31.10.07

Han pasado unos días desde que abandonamos Yosemite y es ahora cuando puedo sentarme y escribir unas cuantas líneas sobre lo que han significado estas casi dos semanas en el valle. Estuve aquí hace nueve años sin saber qué era ni lo que me encontraría y me quedé casi el mismo tiempo atrapada en su encanto. Un sitio en el que conocí por primera vez qué era eso de la escalada y donde me encontré unas personas maravillosas que me introdujeron en ese mundo y su filosofía. A raíz de aquella experiencia surgieron otras al desierto y a Utah, el viaje se fue transformando y me llevó a lugares que ni imaginé.
A Xavi y a mí nos llenaba de excitación la llegada a este sitio tan especial, yo por reencontrarme con un lugar muy querido y que en realidad me hizo conocer y enamorarme de Xavi y él por realizar un sueño largamente dormido.

Luego, llega la realidad en ese punto del tiempo. Los paisajes cambian y nosotros también. Yosemite se nos ha descubierto como un lugar de sentimientos muy diferentes y a veces enfrentados. Sombras del pasado que salen a la luz del presente y te hacen cuestionar y ver con diferente actitud el presente mismo. Con dolor, con tristeza, con valor. Momentos de delicada ternura y belleza. Mucha belleza rodeándote de toda la fealdad que te pueda sorprender dentro o fuera de tu alma.
Días que nos sentimos felices de haber vivido juntos aquí, en Yosemite.

Han hecho falta unos días de calidez y paisajes inacabables para echar un vistazo a esos días intensos en el valle. Death Valley y su desnudez nos han ayudado. Su paisaje que todo lo muestra y no esconde nada, hace el mismo efecto contigo y ha resultado un bálsamo.
Y el Indian Summer. Le llaman así a tres semanas en mitad del otoño donde hace un calor de propio verano en el día y un frescor agradable en la noche. Creo que voy a cambiar el otoño como estación favorita y voy a elegir el Indian Summer.

El Indian Summer nos acoge y seguimos viaje.


Antonia

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