31.10.07

VIVAC EN LA CIMA DEL CAPITÁN


El Capitán, 2.307 mts.
1.100 mts de desnivel, seis horas hasta la cima.
Esta vez la ascensión discurre por el lado opuesto del valle, como es habitual aquí por un buen camino que te hace subir rápidamente de desnivel. La tónica es la misma que la ascensión del Half Dome, primero mucho desnivel y después una larga distancia dando rodeos ganando poca altura. La primera parte vas subiendo y ganando diferentes perspectivas del valle y la cascada más famosa de Yosemite, Upper Yosemite Falls. Estaba totalmente seca porque era otoño y se alimenta de las nieves del invierno. Los yankees dicen que es la cascada más alta de Norteamérica con más de 700 metros de caída, aunque para mí el hecho de que esa caída esté fraccionada en dos cascadas y que no siempre haya agua, lo hace más que dudoso. Aún así, sin agua, es impresionante, con agua tiene que ser inigualable.
En el segundo tramo pasas por unos lomos, subiendo, bajando desnivel por unos bosques frondosos y mágicos, ya que estás a mucha altura pero la distancia que hay hasta el Capitán es mucha aún. Vas transitando por la altiplanicie sobre el valle hasta la misma cima.
La anécdota de esta ascensión es que casi llegando al último tramo la bota izquierda de Antonia empezó a hablar y prácticamente se despegaba a cada paso que dábamos. Suerte que ella trajo con el mini-botiquín una cinta de esparadrapo que pudo sujetar bien la suela y que milagrosamente aguantó hasta el día siguiente en la misma puerta de la Paquita.
Fue una ascensión físicamente exigente. Era larga y con las mochilonas se hacía cansada. Además de nuestro piano, teníamos que llevar unas canastas herméticas de plástico a prueba de osos para llevar toda la comida y las cosas olorosas. No te dejaban acampar fuera de las zonas de acampada si no llevabas la canastita y si no solicitabas un permiso, "wilderness permit." Allá se demostró que ningún oso se asomaba a la cima, ni oso, ni animal, salvo los insectos.
¡Qué decir de la cima! impresionante, desolada, solitaria!!! No vimos a nadie, la mayoría de gente no progresaba a partir del nacimiento de la cascada y era un placer estar allá.
Descubrimos un vivac preparado sólo para nosotros, al refugio de un muro de piedras y un pino tozudo que se retorcía y aguantaba las ventadas. Al lado había una hoguera protegida por piedras en la que hicimos nuestra cenita después de ver el atardecer. La ascensión se hizo más larga de lo que habíamos calculado y al final prácticamente corríamos porque el atardecer se nos echaba encima y no nos lo queríamos perder. Cuando por fin vimos la cima nos inundó la excitación porque aún teníamos tiempo de disfrutar de la luz en la cumbre que ya empezaba a tornarse cálida.
Escorpio y Sagitario brillaban frente a nosotros y a lo lejos, al otro lado del valle, en la opuesta altiplanicie vimos otra hoguera que ardía. Como en la Tierra Media nos comunicábamos en la distancia con nuestras estrellas de fuego, disfrutando de la noche.

Los primeros reflejos del amanecer nos despertaron y yo después de desayunar fui a ver la salida de la Nose. Estuve transitando un buen rato por el borde de la pared hasta localizarla. Antonia no le apeteció venir y me encontré solo imaginando la emoción y excitación de un escalador que se reencuentra de nuevo con suelo firme tras varios días colgado de la pared, guardando para siempre en su memoria esos tan deseados 1000 metros de dura y mítica escalada.

La bajada fue plácida y relajada. A medida que bajábamos y la bota de Antonia resistía íbamos dando velocidad a nuestros pasos, superando a todos los que bajaban por el camino desde la cascada. Disfrutando de cada salto y de la magnífica vista.
Pasar la noche allá arriba fue muy especial y esos dos días en el Capitán serán imborrables.




FOTOS EN LOS VÍNCULOS DE LA IZQUIERDA

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