco, a veces antes. Tengo que grabarlo todo, desde la explicación previa de los guías hasta el final del tour, acompañando al grupo por todo el recorrido mientras los voy grabando en las plataformas de salida y llegada de los cables, por los caminos que transitan; grabo también, los recorridos de los cables por los que me tiro, como una visión subjetiva del trayecto, algo del entorno, etc. Además de interactuar con ellos. No olvidemos que de lo que se trata es de venderles el dvd al final y en cierta manera, les tienes que seducir. Son ventas y voy a comisión. Aunque hay que decir que como van viendo cómo les voy grabando, ven que quedará un vídeo bastante espectacular y no es muy difícil que lo quieran. Así, tres veces al día, con el desgaste físico, parece que no, y mental que supone. Pero, la verdad es que, en general, disfruto tirándome por los cables y grabando, y si tengo suerte y hay buena conexión con el grupo me lo llego a pasar muy bien. Siempre que haya vendido, claro.
Depende mucho, también de la cantidad de gente por grupo. Si son entre cinco y quince personas, se convierte en algo mucho más personalizado, si son menos de cinco, diría que hasta íntimo. Pero cuando los grupos son de treinta, cuarenta o más, entonces ya es mucho más mecánico y en vez de personas, veo churros. Es inevitable. Además, cuanta más gente, más guías, y el ritmo es altísimo y no te da tiempo a grabar a todos, tienes que seleccionar y elegir entre ellos a un grupo de unas veinte personas, que es el número que más o menos puedes gestionar. Con el estrés que conlleva intuir que has elegido bien y que no se te desordenen para no perder el ritmo y poder centrarte siempre en los mismos.
Cosas negativas. Lo que se me dificulta todo con mi inglés tan limitado. Tendríais que verme intentando vender vídeos y ser simpático con mi inglés macarrónico. Aunque tengo la esperanza que poco a poco vaya mejorando mi expresión y sobre todo mi escucha, que es lo que más me cuesta, entenderles. Cuando vienen castellano-parlantes, ¡uf! Respiro. Pero bueno, de momento J.J. no me presiona y dice que no lo hará, siempre y cuando saque unos números aceptables. Por el momento lo estoy haciendo.
Y la otra y la más delicada. Dicen que tres es multitud, ¿no?
Pues eso, que a veces es complicado trabajar codo a codo con un grupo humano de diferentes colores. No es que sean muchos, en total unos doce, pero ya sabemos que es un número subceptible para que se generen conflictos. Y subjetivamente hablando, hay momentos en que el choque cultural se hace muy evidente. Sobre todo estos últimos días que el aspecto emocional por mi parte está más que revuelto.
Al menos los que formamos nuestra empresilla (que por cierto, se llama Sixty Nine Productions, buen nombre) y que es independiente de "El Edén" tenemos buena honda. Claro, somos una multitud de tres personas, Jack y yo como camarógrafos y J.J. el jefe. Suerte que J.J. es un tío elegante, que sabe escuchar, está abierto a opiniones y muchas veces, nos pide la nuestra. Además de mostrar bastante predisposición a ayudar. Y otra cosa, tiene rastas... ¡y yo habiéndome cortado el pelo dos semanas antes!
Bueno, pues creo que no me dejo nada. Ya tenéis la información de lo que hago y siento mucho el retraso y la intriga. Pero es que estas últimas semanas hemos necesitado y necesitaremos invertir nuestra energía en encrucijadas emocionales.
También intentaremos seguir persiguiendo la "ola verde", aunque ahora sea algo más difícil, ya que no vivimos de cara al mar.
No voy a decir que la suerte dejó de mirarme durante unas cuantas semanas, porque eso sería deshonesto por mi parte, aunque cuando me ponía egoísta, así lo creía. Al rato volvía la lógica y pensaba que la pobre, la suerte, debe estar más que solicitada y no debe dar abasto.
Nunca, a pesar de semanas de dudas, obsesiones, espirales y fantasmas, he dejado de valorar la situación vital en la que estamos y sentirme por ello agradecido. Aunque hayan habido momentos en que no me apeteciera decírselo. A ella, a la vida.
De todos es sabido que el agua limpia y dicen que la sal purifica, y muchos días, después de calurosas y agotadoras jornadas de búsqueda, aprovechaba la fortuna de vivir enganchados al mar y me sumergía en él. Con el Sol a punto de perderse en el horizonte y dejándome llevar por el vaivén de las olas, sentía que las fuerzas se renovaban y la fe de encontrar algo digno, regresaba a mi lado. Aunque hubieron amaneceres que no daba con la piedra que la escondía, a ella, a la fe.
No negaré que al final la cosa se complicó un poco. Mejor dicho, más que complicarse, se alargó, o así lo he sentido yo. El caso es que he estado algo más de dos meses buscando trabajo y los frutos se resistían a madurar. Lidiando con decenas de entrevistas y entrevistadores de todos los colores, con la incompetencia de muchos (hasta el punto de llegar una hora tarde a la entrevista o ni siquiera presentarse), la ambigüedad y falta de claridad de la mayoría y el enquilosamiento de bastantes. Con el final de la temporada alta, con el inicio de la temporada baja (aquí es al revés). Con mi condición de extranjero, con temperaturas abrasadoras que nuestra querida Paquita se obstinaba en aumentar cuando se encontraba parada bajo el Sol. Con el paso de los días y la quietud de los acontecimientos, con la duda de si estaba trillando el terreno con la herramienta adecuada. Con la adaptación a un mundo laboral de un país diferente y su manera de hacer. Con la necesidad de reponerse tras haber visto en más de una ocasión la meta y resultar ser un espejismo. Con la sensación de que el teléfono cobraba vida y con su silencio me devolvía mi incesante mirada, pareciendo que su gran ojo cuadrado se convertía en una sonrisa burlona.
También he de decir que he sido algo selectivo y me enfoqué, básicamente, en dos campos antes de decidirme por el "lo que sea": el mundo de los canopies (esos circuitos de altas e interminables tirolinas), y chófer.
En el de chófer, al principio, busqué en el entorno de repartidor local con vehículo ligero, pero me topé con que no había ninguna criba importante y cualquier ciudadano local era un aspirante, con lo cual, ninguna empresa se quiso complicar para tramitarme los papeles. A pesar que sé que a algunas les gusté .
Después me centré más en vehículos pesados, la experiencia en este sector ya podía ser un filtro. Siempre en trayectos cortos, porque las condiciones con las que trabajan aquí en largas distancias, nada tienen que ver con las europeas, y no me motivaba demasiado la idea de acabar volcado en cualquier cuneta. No fue fácil porque las ofertas de este sector no salen publicadas y funciona mucho lo del contacto, en esto sí que es como en España. Aún y así fui tirando del hilo y hasta conseguí hacer varias "pruebas de manejo" (hay que decir, también, que aquí no hay exámenes de conducir, y si los hay, se los saltan fácilmente pagando unos cuantos pesos para tramitarlo, por lo tanto, alguien puede tener el carnet de camión sin saber llevarlo). Otra prueba que tuve que pasar fue la de la paciencia ante la contradicción de si mi permiso de conducir era válido o no para llevar un vehículo pesado en México. Las propias oficinas de tránsito se contradecían, hasta que por fin di con una que ratificó la lógica aplastante que yo intuía: si mi carnet internacional es una simple traducción de mis licencias para conducir y él me permite conducir en México, también incluye, obviamente, la posibilidad de llevar un vehículo pesado articulado. El tío con el que me topé, muy majete, me permitió fotocopiar las hojas del libraco donde ello constaba. Aún con eso, algunas empresas me rechazaban y acabé encarándome con unas pocas.
Pero algunas de las opciones que conseguí, me quedaban extremadamente lejos, tanto que me hubiera sido imposible haber encontrado una combinación de transporte público que me hubiera permitido llegar puntual al trabajo. Y las otras... se perdieron en la inmensidad cósmica de las ondas celulares telefónicas.
Eso sí, todo este trajín de cirriculum, entrevistas y direcciones mal explicadas, me permitió conocer e indagar en el "Vallarta profundo", de hombres y mujeres secos y rudos con pocas perspectivas más que la de sus trabajos y cotidianidades, de calles polvorientas sin asfaltar y casas de ladrillos prefabricados de cemento amontonadas y desordenadas. Una realidad bien diferente de los flamantes hoteles y condominios de maravillosas vistas al mar y prósperas oportunidades personales.
En cuanto a los canopies, la cosa estaba un poco más limitada. Que yo sepa, en toda la zona hay seis, y excepto en uno, en todos piqué a sus puertas y claro, en general tienen las plantillas más o menos estables e incluso las estaban recortando porque la temporada alta se estaba acabando.
Pero aún y así, a mediados de abril, gracias a un contactillo que conocí en la calle, conseguí infiltrarme en uno de ellos, el "Cánopy Los Veranos". Estuve dos días practicando-entrenando para ser cámara y grabar a los turistas su adrenalítica aventura para venderles el dvd al final del tour. Ambos, el trabajo y yo, encajábamos como un guante, pero yo creo que al jefe, aquellos días le debió dar un repentino ataque de amnesia y se le olvidó todo lo que había acontecido, hasta llamarme para decirme que había decidido no contar conmigo. Atando cabos, yo creo que el tío me utilizó para motivar a uno de sus camarógrafos (así les llaman aquí) que se estaba planteando echar y después se arrepintió.
El lugar es un pequeño paraíso, el trabajo combina la acción de estar colgado de los cables con la creatividad de ir grabando, y el ritmo frenético en algunos momentos te exige un buen estado de forma. Y para colmo, hubiera sido una excelente escuela de inglés.
Pero esto es otra historia que ya veremos más adelante.
Al final, decidí sacar la última carta que, creía, tenía escondida bajo la manga: el supuesto buen rollo que tenía Antonia con su jefe de personal para acabar de "lo que sea" en su hotel. Pero esa partida la acabé perdiendo por culpa de ese pequeño paso, se puede llamar hipocresía, que hay entre las buenas intenciones y la voluntad real de llevarlas a cabo. Algo en lo que muchas personas, sobre todo jefes, jefecillos, superiores y superiorcillos en general se obstinan en mostrar cuando en realidad no les es necesario. Os juro que, aparentemente, el interés era recíproco y todavía, más de un mes después, estoy esperando una llamadita suya.
Sin rendirme a la posibilidad de acabar delante de un volante, empecé a sembrar en el nuevo terreno de camarero, preferiblemente de bar nocturno. Es obvio que prefiero servir chelas (cervezas) y cubatas bajo el ritmo de la música, que no pizzas o carnes al carbón, aunque eso me hubiera supuesto un trastoque importante en cuanto al regreso a casa a altas horas de la madrugada cuando los transportes públicos también están durmiendo.
Algo muy positivo del tránsito de aquellos días fue que poco a poco fui conociendo a personas que me abrieron los brazos y que ha ido derivando en citas, charlas y salidas nocturnas. Muchas veces fue de manera inesperada, los días de la prueba en el cánopy con Gerson y Miguel; en un ciber con Enrique, que por cierto, estuvo viviendo cuatro años en St Sadurní d'Anoia, y que gracias a el conocimos a Daniela, Adriana, Cristian... En un bar cualquiera viendo cualquier partido de la Champions con Konrad y Hernán, éste último, argentino que vivió unos años en Barcelona. A Pico Fernando, un cincuentón colgadete que tiene una casa en la playa de Quimixto y muchas más personas con las que nos hemos intercambiado el teléfono.
...Y POR FIN, LA CHAMBA
Quizá, muchos habréis pensado que mi corte de pelo vino motivado por la incorporación a algún trabajo que así lo requería, pero no. Lo hice porque la cosa se estaba poniendo gris y decidí suprimir impedimentos.
Y como dice la canción: "La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, Ay, Dios!", en el enésimo "Mano a mano" (tipo "Primera mà") que me compré, me sorprendió un anuncio que rezaba así: "Se requiere camarógrafo para cánopy. Experiencia en imagen, deportista, inglés 80%". Lo del inglés, es obvio que no daba la talla, pero me dije a mi mismo que no lo había leído. Inmediatamente comprobé que el teléfono no fuera el mismo que el de Jorge, el responsable de los vídeos en el "Canopy Los Veranos", y tras verificar que no, llamé.
¿Os acordáis del "Canopy El Edén"? Sí, aquel donde tienen al Depredador y en el que al principio estuve a punto de trabajar. Pues resulta que con quien me cité es quien tiene la concesión de los vídeos en "El Edén", que por suerte, no lo lleva directamente el tal señor Crispín, aquel que me dejó tirado. Se llama Jonathan, pero todo el mundo le llama J.J. (pronúnciese "gey-gey", en inglés) y es un chaval de tan sólo 23 años, pero que tiene ya varios años de experiencia en el tema de los vídeos para turistas y demuestra una profesionalidad y responsabilidad bastante aceptable. Hubo buena honda, pero claro, no era el único aspirante. Habían dos puestos para tres finalistas y en los siguientes tres días fuimos cada día uno de nosotros para que J.J. nos viera cómo nos desenvolvíamos en el medio. Qué tal nos movíamos por los cables, cómo interaccionábamos con los turistas, como nos ubicábamos en el lugar... Lo mejor de todo fue que uno de los aspirantes se autodescartó. Por fin parecía que el camino se allanaba, y para colmo en una de las cosas que más me motivaba.
Lo siguiente fueron varios días de entrenamiento y aprendizaje. No es que sea extremadamente complicado, pero sí tienes que adquirir una serie de prácticas. Cuando te tiras por los cables tienes que hacerlo con la solvencia suficiente para poder grabar con libertad de movimientos e incluso, como parte del show, ir boca abajo, dando vueltas, etc. La totalidad del circuito abarca un área considerable y es imprescindible conocer bien la zona, la ubicación de los cables, los caminos y atajos que los enlazan. Así como los ritmos de los tours, marcados por los guías con los que estás trabajando codo a codo, para adaptarte a las posibles situaciones cambiantes que se pueden dar. A todo esto hay que añadirle el aspecto de intentar hacer buenas tomas y depurar errores, ya que la edición posterior tampoco te permite muchos márgenes. ¡Hombre! En realidad estás bastante limitado a la hora de explotar tu creatividad, ya que el ritmo es frenético y se reduce mucho el campo para la improvisación, pero ya es un aliciente el intentar que todos los planos sean lo más impecable posible.
Ya llevo cuatro semanas trabajando y me siento afortunado. No deja de ser curro, con todo lo que ello implica, pera cada mañana el tránsito hacia el lugar ya es un momento muy agradable. Está enclavado en plena jungla y a la vera de un río con pequeñas cascadas y pozas naturales y se accede por una saltona pista forestal de unos 25 minutos y la única manera de llegar es mediante el camión que lleva a los turistas a hacer el tour o en coche particular.
El día a día es el siguiente. Diría que cuando llegas por la mañana el lugar, que es muy bonito, muestra su aspecto más encantador. Aún no a empezado el trajín de gente y turistas y los brillos del sol matinal lo armoniza todo. Pero inmediatamente ya me tengo que poner el arnés, preparar las cámaras y coger ese ritmo frenético que ya, prácticamente, no suelto hasta el final del día, que por suerte es hacia las cinco, a veces antes. Tengo que grabarlo todo, desde la explicación previa de los guías hasta el final del tour, acompañando al grupo por todo el recorrido mientras los voy grabando en las plataformas de salida y llegada de los cables, por los caminos que transitan; grabo también, los recorridos de los cables por los que me tiro, como una visión subjetiva del trayecto, algo del entorno, etc. Además de interactuar con ellos. No olvidemos que de lo que se trata es de venderles el dvd al final y en cierta manera, les tienes que seducir. Son ventas y voy a comisión. Aunque hay que decir que como van viendo cómo les voy grabando, ven que quedará un vídeo bastante espectacular y no es muy difícil que lo quieran. Así, tres veces al día, con el desgaste físico, parece que no, y mental que supone. Pero, la verdad es que, en general, disfruto tirándome por los cables y grabando, y si tengo suerte y hay buena conexión con el grupo me lo llego a pasar muy bien. Siempre que haya vendido, claro.
Depende mucho, también de la cantidad de gente por grupo. Si son entre cinco y quince personas, se convierte en algo mucho más personalizado, si son menos de cinco, diría que hasta íntimo. Pero cuando los grupos son de treinta, cuarenta o más, entonces ya es mucho más mecánico y en vez de personas, veo churros. Es inevitable. Además, cuanta más gente, más guías, y el ritmo es altísimo y no te da tiempo a grabar a todos, tienes que seleccionar y elegir entre ellos a un grupo de unas veinte personas, que es el número que más o menos puedes gestionar. Con el estrés que conlleva intuir que has elegido bien y que no se te desordenen para no perder el ritmo y poder centrarte siempre en los mismos.
Cosas negativas. Lo que se me dificulta todo con mi inglés tan limitado. Tendríais que verme intentando vender vídeos y ser simpático con mi inglés macarrónico. Aunque tengo la esperanza que poco a poco vaya mejorando mi expresión y sobre todo mi escucha, que es lo que más me cuesta, entenderles. Cuando vienen castellano-parlantes, ¡uf! Respiro. Pero bueno, de momento J.J. no me presiona y dice que no lo hará, siempre y cuando saque unos números aceptables. Por el momento lo estoy haciendo.
Y la otra y la más delicada. Dicen que tres es multitud, ¿no?
Pues eso, que a veces es complicado trabajar codo a codo con un grupo humano de diferentes colores. No es que sean muchos, en total unos doce, pero ya sabemos que es un número subceptible para que se generen conflictos. Y subjetivamente hablando, hay momentos en que el choque cultural se hace muy evidente. Sobre todo estos últimos días que el aspecto emocional por mi parte está más que revuelto.
Al menos los que formamos nuestra empresilla (que por cierto, se llama Sixty Nine Productions, buen nombre) y que es independiente de "El Edén" tenemos buena honda. Claro, somos una multitud de tres personas, Jack y yo como camarógrafos y J.J. el jefe. Suerte que J.J. es un tío elegante, que sabe escuchar, está abierto a opiniones y muchas veces, nos pide la nuestra. Además de mostrar bastante predisposición a ayudar. Y otra cosa, tiene rastas... ¡y yo habiéndome cortado el pelo dos semanas antes!
Bueno, pues creo que no me dejo nada. Ya tenéis la información de lo que hago y siento mucho el retraso y la intriga. Pero es que estas últimas semanas hemos necesitado y necesitaremos invertir nuestra energía en encrucijadas emocionales.
También intentaremos seguir persiguiendo la "ola verde", aunque ahora sea algo más difícil, ya que no vivimos de cara al mar.
26.5.08
PEQUEÑOS CAMBIOS II
¿Recordáis mi foto frente a la entrada del Hotel Dreams? Por exigencias del caprichoso guión que nos ofrece este castanedasway tuve que transformarme en la señorita Pepis. Ahora tengo en el mismo estante la pasta de dientes, el cepillo y la gomina, y cada día el ritual de convertirme en la terapeuta ideal, según "el Dreams", claro, perdiendo mi melena despeinada y mis colgantes.
Bueno, pues también "el enrollator" ha tenido que pasar por el aro mexicano.
¿Recordáis esta imagen a lo tarzán?
Pues a causa de que acá, en el México laboral,(más clásico que el méxico que conocemos, sobre todo el de D.F.) no ha llegado la revolución Llongueras, adoran la gomina y odian los pelos sueltos, aman la raya planchada en el pantalón y no creen que la arruga es bella,
"el enrollator" ha tenido que cambiar a esto otro.
Pero la cosa no está tan mal. Cuando le ví, casi me da un ataque pero rápidamente pensé en cosas positivas del asunto: está guapo igual, así le conocí, el pelo vuelve a crecer (no a todos, claro) y lo hará (eso espero). De todas formas, me queda la alegría de mi padre, que poco antes de irnos, me dijo que Xavi a pesar de la pinta era buen chaval.
Estamos pensando qué hacer con la cola cortadita.
Por suerte, cuando no está en plan formal, así se le ve.
No está mal, ¿no?
Que quede una cosa clara, la esencia real de uno, se lleva dentro. ¡Ah! Y nada de bromitas, ¡eh!
Xavi
Bueno, pues también "el enrollator" ha tenido que pasar por el aro mexicano.
¿Recordáis esta imagen a lo tarzán?
Pues a causa de que acá, en el México laboral,(más clásico que el méxico que conocemos, sobre todo el de D.F.) no ha llegado la revolución Llongueras, adoran la gomina y odian los pelos sueltos, aman la raya planchada en el pantalón y no creen que la arruga es bella,
"el enrollator" ha tenido que cambiar a esto otro.
Pero la cosa no está tan mal. Cuando le ví, casi me da un ataque pero rápidamente pensé en cosas positivas del asunto: está guapo igual, así le conocí, el pelo vuelve a crecer (no a todos, claro) y lo hará (eso espero). De todas formas, me queda la alegría de mi padre, que poco antes de irnos, me dijo que Xavi a pesar de la pinta era buen chaval.
Estamos pensando qué hacer con la cola cortadita.
Por suerte, cuando no está en plan formal, así se le ve.
No está mal, ¿no?
Que quede una cosa clara, la esencia real de uno, se lleva dentro. ¡Ah! Y nada de bromitas, ¡eh!
Xavi
23.5.08
PEQUEÑOS CAMBIOS
Este castanedasway nos sorprende paso a paso y nos obliga a tomar decisiones radicales. Con ilusión y con valor...
24.4.08
FELIZ DÍA DE SANT JORDI
A pesar que estamos viviendo en el eterno verano, hoy es la fiesta de la primavera y por supuesto, del amor.
El 23 de Abril es una de las celebraciones que más nos gustan del calendario de nuestra tierra, junto con Sant Joan, la fiesta del verano.
Aquí la ciudad no se ha vestido de fiesta ni ha amanecido repleta de rosas por las calles. Ni la gente parecía más feliz y sonriente de lo normal. El Malecón no se ha abarrotado de libros ni se ha convertido en un río de lectores y curiosos. Y el verde de los árboles todavía no muestra su máximo esplendor, ya que aún no es época de lluvias, como lo deben estar haciendo las hojas de los plátanos de Les Rambles.
Aquí la celebración es personal por estar cumpliendo y materializando nuestro tan deseado proyecto. Dando cada día un pequeño paso y aprendiendo un poquito más.
Aunque hayamos estado a varios miles de kilómetros de nuestra ciudad, que en éste día parecía que nos reconciliábamos con ella y la sentíamos la cuidad más bonita del mundo, nos sentimos unos privilegiados por estar donde estamos y por sentir, en días como hoy, un poco de nostalgia.
Desde aquí os queremos desear que haya sido un día de Sant Jordi muy especial.
El 23 de Abril es una de las celebraciones que más nos gustan del calendario de nuestra tierra, junto con Sant Joan, la fiesta del verano.
Aquí la ciudad no se ha vestido de fiesta ni ha amanecido repleta de rosas por las calles. Ni la gente parecía más feliz y sonriente de lo normal. El Malecón no se ha abarrotado de libros ni se ha convertido en un río de lectores y curiosos. Y el verde de los árboles todavía no muestra su máximo esplendor, ya que aún no es época de lluvias, como lo deben estar haciendo las hojas de los plátanos de Les Rambles.
Aquí la celebración es personal por estar cumpliendo y materializando nuestro tan deseado proyecto. Dando cada día un pequeño paso y aprendiendo un poquito más.
Aunque hayamos estado a varios miles de kilómetros de nuestra ciudad, que en éste día parecía que nos reconciliábamos con ella y la sentíamos la cuidad más bonita del mundo, nos sentimos unos privilegiados por estar donde estamos y por sentir, en días como hoy, un poco de nostalgia.
Desde aquí os queremos desear que haya sido un día de Sant Jordi muy especial.
16.4.08
NUEVAS FOTOS
Hemos ampliado el vínculo "De vuelta al Pacífico" con nuevas fotos. Estaba algo incompleto porque faltaban imágenes del Volcán Paricutín, del primer reencuentro con el Pacífico y algunas de las ballenas. Aquellos días seguimos teniendo problemas con la cámara digital y nos falló en algunos momentos. La analógica cubrió esos momentos, pero después de recorrer todo Puerto Vallarta resultó que no había ningún establecimiento donde revelaran carretes de diapositiva.
Así pues, tuvimos que enviar el carrete por paquetería a D.F. y Super Andrea se encargó de llevarlo a revelar y de volvérmelo a enviar, de lo cual le queremos agradecer desde aquí. El proceso ha llevado su tiempo, pero la espera ha valido la pena.
Esperamos que os gusten y podemos jugar al juego de "las siete diferencias" a ver si las distinguís.
Así pues, tuvimos que enviar el carrete por paquetería a D.F. y Super Andrea se encargó de llevarlo a revelar y de volvérmelo a enviar, de lo cual le queremos agradecer desde aquí. El proceso ha llevado su tiempo, pero la espera ha valido la pena.
Esperamos que os gusten y podemos jugar al juego de "las siete diferencias" a ver si las distinguís.
5.4.08
UN PUNTO DE INFLEXIÓN
Hace tiempo que vengo planteándome que el blog ha ido adquiriendo, no intencionadamente por nuestra parte, un carácter demasiado narrativo. Quiero decir, que sólo hemos ido explicando los acontecimientos relativos al propio viaje, los lugares en los que hemos estado, las personas que hemos conocido, las experiencias y situaciones que hemos vivido...
No es que no hubiera reflexión, eso por nuestra parte es irremediable, pero siempre han sido reflexiones sobre situaciones activas y no sobre situaciones pasivas. Y situaciones pasivas me refiero a aquellos momentos en que no pasa nada relevante, esos días o semanas que hay entre acontecimiento y acontecimiento. Esa especie de cotidianidad generada dentro de la no cotidianidad del viaje en la que también pasan cosas, pensamientos, emociones, percepciones... Y que forma, tanto como lo otro, parte del viaje.
También han habido muchos tipos de gestiones, burocráticas o no, que quizá no tenían demasiado interés, pero que irremediablemente, han contribuido a amalgamar la experiencia.
Pues bien, en estas últimas semanas ha habido un punto de inflexión y el Castanedasway ha sufrido una metamorfosis que tarde o temprano tenía que sufrir. Llevábamos algún tiempo acercándonos al límite económico que nos habíamos impuesto, un colchón que nos permitiera un billete de vuelta y unas pocas semanas más. Y ya hacía algunos días que habíamos tocado ese límite y necesitábamos trabajar, el viaje sustentado por los ahorros había tocado a su fin.
Nada más cruzar la frontera entre USA y México tuve la sensación que quizá éste sería un buen país para hacerlo. No teníamos ni idea de cuánto tiempo íbamos a estar en México y, aunque aún nos quedaba algo de dinero, sabíamos que no nos iba a cundir hasta la eternidad. A su vez se nos antojaba complicado conseguir ingresos en según que países de Centro-América, y bastante más en los países andinos.
Aquellos días de mediados de febrero en Amecameca, Ricardo nos encendió una luz. Él, hace nueve años, trabajó en un crucero y nos contó su experiencia. Es un trabajo duro, no tienes ningún día de fiesta, vives en el barco, pero también convives con mucha gente dispar de un montón de nacionalidades, en tus ratos libres puedes desembarcar y cada día estás en una ciudad diferente. Además, se gana muy bien y no tienes ningún gasto. A nosotros, que ya andábamos con la antena puesta, nos pareció la oportunidad idónea para nuestra situación y la idea nos fue calando. Un trabajo intensivo que nos proporcionara una, más que probable, bonita experiencia y capacidad de ahorro considerable con la manutención cubierta. Y sobre todo, después de la pérdida de Huayna, que en ese sentido nos condicionaba un poco.
Decidimos quemar el último cartucho antes de dedicarnos plenamente a la búsqueda de trabajo viniendo a la costa del Pacífico, dando los últimos coletazos como los que daban las ballenas por las que vinimos.
Así pues, nos pusimos manos a la obra. Localizamos un lugar donde poder usurpar ondas de internet y estuvimos encerrados dos semanas en la Paca enviando solicitudes y curriculum on-line. Entre empresas de cruceros, de marina mercante y empresas de selección para cruceros y mercantes, llegamos a enviar más de cien. Y cuando digo encerrados es literal. No era cuestión que nos vieran aparcados justo delante del restaurante al que le tomábamos prestada la conexión con el ordenador encendido, y cerrábamos todas las persianas. Las horas centrales del día, con este sol tropical, no sabíamos qué hacer para respirar un poco de aire fresco. Como hacer un temazcal pero con mucho menos encanto. El reloj corría rápido y las ondas andaban lentas, poniendo a prueba nuestra paciencia y retrasando susceptiblemente el trabajo.
Los días pasaban y no recogíamos los frutos. Tan solo obtuvimos respuesta de algunas diciéndonos que no encajábamos en el perfil y de otras que estudiarían nuestra situación y hasta el momento, eso es todo. Parece ser que no es tan fácil como nos dijo Ricardo, o como hace nueve años.
Nos desinflamos un poco, mirando cada día el correo a ver si había alguna novedad. Habíamos invertido mucho tiempo y mucha ilusión y ya nos imaginábamos trabajando y viajando en uno de esos flamantes buques que para colmo, atracaban justo enfrente de donde estábamos aparcados. Y todos pertenecían a empresas a las que nos habíamos dirigido.Incluso, durante algunos días, ya al anochecer y para despejarnos un poco, nos aficionamos a ir al extremo del muelle para verlos partir, vertiendo sobre las olas toda su luminosidad y perdiéndose en el horizonte estrellado.
Nos entraron las dudas y las inseguridades, ofuscados al ver que esa posibilidad se desvanecía. Como la gran metáfora de ver aquellos cruceros perderse en la oscuridad de la noche sin nosotros a bordo. Además no veíamos claro qué tal sería la alternativa de encontrar algún ingreso por aquí, aún conocedores que, al ser un lugar muy turístico, ofrece muchas posibilidades. Dudábamos de las condiciones y, sobre todo, que los sueldos fueran mínimamente aceptables. No teníamos claro si nos apetecía estar puteados en cualquier trabajo costero, sólo para subsistir y sin poder ahorrar, mientras la futura línea por trazar en el mapa nos reclama a gritos.
Con todo, decidimos redireccionar nuestra energía y probar suerte. En eso que conocimos a Jorge, un chaval de Alicante. Un "güey" muy majete, con mucho desparpajo, y que ya habla medio en mexicano. No en vano lleva viajando un año por México y seis meses en Puerto Vallarta. Él nos ayudó a acabar de despejar las nubes que se habían posado sobre nuestras cabezas diciéndonos que hay trabajo y que, si te lo montas, puedes ganar bastante dinero.
Quiero ser agradecido con la vida y me gusta pensar que estamos tocados por los duendes o por los "elementales" y como la suerte te va sonriendo más conforme te vas aproximando a ella, lo hemos conseguido. ¡Tenemos "chamba"! como dicen aquí.
Ya desde Barcelona proyectábamos este viaje como un camino de aprendizaje. Como un reto, que a pesar de que nos impresionaba, a la vez nos seducía imaginar qué tipo de situaciones nos planteaba, y qué tipo de recursos disponíamos para enfrentarlas o para disfrutarlas. También, qué conclusiones iríamos sacando después, que a la postre, es lo que nos va enseñando. La premisa del "sin billete de vuelta y a donde el viento nos lleve" no era más que una manera de forzar y buscar las situaciones y experiencias para intentar ser personas con más mundo, con más autoconfianza, para dar rienda suelta a la improvisación, para ser más adaptables, más sabios y cómo no, más libres.
Estos días han sido de esos en que antiguos fantasmas han salido de sus profundidades y nos han querido encadenar a sus miedos. Haciéndonos caer en la trampa de olvidarnos de la fe y la esperanza.
Beto un día nos dijo algo, que aunque no era nuevo para nosotros, estuvo bien que nos lo refrescara. "El problema no es desprenderse de las cosas materiales, lo verdaderamente doloroso es desprenderse de los propios esquemas personales". Y esto lo añado yo, "que a veces nos aprisionan, nos condicionan, nos hacen estar por debajo de nuestras posibilidades y no nos dejan ser totalmente libres".
Sigo siendo el de siempre, con mis dudas e inseguridades, pero algo me dice, quizá ya la experiencia, que las cosas importantes se van interiorizando poco a poco, casi sin darte cuenta. Y en eso estamos, en un camino de conocimiento, al menos de las cosas de aquí y quién sabe si esto nos llevará al camino de las cosas de allá. Ambos, el físico y el metafísico son largos y aún sentimos que no hemos hecho más que empezar.
Hoy siento que el suelo que pisamos es firme y que el horizonte ante nosotros es dilatado. Que no hay que perder nunca de vista la fe y confiar en las propias fuerzas. Que el Castanedasway se va consolidando y que el sol del Pacifico nos sonríe brillante.
Lo que pase mañana o pasado, ya se verá.
No es que no hubiera reflexión, eso por nuestra parte es irremediable, pero siempre han sido reflexiones sobre situaciones activas y no sobre situaciones pasivas. Y situaciones pasivas me refiero a aquellos momentos en que no pasa nada relevante, esos días o semanas que hay entre acontecimiento y acontecimiento. Esa especie de cotidianidad generada dentro de la no cotidianidad del viaje en la que también pasan cosas, pensamientos, emociones, percepciones... Y que forma, tanto como lo otro, parte del viaje.
También han habido muchos tipos de gestiones, burocráticas o no, que quizá no tenían demasiado interés, pero que irremediablemente, han contribuido a amalgamar la experiencia.
Pues bien, en estas últimas semanas ha habido un punto de inflexión y el Castanedasway ha sufrido una metamorfosis que tarde o temprano tenía que sufrir. Llevábamos algún tiempo acercándonos al límite económico que nos habíamos impuesto, un colchón que nos permitiera un billete de vuelta y unas pocas semanas más. Y ya hacía algunos días que habíamos tocado ese límite y necesitábamos trabajar, el viaje sustentado por los ahorros había tocado a su fin.
Nada más cruzar la frontera entre USA y México tuve la sensación que quizá éste sería un buen país para hacerlo. No teníamos ni idea de cuánto tiempo íbamos a estar en México y, aunque aún nos quedaba algo de dinero, sabíamos que no nos iba a cundir hasta la eternidad. A su vez se nos antojaba complicado conseguir ingresos en según que países de Centro-América, y bastante más en los países andinos.
Aquellos días de mediados de febrero en Amecameca, Ricardo nos encendió una luz. Él, hace nueve años, trabajó en un crucero y nos contó su experiencia. Es un trabajo duro, no tienes ningún día de fiesta, vives en el barco, pero también convives con mucha gente dispar de un montón de nacionalidades, en tus ratos libres puedes desembarcar y cada día estás en una ciudad diferente. Además, se gana muy bien y no tienes ningún gasto. A nosotros, que ya andábamos con la antena puesta, nos pareció la oportunidad idónea para nuestra situación y la idea nos fue calando. Un trabajo intensivo que nos proporcionara una, más que probable, bonita experiencia y capacidad de ahorro considerable con la manutención cubierta. Y sobre todo, después de la pérdida de Huayna, que en ese sentido nos condicionaba un poco.
Decidimos quemar el último cartucho antes de dedicarnos plenamente a la búsqueda de trabajo viniendo a la costa del Pacífico, dando los últimos coletazos como los que daban las ballenas por las que vinimos.
Así pues, nos pusimos manos a la obra. Localizamos un lugar donde poder usurpar ondas de internet y estuvimos encerrados dos semanas en la Paca enviando solicitudes y curriculum on-line. Entre empresas de cruceros, de marina mercante y empresas de selección para cruceros y mercantes, llegamos a enviar más de cien. Y cuando digo encerrados es literal. No era cuestión que nos vieran aparcados justo delante del restaurante al que le tomábamos prestada la conexión con el ordenador encendido, y cerrábamos todas las persianas. Las horas centrales del día, con este sol tropical, no sabíamos qué hacer para respirar un poco de aire fresco. Como hacer un temazcal pero con mucho menos encanto. El reloj corría rápido y las ondas andaban lentas, poniendo a prueba nuestra paciencia y retrasando susceptiblemente el trabajo.
Los días pasaban y no recogíamos los frutos. Tan solo obtuvimos respuesta de algunas diciéndonos que no encajábamos en el perfil y de otras que estudiarían nuestra situación y hasta el momento, eso es todo. Parece ser que no es tan fácil como nos dijo Ricardo, o como hace nueve años.
Nos desinflamos un poco, mirando cada día el correo a ver si había alguna novedad. Habíamos invertido mucho tiempo y mucha ilusión y ya nos imaginábamos trabajando y viajando en uno de esos flamantes buques que para colmo, atracaban justo enfrente de donde estábamos aparcados. Y todos pertenecían a empresas a las que nos habíamos dirigido.Incluso, durante algunos días, ya al anochecer y para despejarnos un poco, nos aficionamos a ir al extremo del muelle para verlos partir, vertiendo sobre las olas toda su luminosidad y perdiéndose en el horizonte estrellado.
Nos entraron las dudas y las inseguridades, ofuscados al ver que esa posibilidad se desvanecía. Como la gran metáfora de ver aquellos cruceros perderse en la oscuridad de la noche sin nosotros a bordo. Además no veíamos claro qué tal sería la alternativa de encontrar algún ingreso por aquí, aún conocedores que, al ser un lugar muy turístico, ofrece muchas posibilidades. Dudábamos de las condiciones y, sobre todo, que los sueldos fueran mínimamente aceptables. No teníamos claro si nos apetecía estar puteados en cualquier trabajo costero, sólo para subsistir y sin poder ahorrar, mientras la futura línea por trazar en el mapa nos reclama a gritos.
Con todo, decidimos redireccionar nuestra energía y probar suerte. En eso que conocimos a Jorge, un chaval de Alicante. Un "güey" muy majete, con mucho desparpajo, y que ya habla medio en mexicano. No en vano lleva viajando un año por México y seis meses en Puerto Vallarta. Él nos ayudó a acabar de despejar las nubes que se habían posado sobre nuestras cabezas diciéndonos que hay trabajo y que, si te lo montas, puedes ganar bastante dinero.
Quiero ser agradecido con la vida y me gusta pensar que estamos tocados por los duendes o por los "elementales" y como la suerte te va sonriendo más conforme te vas aproximando a ella, lo hemos conseguido. ¡Tenemos "chamba"! como dicen aquí.
Ya desde Barcelona proyectábamos este viaje como un camino de aprendizaje. Como un reto, que a pesar de que nos impresionaba, a la vez nos seducía imaginar qué tipo de situaciones nos planteaba, y qué tipo de recursos disponíamos para enfrentarlas o para disfrutarlas. También, qué conclusiones iríamos sacando después, que a la postre, es lo que nos va enseñando. La premisa del "sin billete de vuelta y a donde el viento nos lleve" no era más que una manera de forzar y buscar las situaciones y experiencias para intentar ser personas con más mundo, con más autoconfianza, para dar rienda suelta a la improvisación, para ser más adaptables, más sabios y cómo no, más libres.
Estos días han sido de esos en que antiguos fantasmas han salido de sus profundidades y nos han querido encadenar a sus miedos. Haciéndonos caer en la trampa de olvidarnos de la fe y la esperanza.
Beto un día nos dijo algo, que aunque no era nuevo para nosotros, estuvo bien que nos lo refrescara. "El problema no es desprenderse de las cosas materiales, lo verdaderamente doloroso es desprenderse de los propios esquemas personales". Y esto lo añado yo, "que a veces nos aprisionan, nos condicionan, nos hacen estar por debajo de nuestras posibilidades y no nos dejan ser totalmente libres".
Sigo siendo el de siempre, con mis dudas e inseguridades, pero algo me dice, quizá ya la experiencia, que las cosas importantes se van interiorizando poco a poco, casi sin darte cuenta. Y en eso estamos, en un camino de conocimiento, al menos de las cosas de aquí y quién sabe si esto nos llevará al camino de las cosas de allá. Ambos, el físico y el metafísico son largos y aún sentimos que no hemos hecho más que empezar.
Hoy siento que el suelo que pisamos es firme y que el horizonte ante nosotros es dilatado. Que no hay que perder nunca de vista la fe y confiar en las propias fuerzas. Que el Castanedasway se va consolidando y que el sol del Pacifico nos sonríe brillante.
Lo que pase mañana o pasado, ya se verá.
WELCOME TO THE HOTEL DREAMS
Fue así de simple. Mientras esperábamos la gran llamada o algún email esperanzador de alguna compañía de cruceros, recibí otra de un tipo que se hacía llamar Licenciado Márquez. Me reclamaba para una entrevista en el Hotel Dreams. ¿Para qué? Con la zozobra y la sorpresa no recordé preguntar para qué puesto era reclamada.
Así que ahí me presento con mis mejores galas y me encuentro a un señor simpático que me llama Antoñita con toda la familiaridad del mundo y me propone el puesto de terapeuta o de gerente de spa.
Me quedo atónita y por suerte me redirecciona a otra persona, Licenciada Alma Gómez, (qué les pasa a esta gente, que yo también soy licenciada eh! y no lo voy pregonando a los cuatro vientos) que sí me aclara que están buscando gerente pero que en seis días se incorpora al puesto y que necesitan terapeutas y quizá supervisoras.
La charla con esta mujer fue muy agradable, casi informal y en medio confesión me comenta que necesita hacer un cambio de aires en el spa y necesitan gente como yo! Siente que mi energía es muy especial y servirá para regenerar el funcionamiento del spa.
Os juro que hablé poco, sólo comenté qué terapias sabía hacer, en qué consistían, lo que opino de un masaje, etc... Ni tuve que enseñarle mis títulos.
Parecía cosa de magia.
Al día siguiente me cita para hacer un recorrido por el hotel, enseñarme el spa e invitarme a comer. Ese mismo día empezaron las gestiones para contratarme, tramitar el permiso de trabajo y todo el papeleo.
Así empezó todo y ya llevo nueve días trabajando en el spa del Hotel Dreams. Un hotel propiedad de un estadounidense donde sólo van estadounidenses.
El trabajo es duro porque hay días que no tienes ni un minuto para descansar y tienes que rascarlo para poder escaparte al lavabo o dar un trago de agua. Ocho horas al día, con un día de descanso a la semana. Suelo tener una media de cuatro o cinco masajes al día.
También es duro porque en un spa los masajes son muy comerciales y hay unos estándares que tienes que respetar aunque yo voy metiendo lo que puedo en esas normas. La gente va allá para olvidarse de sí mismos y el mundo, no van a escucharse o a curarse. Ésa es la gran diferencia.
Lo positivo de todo ello, es que estoy aprendiendo muchísimo con las compañeras, los clientes y las situaciones, además que encuentras personas con las que tienes un diálogo muy especial y sales fortalecida. También está la posibilidad de que te toquen masajes en la terraza del spa o en la playa y eso sí que es una gozada. Dar masajes viendo el mar o la puesta de sol, sintiendo la brisa y el sonido de las olas...
Los sueldos pese a que nos rodea yankeelandia no son precisamente estadounidenses, son mexicanos y el sueldo base no llega a 350 euros al mes. Pero lo bueno es que tienes comisión por cada masaje y los clientes dan unas propinas extraordinarias. Así que con todo eso puedo sacar un sueldo más o menos decente que nos permita ahorrar un poquito.
Hay otra pega. Para entrar a trabajar tengo que transformarme en una señorita con un uniforme muy "bonito" y peinarme al estilo de aquí, es decir, con el pelo peinado hacia atrás llena de gomina, al más puro estilo mojigata. Cuando paso cerca de un espejo aún me asusto, no me acabo de acostumbrar.
No sé cómo evolucionará todo pero de momento, aunque cansada, me siento muy feliz porque estoy haciendo lo que me gusta y pese a raras excepciones tienes recompensa en todos los sentidos.
El entorno es precioso y cada vez que salgo de trabajar aprovechamos para acercarnos al mar que siempre está presente.
La idea del crucero me parece ya lejana y no sé si me apetece trabajar de lo que sea en un sitio así. Ya no lo veo tan fantástico. Me gusta la idea de estar aquí y vivir en este sitio tan tranquilo y hermoso.
Aún estamos buscando un lugar definitivo para vivir, con la Paca por supuesto, no habría una casa mejor para nosotros. Tenemos ganas de aparcarla y estar más establecidos en un lugar fijo. Por comodidad y por ahorrar gasolina también.
Por ahora vivimos el momento y nuestros rincones favoritos de esta fabulosa costa.
SIGA INTENTÁNDOLO
Ahora me tocaba a mí hablar sobre mi trabajo pero, por un contratiempo de ultimísima hora, tendré que cambiar el guión.
El jueves de la semana pasada fui a una empresa de selección a entregar mi curriculum y me topé con un hombre con el que tuve una conversación bastante informal, nada que ver con la clásica entrevista de trabajo. Me preguntó de qué quería trabajar y yo ni corto ni perezoso le dije que de camionero local, nada de largas distancias, o en un canopy, aprovechando mi experiencia de escalador y mis conocimientos de fotografía. Los canopies son esos circuitos de aventuras en los que vas alternando tirolinas, rápeles, puentes colgantes y demás instalaciones acrobáticas. Hay muchos por la zona, están ubicados entre exuberante vegetación y son muy visitados por los turistas. A la vez, hay toda una infraestructura para hacer fotos a la gente mientras recorre el circuito para vendérselas después.
Total, que el tipo hizo una llamada delante mío y al colgar me aseguró que tenía trabajo de fotógrafo en el Canopy El Edén, solo tenía que hablar con un tal Sr. Crispín. La cita era el martes siguiente. A mi me apetecía mucho volver a colocarme un arnés, colgarme de una cuerda cámara en mano y estar al aire libre.
Cuando fui a hablar con el Sr. Crispín me comunicó que esas vacantes ya las tiene cubiertas, que lo que me ofrece es hacer fotos pero en otro ámbito. Resulta que donde ahora está ubicado El Edén, fue en su tiempo el lugar donde se rodó "Depredador", la peli de Schwazenegger. Tienen allí la maqueta original del personaje (del monstruo, no del gobernador) sobre un helicóptero de guerra y parece ser que los gringos andan loquitos por hacerse la foto en ese decorado. Eso era lo que el Sr. Crispín tenía reservado para mi y ni si quiera me ofrecía un sueldo, sólo un porcentaje por foto vendida. Hombre, me decepcionó un poco. No era la idea original de deambular por el vacío con los bártulos de escalada intentando hacer fotos un poco más espectaculares que la del bicho ese, pero accedí pensando que, según como me lo tomara, hasta podría ser divertido.
Quedamos en que empezaría al sábado siguiente. Nos intercambiamos los teléfonos y le pedí que si había algún cambio, me lo comunicara.
Bueno, pues como uno es precavido, el viernes por la tarde le llamé. No sé que historia me contó, pero resulta que ya no cuenta conmigo, que ha metido a no sé quién por no sé qué razón. La cara de tonto que se me hubiera quedado el sábado por la mañana, sí que hubiera sido digna de una foto, no como su fantástico decorado hollywodiense. Menos mal que le llamé. ¡Maldito impresentable!
Así pues, aquí acaba, de momento, mi experiencia laboral con los deportes de aventura y la fotografía en México, justo antes de empezar.
Lo que toca ahora es ir en busca otra vez de la suerte para que me vuelva a sonreír y me otorgue algo que sea mínimamente de mi agrado, si no, siempre queda la opción de que Antonia me enchufe en su hotel, y no como masajista, precisamente.
El jueves de la semana pasada fui a una empresa de selección a entregar mi curriculum y me topé con un hombre con el que tuve una conversación bastante informal, nada que ver con la clásica entrevista de trabajo. Me preguntó de qué quería trabajar y yo ni corto ni perezoso le dije que de camionero local, nada de largas distancias, o en un canopy, aprovechando mi experiencia de escalador y mis conocimientos de fotografía. Los canopies son esos circuitos de aventuras en los que vas alternando tirolinas, rápeles, puentes colgantes y demás instalaciones acrobáticas. Hay muchos por la zona, están ubicados entre exuberante vegetación y son muy visitados por los turistas. A la vez, hay toda una infraestructura para hacer fotos a la gente mientras recorre el circuito para vendérselas después.
Total, que el tipo hizo una llamada delante mío y al colgar me aseguró que tenía trabajo de fotógrafo en el Canopy El Edén, solo tenía que hablar con un tal Sr. Crispín. La cita era el martes siguiente. A mi me apetecía mucho volver a colocarme un arnés, colgarme de una cuerda cámara en mano y estar al aire libre.
Cuando fui a hablar con el Sr. Crispín me comunicó que esas vacantes ya las tiene cubiertas, que lo que me ofrece es hacer fotos pero en otro ámbito. Resulta que donde ahora está ubicado El Edén, fue en su tiempo el lugar donde se rodó "Depredador", la peli de Schwazenegger. Tienen allí la maqueta original del personaje (del monstruo, no del gobernador) sobre un helicóptero de guerra y parece ser que los gringos andan loquitos por hacerse la foto en ese decorado. Eso era lo que el Sr. Crispín tenía reservado para mi y ni si quiera me ofrecía un sueldo, sólo un porcentaje por foto vendida. Hombre, me decepcionó un poco. No era la idea original de deambular por el vacío con los bártulos de escalada intentando hacer fotos un poco más espectaculares que la del bicho ese, pero accedí pensando que, según como me lo tomara, hasta podría ser divertido.
Quedamos en que empezaría al sábado siguiente. Nos intercambiamos los teléfonos y le pedí que si había algún cambio, me lo comunicara.
Bueno, pues como uno es precavido, el viernes por la tarde le llamé. No sé que historia me contó, pero resulta que ya no cuenta conmigo, que ha metido a no sé quién por no sé qué razón. La cara de tonto que se me hubiera quedado el sábado por la mañana, sí que hubiera sido digna de una foto, no como su fantástico decorado hollywodiense. Menos mal que le llamé. ¡Maldito impresentable!
Así pues, aquí acaba, de momento, mi experiencia laboral con los deportes de aventura y la fotografía en México, justo antes de empezar.
Lo que toca ahora es ir en busca otra vez de la suerte para que me vuelva a sonreír y me otorgue algo que sea mínimamente de mi agrado, si no, siempre queda la opción de que Antonia me enchufe en su hotel, y no como masajista, precisamente.
12.3.08
DE VUELTA AL PACÍFICO
SALIDA DE D.F.
Por fin salimos de la espiral centrípeta de energía que nos mantuvo en D.F. casi dos meses y medio.
No fue gratis la salida. Tuvimos que pagar cuota a la policía que no nos dejaba salir sin aflojar la pasta. Pensábamos que saldríamos de D.F. sin ningún asalto, ni robo, como todo el mundo se sorprendía, pues no. Tuvimos que sobornar a un poli con 500 pesos ya que nos querían encerrar la Paca en el depósito y pagar 1.800 pesos por la multita. Según la ley, no podíamos circular ese día por D.F. con nuestra matrícula. Una medida para aliviar el tránsito de la ciudad. Nosotros, muy despiertos, salimos el único día que no podíamos circular con la Paca y ya a punto de salir, a poco menos de media hora de traspasar los límites de la ciudad nos percatamos que era el día fatal, ahí aparecieron. Fue un show muy vistoso y nos estrenamos en el ritual del regateo sobornil.
Cuando salimos con todo encima y la Paca intacta, "ens fèiem creus".
D.F. ha sido una ciudad ambivalente. Hemos sido muy bien acogidos y hemos conocido gente muy interesante con la que compartir pero a la vez es una ciudad muy dura, que te va desgastando poco a poco. Aún no sabemos, y quizá tampoco nos apetece sacar conclusiones definitivas del por qué hemos estado tanto tiempo. Las reparaciones y mejoras a la Paca que fuimos posponiendo desde USA, cuando no se alargaban o se complicaban, otras cosas se estropeaban y todo ello nos hizo perder mucho tiempo. A eso se añadía una cierta dependencia hacia las personas que conocimos y que nos planteaban propuestas interesantes y así fueron pasando las semanas.
Además la pérdida de nuestro ángel blanco nos dejó un poco aturdidos durante un tiempo.
Nos hemos llevado cosas muy buenas pero también hemos dejado mucha energía aquí. Más de dos meses ha sido excesivo.
MICHOACÁN
Partimos rumbo al Pacífico pero sin prisa y nos dio tiempo a pasar por el estado de Michoacán tranquilamente haciendo alguna parada.
En Pátzcuaro nos quedamos dos días disfrutando de una bonita ciudad con arquitectura colonial y plazas muy agradables.
También hicimos un alto en Angahuan desde donde pudimos acceder al volcán Paricutín y al pueblo de San Juan Parangaricutiro que en 1943 fue enterrado por una colada de este volcán dejando únicamente visibles los restos de la iglesia que aún se elevan entre la lava solidificada.
Hicimos esta excursión a caballo para estrenarnos y quizás fuimos un poco atrevidos porque era una excursión de siete horas! Un poco excesivo para nuestras posaderas vírgenes.
No nos resultó extraño ni difícil estar cómodos sobre los caballos. Eran mansos y obedecían pero no sospechábamos lo duro que era para los aductores y la espalda. Cuando bajamos a los pies del volcán fue una liberación, daba gusto usar las piernas y olvidar la silla de montar. En media hora nos plantamos en el cráter aún humeante y caliente, rodeándolo cómodamente y apreciando el paisaje.
Cuando bajamos de nuevo hasta donde estaban nuestros caballos, nos daba pereza subir de nuevo y notar la silla dura.
Incluso hubo caída incluida. El caballo de Antonia se asustó de una bolsa negra de plástico que estaba en el suelo y al segundo después ella estaba sentada en la tierra. Fue tan rápido el quiebro que ni se enteró de lo que había pasado. Imaginad su paranoia en cualquier cosa que había en el suelo, dirigiendo al animal tan asustadizo, no deseando que se cruzara ninguna camioneta en la vuelta. Sobre todo cuando íbamos por terreno pedregoso, ahí una caída no hacía ninguna gracia.
La expedición estuvo preciosa y la experiencia del caballo también, aunque francamente no sabemos cómo aguantan los habituales esos movimientos, especialmente en el trote, al galope ni imaginamos. Tardamos dos días en reponernos completamente.
Nos fuimos de Michoacán, transitando el México profundo y entramos en Jalisco pasando de largo Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México. Al ver las colas para entrar en el periférico de la ciudad nos trajo recuerdos de antiguas pesadillas y con el "vade retro" nos alejamos muy felices de la gran urbe.
Abandonamos Jalisco y entramos en el estado de Nayarit.
Esa mañana no nos resistimos a la turistada de parar en el pueblo de Tequila y comprar... Tequila!
La historia era pasar por los puestos e ir probando los tequilas para decidir cuál te llevabas, eso a las 10.30 de la mañana. La alegría y las virtudes del tequila nos hizo comprar tres garrafones de litro con tres tipos diferentes de tequila. Eran garrafones pero destilados caseramente de un sabor delicioso. No como el tequila que bebíamos en casa de Angel y Rubens en fin de año.
Nos puso a tono para ir al encuentro de Itxlán.
Xavi y Antonia
IXTLÁN
Itxlán se merece una entrada a parte. ¿Por qué? Además de que es el subtítulo de nuestro blog y de ser el lugar mentado en el tercer libro de Castaneda, es el símbolo de nuestro viaje. Un lugar que existe pero al que no puedes llegar, porque para llegar tienes que cambiar a una frecuencia en la que estuviste en el pasado y a la que no puedes volver, ya que todo cambió. Buscamos Itxlán pero sabemos que no hay vuelta posible, y es el camino el que nos encuentra y nos llena.
En el mapa de carreteras encuentras tres pueblos que se llaman ítxlán: Itxlán del Río, Itxlán de los Hervores e Itxlán a secas. ¿Cuál sería el lugar al cual don Genaro no pudo volver nunca más? ¿Cuál de los tres?
Al principio pensamos que sería el Ixtlán a secas, situado en Oaxaca, pero el incidente de ese día nos hizo sospechar que quizás no.
Después de Tequila, pasamos por unos cuantos pueblos y vimos Itxlán del Río. Mientras lo cruzábamos nos daba buena impresión, parecía un sitio muy agradable pero no pensábamos parar ni para poner gasolina. Cuando estábamos a 12km pasado el pueblo, el espejo retrovisor izquierdo del lado de Xavi, saltó en pedazos. Una furgoneta que iba en sentido contrario nos dio con el suyo. No podíamos seguir sin ese espejo así que cambiamos el izquierdo por el derecho y volvimos a Itxlán ya que era el pueblo más importante.
Volvimos y fuimos a una vidriería donde nos hicieron un espejo a medida ajustándolo al soporte que por suerte seguía entero. Se hizo tarde y pensamos comer unos tacos allí mismo, en la plaza mayor.
Mientras estábamos comiendo, el ambiente del pueblo y la atmósfera nos hizo pensar que quizás éste era el Ixtlán, el del Río. El desierto de Sonora estaba mucho más cerca aquí. De repente nos íbamos fijando en todos los tipos que se cruzaban con nosotros, imaginando que podían ser don Genaro, especialmente los de aspecto indígena que iban con sombrero y huaraches, es decir, la mayor parte.
Nos gustó el pueblo y estuvimos tentados de quedarnos una noche, pero nos inclinó más el objetivo de llegar al mar por fin, después de una semana de salir de D.F.
Mientras emprendíamos el camino de vuelta, sucedió una señal más, como diría don Juan. Sobre mi ventana, que estaba cerrada, se precipitaron objetos que impactaron en la Paca. Nos asustó y nos preguntábamos què había sido. Primero se viene sobre Xavi una lluvia de cristales que por suerte impactaron sobre la ventanilla subida, ahora sobre mí. ¿Qué es lo próximo que se nos viene encima?. Mientras pensábamos esto, yo veía restos de sangre en el retrovisor y paramos. Los objetos que habían impactado contra la ventanilla había sido una bandada de periquitos y aún había un par incrustados entre la cabina y el techo . Xavi cogió el primero, aún estaba vivo. Era precioso, verde y azul, dando los últimos alientos de vida. El otro estaba ya muerto.
Los dejamos debajo de un árbol y nos fuimos con una sensación muy triste e incierta.
A mí no dejaba de darme vueltas el mensaje de todo eso. La muerte mediante tres episodios con animales nos estaba diciendo algo. A mí, me parecía que nos quería transmitir que la vida era algo precioso y fugaz. Vivir el presente era vital para nuestro viaje, no dejar que el pasado o el futuro se mezclara con la experiencia del presente y tres animales hermosos nos lo expresaron con su muerte. Desde ese momento, estos animales son nuestros animales de poder, de conocimiento. El coyote, Huayna y ese pájaro. Animales que eran pura belleza y que vivieron la muerte con una pureza y una serenidad que nos conmovieron.
Esa misma tarde, el Pacífico nos dio la bienvenida con un atardecer espectacular.
Llegamos a Chacala, una playa donde las palmeras y algunas autocaravanas (las primeras que hemos visto en México) nos esperaban en un ambiente tranquilo y solitario.
El mar nos saludó de nuevo después de cinco meses.
Antonia
BAHÍA DE BANDERAS
La idea original no era llegar a Puerto Vallarta, si no ir a las costas de Baja California porque habían dos cosas que nos apetecía mucho, volver al mar y ver las ballenas, que ya no les queda mucho para emprender la migración de vuelta a Alaska. Pero recibimos dos informaciones que nos hicieron cambiar de rumbo. Una, el ferry que cruza el Mar de Cortés hasta La Paz, capital de Baja California Sur, es bastante caro para las autocaravanas y por ahora no nos podíamos permitir ese lujo. Dos, parece ser que esta temporada hay más ballenas en la zona de Bahía de Banderas que en Baja California, lugar donde tradicionalmente se han concentrado más. Así pues, el deseo de ver ballenas, que últimamente se desvanecía por lo avanzado de la fecha y por el precio del ferry, volvió a tomar forma.
Teníamos mucha desconfianza acerca de lo que nos íbamos a encontrar. Puerto Vallarta, junto con Acapulco y Cancún en el Caribe, son las mecas del turísmo playero en México. Y la impresión que nos dio conforme nos acercábamos al epicentro no fue muy buena. Anuncios de ofertas turísticas de todo tipo, condominios que privatizan las playas y cierran los accesos libres, hoteles de ensueño, cruceros atracados en el puerto...Y sobre todo, una evidente invasión gringa, como Lloret con los alemanes.
Pero la sorpresa fue grata cuando, al segundo día, nos decidimos entrar al centro, a la parte vieja. El pueblo, de momento, mantiene cierto encanto y es más tranquilo de lo esperado. Es turístico, sí, pero es agradable pasear por sus calles y sobre todo por el Malecón en un entorno de costa tropical y en el centro de la gran Bahía de Banderas.
Sin más dilación nos pusimos a buscar aquello por lo que habíamos venido, y a las nueve de la mañana del día siguiente estábamos embarcando en el Kon-Tiki a la búsqueda de una aleta dorsal, caudal o expiración en forma de agua pulverizada emergiendo de las olas. Al principio pensamos: ¡Dios, donde nos hemos metido! Mientras el barco se adentraba aguas adentro de la bahía, por los altavoces de la cubierta sonaba una música animada y el guía se enfundó su piel de animador turístico con micrófono en mano. Éramos muy pocos castellano-parlantes, algunos mexicanos y nosotros dos, el resto eran gringos y canadienses. Un poco más y nos obliga a levantar los brazos y dar palmas al son de la música y de sus trucos de líder grupal. Pero afortunadamente la dinámica cambió radicalmente. Cuando ya nos acercábamos a la zona donde se podían localizar, apagaron la música y el motor del catamarán disminuyó de revoluciones. Y el tipo, que a partir de aquel momento pasó a ser Osvaldo, comenzó a dar muchas y muy interesantes explicaciones acerca de los cetáceos. En eso que un par de delfines juguetones se acercaron a la embarcación para situarse en la proa y deleitarnos con sus saltos. Los delfines son seres muy especiales.
No tardaron en aparecer las primeras aletas y lomos ondulantes de las ballenas entre las olas y salvando una distancia prudencial las íbamos siguiendo con sigilo. Comenzaron a aparecer más y más grupos de dos o tres que el capitán avistaba, yo no sé cómo, en la lejanía. No éramos muchos y la cubierta era suficiente amplia para moverse cómodamente y poder disfrutar de una buena posición para observarlas. Se había generado muy buen clima y tranquilamente alternábamos unos grupos con otros, mientras Osvaldo seguía con sus rigurosas y detalladas explicaciones, siempre en bilingüe. No éramos la única embarcación, pero tampoco estaba masificado, aunque alguna de ellas se salto el protocolo de los 40 mts de acercamiento.
Ninguna ballena nos regaló uno de esos espectaculares saltos, pero una de ellas sacó la cabeza y parte del cuerpo durante unos segundos y muchas colas emergían del agua en sus bailes de apareamiento. Estuvimos casi tres horas rodeados de ellas y observándolas apaciblemente.
El tour incluía desayuno y barra libre. Y como habíamos hecho buenas migas con la tripulación, al final, yo diría que malígnamente, no pararon de ofrecernos margaritas, que es un combinado de limón, tequila y no sé qué más, que íbamos liquidando mientras charlábamos tranquilamente con ellos. El caso es que cuando pisamos tierra de nuevo, llevábamos un cogorzón y una alegría en el cuerpo que ni nuestros mejores años. Al llegar a la Paca, no pudimos más que tumbarnos sensualmente y dormir la mona bajo el sol tropical del mediodía. Por suerte, el alcohol no borró de nuestra memoria la grata experiencia de haber visto de cerca y compartir un rato las aguas con las ballenas, unos seres también muy especiales.
Los días posteriores los hemos dedicado a conocer algunas playas del sur de la bahía de las cuales teníamos pequeñas referencias. Al llegar a Boca de Tomatlán, un pueblito enclavado en una encantadora cala, descubrimos que el mapa tenía razón y que a partir de ahí la carretera no sigue paralela a la costa. Más allá sigue habiendo playas, incluso algunas habitadas y con servicios y la única manera de acceder es en lancha. Hay montada una red de lanchas-taxi que las conecta entre ellas a precios muy razonables. Nos pareció interesante y decidimos ir a pasar una noche a Yelapa, la más conocida, pero al llegar no fue del todo de nuestro agrado. El sitio es privilegiado, con vegetación tropical que llega hasta la misma costa y mar de colores intensos, pero la playa está demasiado saturada de cabañas, chiringuitos y demás y no había una zona bonita donde plantar la tienda. Así pues, estuvimos unas horas y decidimos ir a Quimixto, otra playa que habíamos visto desde la lancha a medio camino y que tenía un aspecto más solitario y salvaje.
A la mañana siguiente pasamos un día precioso en una playa paradisíaca, con una vegetación tropical exuberante y multitud de aves acuáticas revoloteando a nuestro alrededor.
Al regresar por la tarde en la lancha a Boca nos reencontramos con una pareja que vimos dos días antes en la playa. Karla y Michel, ella es instructora de buzo y él músico. Nos regalaron una tarde-noche-madrugada en su bonita casa donde estuvimos disfrutando de su compañía entre nubes verdes y líquido transparente. Escuchando a Medesky y cia., Fela Kuti, Miles y la música de Michel... que fue una delicia para nuestros oídos.
Son una pareja del norte de México, de Monterrey y Durango que están juntos en este pueblito encontrando la tranquilidad y el clima tropical.
Antonia y Xavi
(Faltan fotos del cráter del Paricutín y la iglesia sepultada y también de las ballenas)
http://picasaweb.google.com/xavienrollator/DeVueltaAlPacFico
Danzantes mexicas en la plaza de Coyoacán. Entre ellos están Yaotécatl, Ricardo y Carol.
Por fin salimos de la espiral centrípeta de energía que nos mantuvo en D.F. casi dos meses y medio.
No fue gratis la salida. Tuvimos que pagar cuota a la policía que no nos dejaba salir sin aflojar la pasta. Pensábamos que saldríamos de D.F. sin ningún asalto, ni robo, como todo el mundo se sorprendía, pues no. Tuvimos que sobornar a un poli con 500 pesos ya que nos querían encerrar la Paca en el depósito y pagar 1.800 pesos por la multita. Según la ley, no podíamos circular ese día por D.F. con nuestra matrícula. Una medida para aliviar el tránsito de la ciudad. Nosotros, muy despiertos, salimos el único día que no podíamos circular con la Paca y ya a punto de salir, a poco menos de media hora de traspasar los límites de la ciudad nos percatamos que era el día fatal, ahí aparecieron. Fue un show muy vistoso y nos estrenamos en el ritual del regateo sobornil.
Cuando salimos con todo encima y la Paca intacta, "ens fèiem creus".
D.F. ha sido una ciudad ambivalente. Hemos sido muy bien acogidos y hemos conocido gente muy interesante con la que compartir pero a la vez es una ciudad muy dura, que te va desgastando poco a poco. Aún no sabemos, y quizá tampoco nos apetece sacar conclusiones definitivas del por qué hemos estado tanto tiempo. Las reparaciones y mejoras a la Paca que fuimos posponiendo desde USA, cuando no se alargaban o se complicaban, otras cosas se estropeaban y todo ello nos hizo perder mucho tiempo. A eso se añadía una cierta dependencia hacia las personas que conocimos y que nos planteaban propuestas interesantes y así fueron pasando las semanas.
Además la pérdida de nuestro ángel blanco nos dejó un poco aturdidos durante un tiempo.
Nos hemos llevado cosas muy buenas pero también hemos dejado mucha energía aquí. Más de dos meses ha sido excesivo.
MICHOACÁN
Partimos rumbo al Pacífico pero sin prisa y nos dio tiempo a pasar por el estado de Michoacán tranquilamente haciendo alguna parada.
En Pátzcuaro nos quedamos dos días disfrutando de una bonita ciudad con arquitectura colonial y plazas muy agradables.
También hicimos un alto en Angahuan desde donde pudimos acceder al volcán Paricutín y al pueblo de San Juan Parangaricutiro que en 1943 fue enterrado por una colada de este volcán dejando únicamente visibles los restos de la iglesia que aún se elevan entre la lava solidificada.
Hicimos esta excursión a caballo para estrenarnos y quizás fuimos un poco atrevidos porque era una excursión de siete horas! Un poco excesivo para nuestras posaderas vírgenes.
No nos resultó extraño ni difícil estar cómodos sobre los caballos. Eran mansos y obedecían pero no sospechábamos lo duro que era para los aductores y la espalda. Cuando bajamos a los pies del volcán fue una liberación, daba gusto usar las piernas y olvidar la silla de montar. En media hora nos plantamos en el cráter aún humeante y caliente, rodeándolo cómodamente y apreciando el paisaje.
Cuando bajamos de nuevo hasta donde estaban nuestros caballos, nos daba pereza subir de nuevo y notar la silla dura.
Incluso hubo caída incluida. El caballo de Antonia se asustó de una bolsa negra de plástico que estaba en el suelo y al segundo después ella estaba sentada en la tierra. Fue tan rápido el quiebro que ni se enteró de lo que había pasado. Imaginad su paranoia en cualquier cosa que había en el suelo, dirigiendo al animal tan asustadizo, no deseando que se cruzara ninguna camioneta en la vuelta. Sobre todo cuando íbamos por terreno pedregoso, ahí una caída no hacía ninguna gracia.
La expedición estuvo preciosa y la experiencia del caballo también, aunque francamente no sabemos cómo aguantan los habituales esos movimientos, especialmente en el trote, al galope ni imaginamos. Tardamos dos días en reponernos completamente.
Nos fuimos de Michoacán, transitando el México profundo y entramos en Jalisco pasando de largo Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México. Al ver las colas para entrar en el periférico de la ciudad nos trajo recuerdos de antiguas pesadillas y con el "vade retro" nos alejamos muy felices de la gran urbe.
Abandonamos Jalisco y entramos en el estado de Nayarit.
Esa mañana no nos resistimos a la turistada de parar en el pueblo de Tequila y comprar... Tequila!
La historia era pasar por los puestos e ir probando los tequilas para decidir cuál te llevabas, eso a las 10.30 de la mañana. La alegría y las virtudes del tequila nos hizo comprar tres garrafones de litro con tres tipos diferentes de tequila. Eran garrafones pero destilados caseramente de un sabor delicioso. No como el tequila que bebíamos en casa de Angel y Rubens en fin de año.
Nos puso a tono para ir al encuentro de Itxlán.
Xavi y Antonia
IXTLÁN
Itxlán se merece una entrada a parte. ¿Por qué? Además de que es el subtítulo de nuestro blog y de ser el lugar mentado en el tercer libro de Castaneda, es el símbolo de nuestro viaje. Un lugar que existe pero al que no puedes llegar, porque para llegar tienes que cambiar a una frecuencia en la que estuviste en el pasado y a la que no puedes volver, ya que todo cambió. Buscamos Itxlán pero sabemos que no hay vuelta posible, y es el camino el que nos encuentra y nos llena.
En el mapa de carreteras encuentras tres pueblos que se llaman ítxlán: Itxlán del Río, Itxlán de los Hervores e Itxlán a secas. ¿Cuál sería el lugar al cual don Genaro no pudo volver nunca más? ¿Cuál de los tres?
Al principio pensamos que sería el Ixtlán a secas, situado en Oaxaca, pero el incidente de ese día nos hizo sospechar que quizás no.
Después de Tequila, pasamos por unos cuantos pueblos y vimos Itxlán del Río. Mientras lo cruzábamos nos daba buena impresión, parecía un sitio muy agradable pero no pensábamos parar ni para poner gasolina. Cuando estábamos a 12km pasado el pueblo, el espejo retrovisor izquierdo del lado de Xavi, saltó en pedazos. Una furgoneta que iba en sentido contrario nos dio con el suyo. No podíamos seguir sin ese espejo así que cambiamos el izquierdo por el derecho y volvimos a Itxlán ya que era el pueblo más importante.
Volvimos y fuimos a una vidriería donde nos hicieron un espejo a medida ajustándolo al soporte que por suerte seguía entero. Se hizo tarde y pensamos comer unos tacos allí mismo, en la plaza mayor.
Mientras estábamos comiendo, el ambiente del pueblo y la atmósfera nos hizo pensar que quizás éste era el Ixtlán, el del Río. El desierto de Sonora estaba mucho más cerca aquí. De repente nos íbamos fijando en todos los tipos que se cruzaban con nosotros, imaginando que podían ser don Genaro, especialmente los de aspecto indígena que iban con sombrero y huaraches, es decir, la mayor parte.
Nos gustó el pueblo y estuvimos tentados de quedarnos una noche, pero nos inclinó más el objetivo de llegar al mar por fin, después de una semana de salir de D.F.
Mientras emprendíamos el camino de vuelta, sucedió una señal más, como diría don Juan. Sobre mi ventana, que estaba cerrada, se precipitaron objetos que impactaron en la Paca. Nos asustó y nos preguntábamos què había sido. Primero se viene sobre Xavi una lluvia de cristales que por suerte impactaron sobre la ventanilla subida, ahora sobre mí. ¿Qué es lo próximo que se nos viene encima?. Mientras pensábamos esto, yo veía restos de sangre en el retrovisor y paramos. Los objetos que habían impactado contra la ventanilla había sido una bandada de periquitos y aún había un par incrustados entre la cabina y el techo . Xavi cogió el primero, aún estaba vivo. Era precioso, verde y azul, dando los últimos alientos de vida. El otro estaba ya muerto.
Los dejamos debajo de un árbol y nos fuimos con una sensación muy triste e incierta.
A mí no dejaba de darme vueltas el mensaje de todo eso. La muerte mediante tres episodios con animales nos estaba diciendo algo. A mí, me parecía que nos quería transmitir que la vida era algo precioso y fugaz. Vivir el presente era vital para nuestro viaje, no dejar que el pasado o el futuro se mezclara con la experiencia del presente y tres animales hermosos nos lo expresaron con su muerte. Desde ese momento, estos animales son nuestros animales de poder, de conocimiento. El coyote, Huayna y ese pájaro. Animales que eran pura belleza y que vivieron la muerte con una pureza y una serenidad que nos conmovieron.
Esa misma tarde, el Pacífico nos dio la bienvenida con un atardecer espectacular.
Llegamos a Chacala, una playa donde las palmeras y algunas autocaravanas (las primeras que hemos visto en México) nos esperaban en un ambiente tranquilo y solitario.
El mar nos saludó de nuevo después de cinco meses.
Antonia
BAHÍA DE BANDERAS
La idea original no era llegar a Puerto Vallarta, si no ir a las costas de Baja California porque habían dos cosas que nos apetecía mucho, volver al mar y ver las ballenas, que ya no les queda mucho para emprender la migración de vuelta a Alaska. Pero recibimos dos informaciones que nos hicieron cambiar de rumbo. Una, el ferry que cruza el Mar de Cortés hasta La Paz, capital de Baja California Sur, es bastante caro para las autocaravanas y por ahora no nos podíamos permitir ese lujo. Dos, parece ser que esta temporada hay más ballenas en la zona de Bahía de Banderas que en Baja California, lugar donde tradicionalmente se han concentrado más. Así pues, el deseo de ver ballenas, que últimamente se desvanecía por lo avanzado de la fecha y por el precio del ferry, volvió a tomar forma.
Teníamos mucha desconfianza acerca de lo que nos íbamos a encontrar. Puerto Vallarta, junto con Acapulco y Cancún en el Caribe, son las mecas del turísmo playero en México. Y la impresión que nos dio conforme nos acercábamos al epicentro no fue muy buena. Anuncios de ofertas turísticas de todo tipo, condominios que privatizan las playas y cierran los accesos libres, hoteles de ensueño, cruceros atracados en el puerto...Y sobre todo, una evidente invasión gringa, como Lloret con los alemanes.
Pero la sorpresa fue grata cuando, al segundo día, nos decidimos entrar al centro, a la parte vieja. El pueblo, de momento, mantiene cierto encanto y es más tranquilo de lo esperado. Es turístico, sí, pero es agradable pasear por sus calles y sobre todo por el Malecón en un entorno de costa tropical y en el centro de la gran Bahía de Banderas.
Sin más dilación nos pusimos a buscar aquello por lo que habíamos venido, y a las nueve de la mañana del día siguiente estábamos embarcando en el Kon-Tiki a la búsqueda de una aleta dorsal, caudal o expiración en forma de agua pulverizada emergiendo de las olas. Al principio pensamos: ¡Dios, donde nos hemos metido! Mientras el barco se adentraba aguas adentro de la bahía, por los altavoces de la cubierta sonaba una música animada y el guía se enfundó su piel de animador turístico con micrófono en mano. Éramos muy pocos castellano-parlantes, algunos mexicanos y nosotros dos, el resto eran gringos y canadienses. Un poco más y nos obliga a levantar los brazos y dar palmas al son de la música y de sus trucos de líder grupal. Pero afortunadamente la dinámica cambió radicalmente. Cuando ya nos acercábamos a la zona donde se podían localizar, apagaron la música y el motor del catamarán disminuyó de revoluciones. Y el tipo, que a partir de aquel momento pasó a ser Osvaldo, comenzó a dar muchas y muy interesantes explicaciones acerca de los cetáceos. En eso que un par de delfines juguetones se acercaron a la embarcación para situarse en la proa y deleitarnos con sus saltos. Los delfines son seres muy especiales.
No tardaron en aparecer las primeras aletas y lomos ondulantes de las ballenas entre las olas y salvando una distancia prudencial las íbamos siguiendo con sigilo. Comenzaron a aparecer más y más grupos de dos o tres que el capitán avistaba, yo no sé cómo, en la lejanía. No éramos muchos y la cubierta era suficiente amplia para moverse cómodamente y poder disfrutar de una buena posición para observarlas. Se había generado muy buen clima y tranquilamente alternábamos unos grupos con otros, mientras Osvaldo seguía con sus rigurosas y detalladas explicaciones, siempre en bilingüe. No éramos la única embarcación, pero tampoco estaba masificado, aunque alguna de ellas se salto el protocolo de los 40 mts de acercamiento.
Ninguna ballena nos regaló uno de esos espectaculares saltos, pero una de ellas sacó la cabeza y parte del cuerpo durante unos segundos y muchas colas emergían del agua en sus bailes de apareamiento. Estuvimos casi tres horas rodeados de ellas y observándolas apaciblemente.
El tour incluía desayuno y barra libre. Y como habíamos hecho buenas migas con la tripulación, al final, yo diría que malígnamente, no pararon de ofrecernos margaritas, que es un combinado de limón, tequila y no sé qué más, que íbamos liquidando mientras charlábamos tranquilamente con ellos. El caso es que cuando pisamos tierra de nuevo, llevábamos un cogorzón y una alegría en el cuerpo que ni nuestros mejores años. Al llegar a la Paca, no pudimos más que tumbarnos sensualmente y dormir la mona bajo el sol tropical del mediodía. Por suerte, el alcohol no borró de nuestra memoria la grata experiencia de haber visto de cerca y compartir un rato las aguas con las ballenas, unos seres también muy especiales.
Los días posteriores los hemos dedicado a conocer algunas playas del sur de la bahía de las cuales teníamos pequeñas referencias. Al llegar a Boca de Tomatlán, un pueblito enclavado en una encantadora cala, descubrimos que el mapa tenía razón y que a partir de ahí la carretera no sigue paralela a la costa. Más allá sigue habiendo playas, incluso algunas habitadas y con servicios y la única manera de acceder es en lancha. Hay montada una red de lanchas-taxi que las conecta entre ellas a precios muy razonables. Nos pareció interesante y decidimos ir a pasar una noche a Yelapa, la más conocida, pero al llegar no fue del todo de nuestro agrado. El sitio es privilegiado, con vegetación tropical que llega hasta la misma costa y mar de colores intensos, pero la playa está demasiado saturada de cabañas, chiringuitos y demás y no había una zona bonita donde plantar la tienda. Así pues, estuvimos unas horas y decidimos ir a Quimixto, otra playa que habíamos visto desde la lancha a medio camino y que tenía un aspecto más solitario y salvaje.
A la mañana siguiente pasamos un día precioso en una playa paradisíaca, con una vegetación tropical exuberante y multitud de aves acuáticas revoloteando a nuestro alrededor.
Al regresar por la tarde en la lancha a Boca nos reencontramos con una pareja que vimos dos días antes en la playa. Karla y Michel, ella es instructora de buzo y él músico. Nos regalaron una tarde-noche-madrugada en su bonita casa donde estuvimos disfrutando de su compañía entre nubes verdes y líquido transparente. Escuchando a Medesky y cia., Fela Kuti, Miles y la música de Michel... que fue una delicia para nuestros oídos.
Son una pareja del norte de México, de Monterrey y Durango que están juntos en este pueblito encontrando la tranquilidad y el clima tropical.
Antonia y Xavi
(Faltan fotos del cráter del Paricutín y la iglesia sepultada y también de las ballenas)
http://picasaweb.google.com/xavienrollator/DeVueltaAlPacFico
29.2.08
UNA TARDE DE FUTBOL
"Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie.
En Wembley suena todavía el griterío del Mundial del 66, que ganó Inglaterra, pero aguzando el oído puede usted escuchar gemidos que vienen del 53, cuando los húngaros golearon a la selección inglesa. El Estadio Centenario, de Montevideo, suspira de nostalgia por las glorias del fútbol uruguayo. Maracaná sigue llorando la derrota brasileña en el Mundial del 50. En la Bombonera de Buenos Aires, trepidan tambores de hace medio siglo. Desde las profundidades del Estadio Azteca, resuenan los ecos de los cánticos ceremoniales del antiguo juego mexicano de pelota. Habla en catalán el cemento del Camp Nou, en Barcelona, y en euskera conversan las gradas de San Mamés, en Bilbao. En Milán, el fantasma de Giuseppe Meazza mete goles que hacen vibrar al estadio que lleva su nombre. La final del Mundial del 74, que ganó Alemania, se juega día tras día y noche tras noche en el Estadio Olímpico de Munich. El estadio del rey Fahd, en Arabia Saudita, tiene palco de mármol y oro y tribunas alfombradas, pero no tiene memoria ni gran cosa que decir."
Eduardo Galeano. "El fútbol a sol y a sombra"
Durante todo este tiempo en el D.F. hemos estado viviendo a menos de un kilómetro del Estadio Azteca, uno de los campos más emblemáticos del mundo. Aquí se produjo la famosa "mano de Dios" de Maradona contra Inglaterra que le permitió ganar a Argentina el mundial 86 contra Alemania en la final que se jugó en este mismo estadio, donde Valdano le rogaba a la pelota que entrara.
De eso hace ya muchos años, pero el Azteca sigue siendo un estadio futbolero y es el feudo del club América mexicano. Y como Galeano sugiere, que los estadios tienen alma, no podía estar aquí, viéndolo por fuera varios días y no asistir a un partido. Además, las entradas son muy baratas, 65 pesos (4 euros) y puedes elegir cualquier punto del estadio. Obviamente elegí el mejor, la parte baja de la segunda gradería. Me tocó la octava jornada del Torneo de Clausura, América contra Santos (no confundir con el club brasileiro).
En cuanto al estadio, pues hombre, es muy bonito, con esa gran marquesina que lo cubre todo. Oficialmente tiene un aforo de 105.000 personas, algo menos que el Nou Camp y es un poco más pequeño debido a que las localidades están más apretadas. Lástima que pocas son las ocasiones en que se debe llenar por completo. En este partido, como mucho, se llegó a media entrada.
En el aspecto futbolístico, por lo que vi, el fútbol mexicano no tiene ni la intensidad ni la calidad de las grandes ligas europeas. El ritmo del balón es mucho más lento y el juego más impreciso. Eso sí, se jugó bastante tiempo efectivo y hubo deportividad, sólo se vio una tarjeta amarilla.
La afición del fondo sur, como siempre, no pararon de animar y saltar durante todo el partido, haciendo sonar unos tambores con ritmos que a mi me recordaban a las danzas indígenas, seguramente motivados por el subsuelo. Y eso que fueron perdiendo durante todo la segunda parte.
En definitiva, una tarde de domingo futbolera. No fue la final del Mundial del 86, ni un trascendental partido donde la grada vibra con su selección. Pero yo sentía esos ecos, me gustó estar allí y me lo pasé muy bien. Por si a alguien le interesa, el resultado fue 0-1.
Xavi
25.2.08
¡¡GRACIAS!!
Queremos agradecer a todos/as aquellos/as que nos han ayudado a que nuestra fuerza no decaiga nunca y que podamos seguir en este incierto y fascinante camino que es el castanedasway. Cada mensaje en el blog o cada email nos ha dado mucha fe y energía en el día a día de este viaje que a veces se hace duro.
Cada uno a su manera, de este lado o al otro del Atlántico han contribuido a nuestra andadura.
Gracias
http://picasaweb.google.com/antoniasway/Gracias
Cada uno a su manera, de este lado o al otro del Atlántico han contribuido a nuestra andadura.
Gracias
http://picasaweb.google.com/antoniasway/Gracias
ASCENSIÓN AL IZTACCIHUALT 5.230 MTS
Iztaccihuatl quiere decir mujer blanca en Náhualt. Es un volcán apagado, aunque sería más preciso decir que es un macizo volcánico que en su apogeo debió tener varios cráteres. Aún queda uno bien visible y yo diría que los dos circos que ahora están cubiertos por pequeños glaciares, condenados inevitablemente a su desaparición en breve, son cráteres erosionados.
Cuenta la leyenda que había una joven princesa pretendida por un apuesto plebeyo. A él, para merecer el amor de ella, le enviaron a la guerra. Pasaron los años y no regresó y la princesa desconsolada se abandonó a un sueño eterno. Cuando por fin regresó, encontró que su amada yacía inerte y más bella que nunca y decidió sentarse a su pies a la espera de que algún día despertara. Ella es el Iztaccihuatl y él, el Popocatépetl y desde la distancia, en efecto, el Izta parece una mujer dormida y el Popo un hombre sentado con aquella postura del que se abraza las rodillas. Dicen también, que cuando estas montañas despierten, este país, maltratado por su propia historia, comenzará a despuntar. Por el momento el Popo ya lleva algunos años escupiendo continuas fumarolas de esperanza, algunas de ellas, de gran espectacularidad.
Pues bien. Cuando llegué a D.F., me enteré que al Popo está prohibido subir debido a su actividad, pero supe de la existencia de La Mujer Dormida. Conocí a algunos que lo habían ascendido y fui recopilando información mediante ellos y por internet. Incluso algunos días, cuando la contaminación lo permitía, al oriente de la ciudad emergían las dos cumbres con ese aire altivo de las grandes montañas. De hecho, la tarde que enterramos a Huayna, el Iztaccihuatl estuvo presente en la distancia tintado con las luces del ocaso.
Después de dos meses de posponer el deseo creciente, por fin llegó el momento. Al final no pude engañar a nadie de los de por aquí y el que se dejó engañar, Luís Arturo, no pudo venir. Bueno sí, hubo alguien a quien sí engañé, mi fiel compañera. A mi me hacía ilusión que Antonia, después de tanto tiempo explicándole las sensaciones que se viven en la altura, pudiera experimentarlas por sí misma y ésta era la montaña idónea porque, al margen del respeto que siempre hay que guardarle a la alta montaña, no presenta grandes dificultades técnicas.
A mí me producía mucha curiosidad experimentar la altura, por todo lo que me había explicado Xavi y por las lecturas de Kurt Diemberger o Messner. Pero también me daba muchísimo respeto y sentía inseguridad hacia las reacciones de mi propio cuerpo, por eso a la primera intentona frustrada por un catarro de Xavi, me alegré por dentro. Me daba curiosidad pero también me daba pereza sufrir, esa ambivalencia que siempre he sentido por la alta montaña.
Elegimos ir entre semana para encontrar una soledad que se materializó por completo. ¡Estábamos totalmente solos! Como esos días estábamos en Amecameca, tan solo tuvimos que ascender los 30 kms de carretera al Paso de Cortés, un puerto entre el Izta y el Popo, más 8 kms de pista hasta La Joya, casi a 4000 mts, lugar de donde sale el camino hacia el refugio de Los Cien. Comenzamos a caminar pasado el medio día, con suficiente margen de tiempo y un cielo caprichoso que se cubría y se despejaba según su antojo, pero nunca amenazante. La primera mitad de la aproximación fue tranquila y a un ritmo pausado. A pesar del peso de la mochila y que la respiración ya empezaba a ser entrecortada me encontré muy bien. Pude comprobar que dos meses viviendo en D.F., a 2500 mts, habían hecho su efecto en la aclimatación. La segunda parte ya se hizo más dura, sobre todo a Antonia. A media hora del refugio y al cambiar de vertiente, el fuerte viento nos arrancó literalmente a grandes mordiscos el calor del cuerpo. Cuando entramos en el refugio estábamos totalmente destemplados y nos costó un buen rato entrar en calor.
Empecé bien y aunque sentía que mi cuerpo no estaba como siempre podía caminar y tener un ritmo lento pero estable. Fue casi llegando al tercer portillo y de éste al cuarto, cuando faltaba como unos 300 mts de desnivel para llegar al refugio cuando se hizo muy penoso para mí. La mochila cada vez pesaba más y sentía que era la más pesada de mi vida. El pecho estaba encogido y no podía agrandarlo en las inhalaciones, a la vez que sentía una punzada en el final del esternón cada vez que lo hacía. No tenía migrañas pero sentía como si tuviera un casco que me comprimiera la cabeza.
Ya casi llegando al refugio me decía a mí misma que no iba a subir al día siguiente, porque serían peores las sensaciones. No pensaba "Estos alpinistas están locos" pero sí que encontraba malsano subir en estas condiciones y no estoy hecha para este tipo de sacrificio.
Un café bien caliente y unos sorbos de tequila que alguien había dejado allí, ayudó a templarnos mientras veíamos el atardecer a través de los cristales. Ya cenando y con la oscuridad total, la gran masa de luces urbanas de los veinte millones de habitantes del Distrito Federal se perdía en el horizonte 2000 mts por debajo de nuestras cabezas.
El viento siguió rugiendo toda la noche pareciendo que fuera a arrancar alguna chapa metálica de la estructura del refugio en cualquier momento. Cuando salimos a hacer la última evacuación, la niebla nos envolvía creándome muchas dudas. Todo eso, la altitud con una pequeña migraña, el frío y los nervios que siempre se adhieren al saco la noche antes del ataque a la cumbre, hizo que no pudiéramos dormir profundamente en toda la noche. El despertador sonó a las seis, me asomé a la ventana y no brillaba ninguna estrella. El viento, aunque con menor intensidad, seguía soplando. Ya a las siete, con claridad, pude ver que esas nubes que tapaban las estrellas eran altas, que la montaña estaba despejada y el viento parecía que aminoraba. El ánimo se apoderó de mi y tras un café y una barrita energética me puse en marcha. A las siete y media, en mi línea.
Al oír el despertador y a Xavi poniéndose en marcha, sentía el dolor de cabeza que no me había abandonado en toda la noche. No pude dormir, ninguna posición me ayudaba a obviar la opresión que sentía en el pecho y pensé "aquí me quedo". Seguí en el refugio en compañía de nuestros amigos ratoncitos que nos habían acompañado toda la noche.
Al llegar al filo de la arista, el amanecer me hizo un regalo en forma de un denso mar de nubes en la vertiente de Puebla, la Este. A partir de ahí un terreno vertical entre fantasmagóricas formaciones volcánicas me depositó en la denominada Primera Rodilla, ya a 5000 mts. En ese punto pude ver parte de la larga travesía que va recorriendo la anatomía de La Mujer Blanca. El paisaje era un tanto desolado y la absoluta soledad multiplicaba la sensación de pequeñez. Pero a la vez, era un acicate que me empujaba a adentrarme en ese territorio. Encontrarte solo en un entorno de alta montaña es una sensación de plenitud que te ensancha el pecho ya empequeñecido por la falta de oxígeno.
El día fue calentándose, no había ninguna nube amenazadora y el Popo, siempre a mis espaldas, estaba espléndido. Con el ritmo lento que te marca la altitud y la respiración acelerada, llegué al borde del glaciar, que sería el vientre. En el lado opuesto vi por primera vez la cumbre. No estaba lejos, quedaba cruzarlo para acceder a una arista, que restos de azufre la teñían de amarillo, para situarme al pie de la pirámide somital. Los últimos metros fueron lentos, pero cargados de la emoción que te otorga el saber que ya nada te va a privar de encaramarte a ese punto deseado. Pero cuál fue mi sorpresa cuando al llegar a la supuesta cumbre vi que más hacia el norte, al otro lado de otro pequeño glaciar, había otro punto elevado con una cruz. Desde la distancia parecía más bajo, pero donde yo estaba no había nada, ni siquiera una fita que me sacara de dudas. Así pues, aunque me costó reconocerlo, llegué a la conclusión que la cumbre principal era la otra y que donde estaba era una antecima y a pesar de que ya me sentía algo desgastado hice el último esfuerzo, por aquello de la honestidad.
Me desperté a las nueve y media. El dolor de cabeza persistía pero al comer algo y beber un poco se fue calmando. El café ya fue totalmente reparador.
Justo en ese momento aparecieron en el refugio unos chavales de quince años aproximadamente, eran siete u ocho. No tenían pinta de montañistas, para nada. Iban vestidos con tejanos y bambas, parecían que estaban de paseo. No llegaron a la vez y hasta que no se reunieron todos no entraron en el refugio. Aunque no me daba buena vibra, opté por buen humor y simpatía, hablándoles y pregúntandoles mucho. En verdad que funcionó porque incluso pensaron que yo era la que guardaba ese refugio, ¡Si eran cuatro paredes de lata!
Algo hablaban pero sobre todo a lo que se dedicaron es a arrasar con la comida y el agua que los diferentes montañeros habían dejado en un estante del refugio e internamente pensé "Menos mal que estoy aquí porque hubieran arrasado con lo nuestro, dejándonos en calzones"
Después de un buen rato, se fueron y por fin pude relajarme y abandonar el refugio. El día no era cálido, el sol apenas calentaba y era una lucha contra el frío el disfrutar de las vistas y del paisaje.
Las vistas eran sobre todo de la ciudad de México y Amecameca, a lo lejos se vislumbraban las cumbres del Toluca y el Popo siempre omnipresente.
Al cabo de un ratito apareció un hombre vestido con pantalón corto, camiseta y una botella de agua. Era Ernesto. Se estaba preparando para la maratón y !había subido corriendo desde la Joya! Decía que aún no estaba en forma pero que estaba trabajando para ello y mantuve una agradable conversación con él. Durante la charla nos sorprendió un hongo de humo gris que salió del Popo. ¡Impresionante!
Disfruté del paisaje, me hice la foto de cumbre, comí algo, me fumé el cigarrito de rigor y emprendí el descenso dejándome deslizar por aquellas laderas que algunas eran de tierra descompuesta. A mitad de descenso, el Popo escupió una densa nube de ceniza gris que se elevó más de mil metros sobre él, un momento de gran espectacularidad. En el refugio me esperaba Antonia con los brazos abiertos y compartí con ella la alegría de la cima. Uno de los síntomas de la altura, entre muchos otros, es la falta de apetito y en toda la ascensión no comí prácticamente nada, con lo cual en ese momento me sentía bastante desfallecido. Descansé un poco, me preparé un precocinado de pasta calentito que me sentó divinamente y me recuperé.
La bajada a La Joya nos la tomamos con mucha calma, disfrutando del camino que el día anterior había costado tanto subir y gozando de una tarde que al final acabó siendo espléndida, con un cielo limpio e intenso. Ya casi abajo nos cruzamos con un guía que subía con su cliente a pasar la noche en el refugio para intentar al día siguiente la cumbre. Le pregunté cuál de las dos es la cumbre principal y me dijo que la primera, que entre las dos hay una diferencia de diez metros. Así pues, fui a la de la cruz en vano, pero si en el Pirineo se consideraría como dos tresmiles, puedo decir con total autoridad que he hecho dos cincomiles,¿no?
Para mí casi el mejor momento, cuando llegas al coche y ya no tienes que andar y cargar nada más. Había disfrutado-sufrido la experiencia y ya sabía en mis propias carnes de qué se trataba. No pienso repetirla.
En mi interior añoré los paisajes salvajes del Pirineo y las ascensiones o aproximaciones que siempre te sobrecogen la mirada en esas tierras. ¡Y sin dolores de cabeza! ¡Y respirando con normalidad!
El día acabó de vuelta en Amecameca, cenando con la compañía de Rosa María y Yaotecatl en ese acogedor comedor. Me encontré muy cómodo durante toda la ascensión, pese a que no estoy en mi mejor momento físicamente. Y, además, con la buena sensación de haberme reencontrado, después de tanto tiempo, desde el Himalaya, con esas sensaciones tan especiales que sólo te ofrece la gran altura.
XAVI Y ANTONIA
INFORMACIÓN TÉCNICA
El Iztaccihuatl tiene varias rutas de ascenso. Había una que me atraía mucho que discurre por su vertiente Oeste y traza una línea bastante directa hacia El Pecho, que es la cima principal, pero su desnivel es considerable (2500 mts), ya que parte del pueblo de San Rafael, a 2700 mts. Como no estoy en un estado de forma increíble, decidí hacer la ruta normal o Arista de la Luz, de mucho menos desnivel al empezar a 3990 mts. La Arista de la Luz recibe su nombre porque recorre la arista sur del macizo y comienza la ascensión por la parte de Los Pies. En total son 1240 mts de desnivel. Hay gente que lo hace en el día, pero yo preferí hacer noche en el refugio de Los Cien (o del Diecinueve) para aclimatar mejor y porque me apetecía pasar una noche en la montaña.
Este invierno está siendo muy seco y la montaña no tiene prácticamente nieve, tan sólo queda algo en las vertientes nortes un poco por debajo de los 5000 mts. En condiciones normales la nieve empezaría un poco antes del refugio, a excepción de nevadas excepcionales, que también las hay. A parte del Glaciar de Ayoloco, el más grande y situado en el vientre y otro más pequeño en el circo del Pecho.
Aproximación al refugio de Los Cien (4720 mts)
Desnivel: 730 mts
Tiempo: de 3 a 5 horas (nosotros tardamos 5)
El camino empieza en La Joya y discurre primero por la arista Sur-Oeste que baja de la cumbre de Los Pies y después por la larga e irregular arista principal Sur. No va por el filo, sino que va cambiando de vertiente hasta cuatro veces mediante unos collados llamados "portillos". Comienza en la vertiente Oeste para acabar finalmente en la misma vertiente, lugar donde se asienta el refugio. Hasta el primer Portillo el camino discurre por una zona de matojo bajo. Entre el primero y el segundo (vertiente Este) empieza un terreno más o menos descompuesto de tierra suelta entre bloques de roca volcánica que se irá alternando con zonas mas sólidas hasta prácticamente la misma cumbre. Pasado el segundo Portillo una larga travesía ascendente flanquea por debajo del contrafuerte Oeste de Los Pies para ya en el tercer Portillo situarse en la arista principal. Aquí vuelve un tramo de tierra hasta que se encarama en la sólida arista para cruzar ya el cuarto, donde sólo queda ascender una pequeña colina tras la cual está el refugio. El refugio es sencillo pero acogedor, de unas 20-25 plazas y no demasiado sucio.
Ascensión al Iztaccihuatl (5230 mts)
Desnivel: 510 mts
Tiempo: de 3 a 4 horas (yo tardé 2:45 hasta la cumbre
principal, más 20 min hasta la falsa cumbre)
Saliendo del refugio se remonta una pendiente de tierra hasta volver a empalmar con la arista, unos 100 mts más arriba. La arista no es afilada, más bien es un ancho pilar de formaciones volcánicas entre las que vas buscando los pasos lógicos apoyando de vez en cuando las manos. Esta zona sería bastante perdedora si en el descenso ya se ha enganchado la niebla. Se llega así a la Primera Rodilla (5020 mts), que es el filo sur de un cráter abierto hacia el Este. Se atraviesa este cráter para situarse en la Segunda Rodilla y después superar otra cota que, digo yo, sería la cresta iliaca. Desde este punto ya tienes ante ti el Glaciar de Ayoloco y al fondo la cumbre. Para mí éste fue el tramo más bonito de toda la ascensión, como una especie de altiplano a unos 5100 mts flanqueado por varias cumbres, dándote la sensación de transitar por una plataforma bastante aérea. Se cruza el glaciar, que al final tenía unos pequeños penitentes (caprichosas formas que la fusión le da al hielo) para encaramarte a un lomo ondulante de colores naranjas y amarillos y que aún huele a azufre hasta situarte en la base de la pirámide somital. Ya sólo resta subir la corta arista Sur-Este de algo más de 100 mts. La cumbre es el filo Sur del Pecho. El Pecho es un pequeño circo con un glaciar abierto también hacia el Este en cuyo lado Norte se haya la cumbre secundaria, la de la cruz. En ninguno de los dos glaciares vi grandes grietas, sí vi pequeñas grietas de algunos centímetros de ancho producidas, diría yo, más por la dilatación del hielo que por el desplazamiento.
NOTA: Aquellos días tuvimos bastantes problemas con nuestros aparatos visuales. La cámara digital se pasó dos semanas en huelga, después, milagrosamente volvió a funcionar. Y el objetivo normal de mi analógica estaba en un taller del D.F. arreglándose. Así pues solo pude hacer fotos con el gran angular, dándole a todas ellas un efecto un poco irreal. Para colmo, cuando revelé la película resultó estar en mal estado, así que, Photoshop está bien pero no hace milagros. Os pedimos disculpas por el efecto pasteloso de algunas de ellas, pero al menos, os podemos ofrecer imágenes.
FOTOS EN EL VÍNCULO DE LA IZQUIERDA
Cuenta la leyenda que había una joven princesa pretendida por un apuesto plebeyo. A él, para merecer el amor de ella, le enviaron a la guerra. Pasaron los años y no regresó y la princesa desconsolada se abandonó a un sueño eterno. Cuando por fin regresó, encontró que su amada yacía inerte y más bella que nunca y decidió sentarse a su pies a la espera de que algún día despertara. Ella es el Iztaccihuatl y él, el Popocatépetl y desde la distancia, en efecto, el Izta parece una mujer dormida y el Popo un hombre sentado con aquella postura del que se abraza las rodillas. Dicen también, que cuando estas montañas despierten, este país, maltratado por su propia historia, comenzará a despuntar. Por el momento el Popo ya lleva algunos años escupiendo continuas fumarolas de esperanza, algunas de ellas, de gran espectacularidad.
Pues bien. Cuando llegué a D.F., me enteré que al Popo está prohibido subir debido a su actividad, pero supe de la existencia de La Mujer Dormida. Conocí a algunos que lo habían ascendido y fui recopilando información mediante ellos y por internet. Incluso algunos días, cuando la contaminación lo permitía, al oriente de la ciudad emergían las dos cumbres con ese aire altivo de las grandes montañas. De hecho, la tarde que enterramos a Huayna, el Iztaccihuatl estuvo presente en la distancia tintado con las luces del ocaso.
Después de dos meses de posponer el deseo creciente, por fin llegó el momento. Al final no pude engañar a nadie de los de por aquí y el que se dejó engañar, Luís Arturo, no pudo venir. Bueno sí, hubo alguien a quien sí engañé, mi fiel compañera. A mi me hacía ilusión que Antonia, después de tanto tiempo explicándole las sensaciones que se viven en la altura, pudiera experimentarlas por sí misma y ésta era la montaña idónea porque, al margen del respeto que siempre hay que guardarle a la alta montaña, no presenta grandes dificultades técnicas.
A mí me producía mucha curiosidad experimentar la altura, por todo lo que me había explicado Xavi y por las lecturas de Kurt Diemberger o Messner. Pero también me daba muchísimo respeto y sentía inseguridad hacia las reacciones de mi propio cuerpo, por eso a la primera intentona frustrada por un catarro de Xavi, me alegré por dentro. Me daba curiosidad pero también me daba pereza sufrir, esa ambivalencia que siempre he sentido por la alta montaña.
Elegimos ir entre semana para encontrar una soledad que se materializó por completo. ¡Estábamos totalmente solos! Como esos días estábamos en Amecameca, tan solo tuvimos que ascender los 30 kms de carretera al Paso de Cortés, un puerto entre el Izta y el Popo, más 8 kms de pista hasta La Joya, casi a 4000 mts, lugar de donde sale el camino hacia el refugio de Los Cien. Comenzamos a caminar pasado el medio día, con suficiente margen de tiempo y un cielo caprichoso que se cubría y se despejaba según su antojo, pero nunca amenazante. La primera mitad de la aproximación fue tranquila y a un ritmo pausado. A pesar del peso de la mochila y que la respiración ya empezaba a ser entrecortada me encontré muy bien. Pude comprobar que dos meses viviendo en D.F., a 2500 mts, habían hecho su efecto en la aclimatación. La segunda parte ya se hizo más dura, sobre todo a Antonia. A media hora del refugio y al cambiar de vertiente, el fuerte viento nos arrancó literalmente a grandes mordiscos el calor del cuerpo. Cuando entramos en el refugio estábamos totalmente destemplados y nos costó un buen rato entrar en calor.
Empecé bien y aunque sentía que mi cuerpo no estaba como siempre podía caminar y tener un ritmo lento pero estable. Fue casi llegando al tercer portillo y de éste al cuarto, cuando faltaba como unos 300 mts de desnivel para llegar al refugio cuando se hizo muy penoso para mí. La mochila cada vez pesaba más y sentía que era la más pesada de mi vida. El pecho estaba encogido y no podía agrandarlo en las inhalaciones, a la vez que sentía una punzada en el final del esternón cada vez que lo hacía. No tenía migrañas pero sentía como si tuviera un casco que me comprimiera la cabeza.
Ya casi llegando al refugio me decía a mí misma que no iba a subir al día siguiente, porque serían peores las sensaciones. No pensaba "Estos alpinistas están locos" pero sí que encontraba malsano subir en estas condiciones y no estoy hecha para este tipo de sacrificio.
Un café bien caliente y unos sorbos de tequila que alguien había dejado allí, ayudó a templarnos mientras veíamos el atardecer a través de los cristales. Ya cenando y con la oscuridad total, la gran masa de luces urbanas de los veinte millones de habitantes del Distrito Federal se perdía en el horizonte 2000 mts por debajo de nuestras cabezas.
El viento siguió rugiendo toda la noche pareciendo que fuera a arrancar alguna chapa metálica de la estructura del refugio en cualquier momento. Cuando salimos a hacer la última evacuación, la niebla nos envolvía creándome muchas dudas. Todo eso, la altitud con una pequeña migraña, el frío y los nervios que siempre se adhieren al saco la noche antes del ataque a la cumbre, hizo que no pudiéramos dormir profundamente en toda la noche. El despertador sonó a las seis, me asomé a la ventana y no brillaba ninguna estrella. El viento, aunque con menor intensidad, seguía soplando. Ya a las siete, con claridad, pude ver que esas nubes que tapaban las estrellas eran altas, que la montaña estaba despejada y el viento parecía que aminoraba. El ánimo se apoderó de mi y tras un café y una barrita energética me puse en marcha. A las siete y media, en mi línea.
Al oír el despertador y a Xavi poniéndose en marcha, sentía el dolor de cabeza que no me había abandonado en toda la noche. No pude dormir, ninguna posición me ayudaba a obviar la opresión que sentía en el pecho y pensé "aquí me quedo". Seguí en el refugio en compañía de nuestros amigos ratoncitos que nos habían acompañado toda la noche.
Al llegar al filo de la arista, el amanecer me hizo un regalo en forma de un denso mar de nubes en la vertiente de Puebla, la Este. A partir de ahí un terreno vertical entre fantasmagóricas formaciones volcánicas me depositó en la denominada Primera Rodilla, ya a 5000 mts. En ese punto pude ver parte de la larga travesía que va recorriendo la anatomía de La Mujer Blanca. El paisaje era un tanto desolado y la absoluta soledad multiplicaba la sensación de pequeñez. Pero a la vez, era un acicate que me empujaba a adentrarme en ese territorio. Encontrarte solo en un entorno de alta montaña es una sensación de plenitud que te ensancha el pecho ya empequeñecido por la falta de oxígeno.
El día fue calentándose, no había ninguna nube amenazadora y el Popo, siempre a mis espaldas, estaba espléndido. Con el ritmo lento que te marca la altitud y la respiración acelerada, llegué al borde del glaciar, que sería el vientre. En el lado opuesto vi por primera vez la cumbre. No estaba lejos, quedaba cruzarlo para acceder a una arista, que restos de azufre la teñían de amarillo, para situarme al pie de la pirámide somital. Los últimos metros fueron lentos, pero cargados de la emoción que te otorga el saber que ya nada te va a privar de encaramarte a ese punto deseado. Pero cuál fue mi sorpresa cuando al llegar a la supuesta cumbre vi que más hacia el norte, al otro lado de otro pequeño glaciar, había otro punto elevado con una cruz. Desde la distancia parecía más bajo, pero donde yo estaba no había nada, ni siquiera una fita que me sacara de dudas. Así pues, aunque me costó reconocerlo, llegué a la conclusión que la cumbre principal era la otra y que donde estaba era una antecima y a pesar de que ya me sentía algo desgastado hice el último esfuerzo, por aquello de la honestidad.
Me desperté a las nueve y media. El dolor de cabeza persistía pero al comer algo y beber un poco se fue calmando. El café ya fue totalmente reparador.
Justo en ese momento aparecieron en el refugio unos chavales de quince años aproximadamente, eran siete u ocho. No tenían pinta de montañistas, para nada. Iban vestidos con tejanos y bambas, parecían que estaban de paseo. No llegaron a la vez y hasta que no se reunieron todos no entraron en el refugio. Aunque no me daba buena vibra, opté por buen humor y simpatía, hablándoles y pregúntandoles mucho. En verdad que funcionó porque incluso pensaron que yo era la que guardaba ese refugio, ¡Si eran cuatro paredes de lata!
Algo hablaban pero sobre todo a lo que se dedicaron es a arrasar con la comida y el agua que los diferentes montañeros habían dejado en un estante del refugio e internamente pensé "Menos mal que estoy aquí porque hubieran arrasado con lo nuestro, dejándonos en calzones"
Después de un buen rato, se fueron y por fin pude relajarme y abandonar el refugio. El día no era cálido, el sol apenas calentaba y era una lucha contra el frío el disfrutar de las vistas y del paisaje.
Las vistas eran sobre todo de la ciudad de México y Amecameca, a lo lejos se vislumbraban las cumbres del Toluca y el Popo siempre omnipresente.
Al cabo de un ratito apareció un hombre vestido con pantalón corto, camiseta y una botella de agua. Era Ernesto. Se estaba preparando para la maratón y !había subido corriendo desde la Joya! Decía que aún no estaba en forma pero que estaba trabajando para ello y mantuve una agradable conversación con él. Durante la charla nos sorprendió un hongo de humo gris que salió del Popo. ¡Impresionante!
Disfruté del paisaje, me hice la foto de cumbre, comí algo, me fumé el cigarrito de rigor y emprendí el descenso dejándome deslizar por aquellas laderas que algunas eran de tierra descompuesta. A mitad de descenso, el Popo escupió una densa nube de ceniza gris que se elevó más de mil metros sobre él, un momento de gran espectacularidad. En el refugio me esperaba Antonia con los brazos abiertos y compartí con ella la alegría de la cima. Uno de los síntomas de la altura, entre muchos otros, es la falta de apetito y en toda la ascensión no comí prácticamente nada, con lo cual en ese momento me sentía bastante desfallecido. Descansé un poco, me preparé un precocinado de pasta calentito que me sentó divinamente y me recuperé.
La bajada a La Joya nos la tomamos con mucha calma, disfrutando del camino que el día anterior había costado tanto subir y gozando de una tarde que al final acabó siendo espléndida, con un cielo limpio e intenso. Ya casi abajo nos cruzamos con un guía que subía con su cliente a pasar la noche en el refugio para intentar al día siguiente la cumbre. Le pregunté cuál de las dos es la cumbre principal y me dijo que la primera, que entre las dos hay una diferencia de diez metros. Así pues, fui a la de la cruz en vano, pero si en el Pirineo se consideraría como dos tresmiles, puedo decir con total autoridad que he hecho dos cincomiles,¿no?
Para mí casi el mejor momento, cuando llegas al coche y ya no tienes que andar y cargar nada más. Había disfrutado-sufrido la experiencia y ya sabía en mis propias carnes de qué se trataba. No pienso repetirla.
En mi interior añoré los paisajes salvajes del Pirineo y las ascensiones o aproximaciones que siempre te sobrecogen la mirada en esas tierras. ¡Y sin dolores de cabeza! ¡Y respirando con normalidad!
El día acabó de vuelta en Amecameca, cenando con la compañía de Rosa María y Yaotecatl en ese acogedor comedor. Me encontré muy cómodo durante toda la ascensión, pese a que no estoy en mi mejor momento físicamente. Y, además, con la buena sensación de haberme reencontrado, después de tanto tiempo, desde el Himalaya, con esas sensaciones tan especiales que sólo te ofrece la gran altura.
XAVI Y ANTONIA
INFORMACIÓN TÉCNICA
El Iztaccihuatl tiene varias rutas de ascenso. Había una que me atraía mucho que discurre por su vertiente Oeste y traza una línea bastante directa hacia El Pecho, que es la cima principal, pero su desnivel es considerable (2500 mts), ya que parte del pueblo de San Rafael, a 2700 mts. Como no estoy en un estado de forma increíble, decidí hacer la ruta normal o Arista de la Luz, de mucho menos desnivel al empezar a 3990 mts. La Arista de la Luz recibe su nombre porque recorre la arista sur del macizo y comienza la ascensión por la parte de Los Pies. En total son 1240 mts de desnivel. Hay gente que lo hace en el día, pero yo preferí hacer noche en el refugio de Los Cien (o del Diecinueve) para aclimatar mejor y porque me apetecía pasar una noche en la montaña.
Este invierno está siendo muy seco y la montaña no tiene prácticamente nieve, tan sólo queda algo en las vertientes nortes un poco por debajo de los 5000 mts. En condiciones normales la nieve empezaría un poco antes del refugio, a excepción de nevadas excepcionales, que también las hay. A parte del Glaciar de Ayoloco, el más grande y situado en el vientre y otro más pequeño en el circo del Pecho.
Aproximación al refugio de Los Cien (4720 mts)
Desnivel: 730 mts
Tiempo: de 3 a 5 horas (nosotros tardamos 5)
El camino empieza en La Joya y discurre primero por la arista Sur-Oeste que baja de la cumbre de Los Pies y después por la larga e irregular arista principal Sur. No va por el filo, sino que va cambiando de vertiente hasta cuatro veces mediante unos collados llamados "portillos". Comienza en la vertiente Oeste para acabar finalmente en la misma vertiente, lugar donde se asienta el refugio. Hasta el primer Portillo el camino discurre por una zona de matojo bajo. Entre el primero y el segundo (vertiente Este) empieza un terreno más o menos descompuesto de tierra suelta entre bloques de roca volcánica que se irá alternando con zonas mas sólidas hasta prácticamente la misma cumbre. Pasado el segundo Portillo una larga travesía ascendente flanquea por debajo del contrafuerte Oeste de Los Pies para ya en el tercer Portillo situarse en la arista principal. Aquí vuelve un tramo de tierra hasta que se encarama en la sólida arista para cruzar ya el cuarto, donde sólo queda ascender una pequeña colina tras la cual está el refugio. El refugio es sencillo pero acogedor, de unas 20-25 plazas y no demasiado sucio.
Ascensión al Iztaccihuatl (5230 mts)
Desnivel: 510 mts
Tiempo: de 3 a 4 horas (yo tardé 2:45 hasta la cumbre
principal, más 20 min hasta la falsa cumbre)
Saliendo del refugio se remonta una pendiente de tierra hasta volver a empalmar con la arista, unos 100 mts más arriba. La arista no es afilada, más bien es un ancho pilar de formaciones volcánicas entre las que vas buscando los pasos lógicos apoyando de vez en cuando las manos. Esta zona sería bastante perdedora si en el descenso ya se ha enganchado la niebla. Se llega así a la Primera Rodilla (5020 mts), que es el filo sur de un cráter abierto hacia el Este. Se atraviesa este cráter para situarse en la Segunda Rodilla y después superar otra cota que, digo yo, sería la cresta iliaca. Desde este punto ya tienes ante ti el Glaciar de Ayoloco y al fondo la cumbre. Para mí éste fue el tramo más bonito de toda la ascensión, como una especie de altiplano a unos 5100 mts flanqueado por varias cumbres, dándote la sensación de transitar por una plataforma bastante aérea. Se cruza el glaciar, que al final tenía unos pequeños penitentes (caprichosas formas que la fusión le da al hielo) para encaramarte a un lomo ondulante de colores naranjas y amarillos y que aún huele a azufre hasta situarte en la base de la pirámide somital. Ya sólo resta subir la corta arista Sur-Este de algo más de 100 mts. La cumbre es el filo Sur del Pecho. El Pecho es un pequeño circo con un glaciar abierto también hacia el Este en cuyo lado Norte se haya la cumbre secundaria, la de la cruz. En ninguno de los dos glaciares vi grandes grietas, sí vi pequeñas grietas de algunos centímetros de ancho producidas, diría yo, más por la dilatación del hielo que por el desplazamiento.
NOTA: Aquellos días tuvimos bastantes problemas con nuestros aparatos visuales. La cámara digital se pasó dos semanas en huelga, después, milagrosamente volvió a funcionar. Y el objetivo normal de mi analógica estaba en un taller del D.F. arreglándose. Así pues solo pude hacer fotos con el gran angular, dándole a todas ellas un efecto un poco irreal. Para colmo, cuando revelé la película resultó estar en mal estado, así que, Photoshop está bien pero no hace milagros. Os pedimos disculpas por el efecto pasteloso de algunas de ellas, pero al menos, os podemos ofrecer imágenes.
FOTOS EN EL VÍNCULO DE LA IZQUIERDA